Mirando hacia otra parte. Escrituras XVIII: La Crítica
Vicente Huici
Entre la publicación y el público hacia el que va dirigida la obra suele situarse lo que se conoce como La Crítica. Aunque mejor habría que decir que debe situarse, puesto que la ausencia de crítica sobre una obra puede llegar a anular su existencia efectiva en el campo literario y, consecuentemente, impedir que sea reconocida por el hipotético grupo en quien se había pensado al escribirla.
Algunos escritores reconocidos, o sea, algunos escritores que tienen una posición muy asentada en el campo literario, se permiten en ocasiones despreciar a la crítica, acusando a tal o cuál crítico literario –lo cierto es que hay muy pocas mujeres que se dedican a esta actividad, algo sobre lo que habría que meditar– de no haber entendido su última obra, o, repitiendo una vieja cantinela, vinculando los juicios del crítico en cuestión a la incapacidad para crear una obra propia. Por el contrario, los escritores que están comenzando a publicar se desvelan por ser bien o mal reseñados, ya que la mera reseña es una prueba de que han sido tenidos en cuenta. Y si la crítica se inclina hacia el elogio y ha sido realizada por alguien que reúne la condición de escritor, llega a percibirse como una ratificación inter pares que sitúa al escritor novel en una posición reconocida en el campo literario. Hay, en fin, escritores noveles y maduros –en el sentido personal y profesional de los términos– que estiman la crítica en su punto medio y que agradecen tanto las buenas palabras como los varapalos, puesto que ven en el crítico simplemente un lector privilegiado que, más que mediar entre la obra escrita y el público, intervienen entre dicha obra y el autor.
Estos diferentes tipos de reacciones frente a la Crítica dependen de la idiosincrasia de los escritores y escritoras, pero queda claro que esta actividad –que es un a modo de reescritura que como dice Northrop Frye puede ser tan creativo como otros géneros literarios (Poderosas palabras, El Aleph, Barcelona, 1996)– tiene dos efectos de singular interés para quien ha publicado una obra.
Así, por un lado responde en un mismo nivel, el de la publicitación, a la puesta en circulación de una obra. Esto es algo que ha veces no se percibe, dado que quien ha deseado y conseguido publicar una obra no se da cuenta de que puede ser respondido públicamente y que tal respuesta puede, a su vez, ser positiva, negativa o una mixtura de ambas opciones. En este sentido es, en ocasiones, un tanto incomprensible escuchar las reacciones de algunos escritores quejándose de las críticas recibidas como si fueran críticas personales motivadas por no se sabe qué líos de cama que les han llegado por correo postal de un modo anónimo.
Pero, por otro lado, la Crítica ubica la publicación, y por ende, a su autor o autora, en un lugar del campo literario que es lo que más o menos conscientemente desea quien publica una obra. Es cierto que tal lugar es provisional, sobre todo en el caso de los noveles, y que también puede ser cierto que no sea el lugar deseado como posición, pero debería reflexionarse sobre la virtualidad de esta operación, porque el hecho de que se haya producido ha insertado el deseo en la realidad, lo cual es de tener muy en consideración.
En cualquier caso, quien publica, y más una obra narrativa –obra que debe inscribirse en un campo con muchas posiciones previamente delimitadas–, debería en primer lugar agradecer la crítica, cualquier crítica podría decirse, independientemente de que fuera más o menos elogiosa, y, después, serenamente, reflexionar sobre lo que en ella se dice y determinar si se ha de modificar o no el planteamiento básico o algunas características de la escritura que se practica, porque, al fin y al cabo, la mera publicación es la que ha provocado la crítica y la mera publicación solicita que la crítica ubique la obra en el campo literario frente a un público determinado.
Ahora bien, ¿qué es de una obra sin público? ¿ Dónde se encuentra ese público?