En las distancias cortas. Mascotario (IV) - El ornitolince
Kerman Arzalluz
El ornitolince es una variante extraordinaria del conocido ornitorrinco de Australia y Tasmania, pero, a diferencia de este, goza de una excelente visión.
Por su morfología, puede considerarse una miscelánea, una criatura de rastrillo o desván zoológico pues está hecho de retales de aquí y de allá: hocico ancho y plano de pato, cuerpo de nutria, cola de castor, visión de lince con vista de águila… Lo observa todo a vista de pájaro. Como el ornitolince se mueve a ras del terreno, a fuerza de mirar en picado con tamaña intensidad y precisión a tan sólo un palmo de sus narices, ha perdido gran parte de su facultad.
El ornitolince se alimenta principalmente de lincerrincos. Los lincerrincos son ágiles y veloces y tienen su hábitat natural en España y Portugal –cuando son ibéricos– y en bosques del resto de Europa –cuando no lo son–. Y son perezosos como un tipo de oso que ahora no recuerdo, tanto como para permanecer tumbados en un mismo lugar durante meses, hasta llegar a morir de inanición. Los ornitolinces se aprovechan de esta enfermiza propensión a la dejadez y llegados desde territorio aussie –de donde han partido meses atrás– alcanzan la posición del lincerrinco y lo devoran. Este intenta huir un poco, aunque no se le nota, ya que sus músculos atenazados por la quietud no responden. La escena se da si ambos coinciden en idénticas coordenadas, porque los ornitolinces llegan a destino ciegos también. Y es que en su ocioso viaje practican desaforadamente esa modalidad juvenil de ingesta alcohólica, conocida como eyeballing, porque son muy proposopéyicos ellos. Así que las escasas opciones de que se produzca el encuentro se reducen a que choquen –literalmente– ambas especies o que el lincerrinco huela el pestazo a alcohol y le llame (de todo) al ornitolince y este vaya, y se lo coma.
El ornitolince presenta en la parte interna de sus patas posteriores un espolón calcáneo que inocula vodka Stolichnaya y con el que inmoviliza a su víctima, aunque en el caso del lincerrinco no le hace falta –otra virtud inservible–.
El ornitolince no llega a menudo al fin de su recorrido porque se acerca a los núcleos urbanos en busca de una vida hogareña de vino y rosas. La relación humana-ornitolincícola ha dado sus frutos en la sofisticación del arte del “eyeballing”, disparando su práctica y sus aplicaciones en el área de la salud y del espíritu: aspiración nasal de mojito o inhalación de aguardiente gallego con vaporizador (catarros), administración parenteral de pacharán Etxeko (calmante), goteo por vía auditiva de bitter con campari (otitis infantil), absorción anal de cien x cien verdejos (puro vicio).
Si llega a la madurez tiene crías; si no, pone huevos.