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Espacio Luke

Luke nº 128 - Mayo 2011

Lúcida demencia

Ricardo Triviño

Los experimentos pueden llevar por buen camino o por mal camino, por una vía útil o por otra desacertada, pero no nos dejan detenidos en la misma encrucijada. Si alguno de ellos falla, al menos ha anulado una senda posible, la ha refutado. Incluso puede alumbrar otras rutas ocultas hasta el momento. No hay que tener miedo a equivocarse sino a no intentarlo.

Dash Shaw es el científico loco que ocupa la plantilla reveladora y alternativa de la editorial barcelonesa Apa-apa. Recién cumplidos los 28 años en abril, este californiano se ha hecho un hueco privilegiado en el panorama del cómic. Sin ir más lejos, el mes pasado estuvo en una mesa redonda en Los Angeles junto a los consagrados Daniel Clowes (Ghost World, Wilson) y Jim Woodring (Frank). Su primer trabajo traducido en España por la editorial fue La boca de mamá en 2008, pero no sería hasta el año siguiente con el enorme volumen de Ombligo sin fondo cuando despertó el interés general. Ahora, copublicado con la editorial Sinsentido, ha salido a la luz Bodyworld, una extraña historia de ciencia-ficción que nació en la Red (http://www.dashshaw.com/prelude.html) y ha acabado siendo transferida al papel.

La adaptación al medio físico de una obra digital, donde no existen restricciones espaciales, es un trabajo delicado. La creación virtual de Shaw se divide en capítulos cuyas filas no superan las tres viñetas pero que, verticalmente, se prolongan sin tener en cuenta su extensión. La editorial estadounidense Pantheon Comics y, por imitación, Apa-Apa/Sinsentido han querido reproducir la experiencia lectora original. Para mantener esta sensación de “descenso”, se ideó un tomo apaisado cuya lectura debe realizarse con el lomo hacia arriba. El resultado ha sido un libro en cartoné maravilloso a un precio realmente asequible comparado con muchos otros de calidad bastante inferior.

Los inconvenientes, sin embargo, existen. Su notable peso y el peculiar modo en que debe leerse hacen que resulte un poco incómodo. La paleta infográfica de colores, adecuada para su visualización en un monitor, resulta molesta en papel por sus tonos chillones y planos. Las dos pestañas adheridas en el envés de la tapa y la contratapa, que sustituyen a la ventana emergente del modo online y que por consejo del autor deben mantenerse desplegadas, resultan engorrosas. Es una innovación que, aunque interesante, queda muy desaprovechada. Exceptuando un momento concreto de la narración, el uso de los mapas de las pestañas es más bien anecdótico. Sin embargo, es un origami al que se le podría sacar mucho jugo si se le diera un rol más significativo en la obra.

Es, justamente, esta falta de consistencia lo que le falla al nuevo cómic de Dash Shaw. En él, un botánico encargado de testear nuevas drogas en el año 2060, otro experimentador como el autor, descubre una planta que produce extraños efectos alucinógenos que conectan síquicamente a sus consumidores. A través de varias vivencias sicotrópicas, descubrirá el malestar de otros tres residentes del pueblo. Las cuatro vidas de los personajes irán apareciendo en ráfagas lisérgicas, abriendo varios interrogantes que impulsarán al lector a seguir. Un final inesperado y abrupto, sin embargo, solidificará no sólo el magma metafísico que pudiera manar de estas relaciones místicas sino, igualmente, lo que parecían ser los hilos conductores de la trama.

Como un deux ex machina, un elemento emerge y finiquita la aventura. La obra se desinfla en su conclusión pese al interés que genera su originalidad y extravagancia. Se añora una construcción más sólida de los personajes, una trama más coherente que ate cabos y una criba de elementos superfluos que no distraigan la atención ni alarguen innecesariamente la aventura. Las posibles reflexiones acerca de la conciencia y la identidad caen en saco roto. La extrema desazón provocada por las desbordadas escenas de drogadicción e intentos de suicidio del protagonista quedan en meros efectos especiales. Aunque Shaw es un alquimista que se aleja de la corriente tradicional en su mezcla y descomposición de los diferentes elementos de la viñeta, todavía no ha dado con la piedra filosofal que le permita cuadrar una obra redonda.

No le faltan arrojo ni empeño. Su próximo proyecto, Ruined Cast, es una ambiciosa película de animación dibujada por él mismo, apoyada por crowfunding o financiación colectiva. Junto a esta nueva vía, editoriales como Apa-apa/Sinsentido siguen apoyando a autores como él en su afán de impulsar y renovar un terreno aparentemente reacio al cambio. Por suerte para todos, además de científicos, los editores también pueden estar locos.