Zarzalejo Blues: Los que hemos amado
Sergio Sánchez-Pando
Ficha técnica
Título: Los que hemos amado
Autor: Willy Uribe
Editorial: Los libros del lince
Año de publicación: 2011
El escritor bilbaíno Willy Uribe está consolidando una interesante trayectoria que transita por diversos géneros. En Los que hemos amado –publicada este mismo año por Los libros del lince– muestra su solvencia en el manejo de los resortes de la novela negra: una galería de personajes poco recomendables, un turbio negocio echado a perder, un proceso de corrupción material y moral y buenas dosis de intriga sabiamente dosificada en breves y ágiles capítulos. El tono, como ocurre en estos casos, lo da el escenario, el contexto: la convulsa Euskadi de los primeros años ochenta y, a partir de ahí, el éxodo a través de un largo y accidentado viaje siempre cuesta abajo.
Dos jóvenes amigos de distintas extracciones sociales –un vástago de la alta burguesía vasca con incrustaciones foráneas de dudoso pedigrí y un miembro de una desestructurada familia de inmigrantes–, a quienes une su afición por la práctica del surf, además del gusto por las drogas, un nexo éste tan intenso como engañoso, deciden emprender un viaje a Marruecos para visitar las playas que ofrecen las mejores olas. Sin embargo, cada cual oculta bajo la superficie sus verdaderas e irreconciliables motivaciones a la hora de embarcarse en la aventura.
Tan distintos bagajes propician entre ambos una relación desigual. Lo que para uno de ellos supone un enorme sacrificio que, no obstante, asume sin contemplaciones en un desesperado intento por estar a la altura, al otro parece suponerle tan poco esfuerzo que se regodea en ello, dando lugar a un esquema de dominación y manipulación que el primero acepta sumiso. Sólo hay un ámbito en el que el desposeído está en condiciones de superar al privilegiado, aunque a diferencia del otro él se esfuerce por no hacer ostentación de ello: la práctica del surf.
Por el contexto en el que discurre la novela y la amplia gama de contrastes que ofrece, muy probablemente el lector sentirá la tentación de formular metáforas acerca de asuntos como la identidad, el sentimiento de pertenencia, la integración, la explotación o el sistema de clases, simbolizado éste por las vías del tren que en Algorta separan el barrio humilde de la zona bien, de esa California de bolsillo que se extiende por lo alto de los acantilados que se yerguen sobre el Cantábrico.
Solo cuando el delicado equilibrio se quiebra con estrépito y los más bajos instintos propician la traición, se inicia un tortuoso y contradictorio proceso de aprendizaje, de autoafirmación y supervivencia, que en su desesperación llevará al desposeído a preservar contra viento y marea su mayor tesoro, el único capaz de conjurar el desamparo, la sobredosis de nihilismo que se ha abatido sobre su vida y que él a su vez ha contribuido a alimentar: la pureza épica del amor no correspondido.