Faraones del Sol, 3.ª parte (Akenatón. Primeros años de reinado del rey poeta)
Rafael Moriel
Akenatón y Nefertiti tuvieron seis hijas: Meritatón, Meketatón, Anjesenpaatón (mujer de Tutankamón), Neferneferuatón-Thaserit, Neferneferura y Setepenra. La reina Nefertiti gozó de un poder inusual entre las reinas de Egipto, elevada a la categoría de corregente. Juntos llevaron a cabo la mayor revolución del imperio egipcio.
No hay nada como el arte y la literatura de Akenatón en el resto de la historia egipcia. Puede que Akenatón tuviera una gran visión, pero lo que llevó a cabo posteriormente resultó muy traumático para el pueblo egipcio.
Amenhotep IV, décimo faraón de la dinastía XVIII, se situó en la cúspide del poder tras ser coronado rey de Egipto hacia el año 1353 a. de C., a la edad de 18 años.
Durante los primeros años de reinado, Amenhotep IV erigió su propio templo en Karnak, que conformaba un laberinto de templos con una superficie superior a 40 hectáreas, construido por sus antecesores a lo largo de más de dos mil años en Tebas (Luxor en la actualidad), la capital de Egipto. La construcción de Amenhotep IV veneraba al disco solar Atón, del cual emanaban rayos de sol a modo de brazos, que acababan en manos con el signo Ank de la vida. Atón representaba al dios Ra reducido a un disco solar. Pero Ra ya era el dios preferido de su padre Amenhotep III y su abuelo Tutmosis IV, quien anteriormente ordenó desenterrar la esfinge de Giza, enterrada hacía siglos y olvidada por todos, tras un sueño acaecido durante una cacería al descansar bajo la cabeza de la esfinge, en el que el propio Ra le aseguró que sería faraón de Egipto a pesar de sus escasas posibilidades, si a cambio retiraba la arena que cubría la esfinge.
Durante la primera época de su reinado, Amenhotep IV pareció aceptar el orden establecido. Sin embargo, durante el quinto año de su reinado cambió su nombre Amenhotep (Amón está satisfecho) por el de Akenatón (el que es beneficioso para Atón). Akenatón se casó con Nefertiti (cuyo nombre significa “la bella ha llegado”) siendo príncipe, y ya era padre de dos hijas cuando fue coronado.
Cualquier faraón de Egipto gozaba del poder absoluto como para cambiar la capital de Egipto, que desde el año 2050 a. de C. era la ciudad de Tebas, declarada por el faraón Mentuhotep II. Anteriormente, el primer faraón de Egipto, llamado Menes, fundó la ciudad de Menfis en el año 3050 a. de C., que fue la capital de Egipto hasta la VIII dinastía.
“El gran ser, Atón, ha ordenado mi vida. Él es mi padre, al cual ningún artesano ha concebido. Él se muestra cada día, al amanecer y en el ocaso. Eternamente llena la tierra con sus rayos y nos otorga la vida” (Akenatón).
Durante una expedición sobre una llanura desértica situada a 300 kilómetros al sur de las pirámides de Giza, a medio camino entre Tebas y Menfis, Akenatón vio al sol renacer sobre dos montañas, manifestando que era una señal de Atón para construir una nueva capital. Entonces ordenó construir la ciudad de Ajetatón (horizonte de Atón), paraje conocido en la actualidad como Tell el-Amarna, uno de los lugares más enigmáticos de Egipto. En las marcas de frontera del perímetro de Ajetatón, el faraón Akenatón hizo inscribir su visión, así como los propósitos para la nueva capital:
“Ningún noble me dirigió aquí. Ningún hombre en toda la tierra me dirigió aquí. Fue Atón, mi padre, el que me dirigió y me pidió que lo hiciera por él” (Akenatón).
Ajetatón, cuyo original diseño sugiere apertura y libertad, tiene una extensión de diez kilómetros de largo por cinco de ancho y fue construida en gran parte durante cuatro años, siendo completada en apenas una década. En ella, cerca de dos mil dioses fueron sustituidos por el disco solar Atón. La nueva capital de Egipto desplazó a un máximo de 50.000 súbditos hasta 400 kilómetros al norte de Tebas, en el inhóspito desierto.
“Tu nacimiento al amanecer es espléndido, ¡oh, Atón!, creador de la vida.
Cuando apareces por el este, llenas todos los rincones con tu belleza.
¡Eres hermoso! Grande, radiante.
Cuando te pones por el oeste la tierra está oscura, como muerta.
Todos los leones salen de su guarida, las serpientes muerden, la noche acecha.
La tierra queda silenciosa mientras su creador reposa en la oscuridad”.
(Texto compuesto por Akenatón e inscrito en tumbas y marcas de frontera de la ciudad de Ajetatón)