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Espacio Luke

Luke nº 130 - Julio-Agosto 2011

Ella

José Manuel Botana

Obra: Trapicheos
Técnica: composición fotográfica
Artista: Malena de Botana
www.arte-literatura.com
www.malenadebotana.com

–Nos largamos de aquí, que esta orilla se agota. Vamos a atraer la buena suerte.

Lo dijo muy seria, muy suave y con la cadencia apropiada que, aunque nunca entendía cuando me hablaba, lo hacía tan bonito que no me importaba. Hoy era lunes y no precisamente un lunes de balada, como solía decir burlándose de mí. Sacamos los billetes para un autobús de esos que van donde no dejan ni rastro; me miró, continuaba muy seria y me dio un papel doblado.

–Guárdalo y no lo leas, ya te diré a quién se lo tienes que entregar.

–¿Vamos muy lejos? –pregunté–. No llevamos equipaje.

–Ese equipaje ahuyentaba nuestra buena suerte.

–¿Y si llueve? –pregunté.

–No preguntes tanto –respondió acurrucándose en el asiento con la blusa dos tallas más pequeña.

Doce horas después llegábamos a nuestro destino, miré el cielo que lucía la pincelada eléctrica de las tormentas, ella me habló de nuevo con su voz suave y tranquila.

–Dame un chance (que es cómo decir, dame un momento), sólo tengo que recoger una bolsa.

Se elevó más si cabe sobre sus tacones y me recordó a una mala actriz. Apostada en un rincón de su boca fingió una sonrisa que deseaba salvarse, notaba cómo la miraban los hombres mientras se alejaba. Cuando regresó me invadió una intranquilidad inexplicable.

–Vamos a sacar dinero –dijo empujando con decisión la puerta del banco.

–Está cerrado –dijo, saliendo a nuestro paso, un chico joven de tez morena con un revolver negro apostado en la cintura.

–Buscaremos un sitio para pasar la noche, la buena suerte tendrá que esperar hasta mañana.

Nos metimos en unos lavabos a arreglarnos un poco, yo me mojé el pelo y ella tardaba tanto en salir que pensé que se había largado, pero apareció con la misma ropa, aunque un cambio espectacular se produjo en ella al colocar su escote, ahuecarse el pelo y ceñirse más el pantalón, caminaba con gracia, sus senos brincaban a cada paso reclamando miradas... En ese momento me hubiese dejado matar por ella. Entramos en el primer hostal que vimos, nos gustó la habitación y nos quedamos, dormimos hasta el mediodía, ella se despertó sobresaltada por lo tarde que era, se puso la misma ropa y nos fuimos, avanzaba con paso rápido para atraer a la buena suerte, esta vez las puertas del banco estaban abiertas, me dijo que le entregara el papel a la señorita de la ventanilla. La señorita lo leyó e hizo una seña al chico de tez morena, que sacó su revolver.

–¡Todo va bien! ¡Chico, no te muevas, no hagas ninguna tontería!

Él me encañonó y disparó su arma, entonces ella se tiró al suelo y apretó el gatillo de lo que llevaba en el interior de la bolsa. El primer disparó que recibí fue de él, el segundo, el de la escopeta de ella, estaba cayendo al suelo cuando ella se giró y lo último que vi fue que el chico de tez morena cambió su suerte...