Cronos devorando a sus hijos.
Marta Parés
Marta Parés es una escritora catalana de 22 años residente en Barcelona ciudad. Estudió Humanidades en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, mientras colaboraba en el diario Independent de Gràcia y en la revista Hacdhac. A la sombra fue escribiendo poemas y cuentos cortos: primero en catalán, luego al castellano. Recientemente ha publicado artículos para la revista digital de música catalana Gentnormal.com, y compone canciones. Tiene en preparación un poemario en castellano sobre el Tiempo y la Ciudad.
Fagocitaba el tiempo en un bólido hacia ninguna parte.
Podría haber dicho: es un Polo verde oscuro, con la carrocería algo gastada, los cristales sucios y un importante rasguño en la parte delantera izquierda mirándolo desde fuera. Pero no. Se encontraba en un bólido cruzando el desierto hacia ninguna parte. La carretera, alguien hubiera dicho, no existía. Sólo el tiempo, que él se encargaba de engullir en enormes cantidades, una boca grande el morro del automóvil tragándose todas las carreteras posibles, todas las bajas montañas a lo lejos, toda la arena y los cactus gigantes del desierto –así un desierto-desierto, un desierto de la nada–, el cielo, las nubes, los pájaros, el viento, invisible, el bólido.
El tiempo se autotransportaba en un imaginario bólido sin forma ni contenido. Alguien hubiera dicho Aire. Pero no.
El tiempo era.
Era paisaje.
Ahora el tiempo se autofagocitaba, fagocitando el paisaje.
El tiempo no es nada. El tiempo es.
Bla bla bla bla
Balbuceos del extraradio.
Una casita imaginaria hecha de cojines caseros. Un huevo. El interior de un huevo. Residuos mal aprovechados. (La regeneración que sigue a la destrucción).
CRONOS DEVORANDO A SUS HIJOS. EXTRACTOS
Y los ecos, pitidos, pi-pi-pi-pi-pi-pii-piiiiiii-pshhh-pi-pi-pi.
Incesantemente
Se mezclaban con los residuos, formaban una gran cáscara de metal sin ruedas.
II
Jane salió despeinada del coche. Se puso las gafas. Subió los quince pisos, saludó a un desconocido amablemente, le dió al timbre y esperó. Se miró en el metal dorado que rodeaba el ojillo de la puerta. Iba a entregar el currículum para el Sr. Marcuse. El Sr. Marcuse le abrió la puerta. "Pase, pase, siéntase." Miró cómo sus pechos jóvenes y turjentes se movían levemente bajo la blusa azul. Ella lo notó, pero hizo como si nada.
III
El tiempo esperaba en la calle, helado, pero tranquilo.
IV
A Jane le volaron los sesos un 24 de noviembre. Se secó las lágrimas jurándose no volver nunca a pisar una oficina. Subió al coche, se arregló la línea de ojos en el espejillo, se cambió las gafas por las de sol, y apretó el acelerador.
REGRESIÓN A LA ANTI-CIUDAD
Esos bancos donde se amontonaba la nieve, las aceras, las motos, las sillas y mesas de las terrazas, lo recuerdo.
Y puede que yo haya perdido tan rápido como se derrite la nieve después de unas horas
en las calles de Barcelona.
No hay nada que hacer. Las estancias vacías de calle; las calles vacías de estancias y llenas de gente: las calles impersonales de St. Gervasi.
No hay foto porque en el vaso se ahoga el negativo.
Mientras tanto vamos al zoo a capturar nuevas imágenes. La ciudad se nos ha quedado pequeña.
Anorexia mental.
Desiertos interiores sin trayectoria. Anhelo de imágenes-puente.