Entrevista a Juan Matías Loiseau, Tute
Ricardo Triviño
Juan Matías Loiseau, alias Tute, es el padre de la tira cómica de Batu. Este humorista gráfico argentino es hijo de Caloi, uno de los autores más reconocidos del país junto a Quino y Fontanarrosa. Desde 1993 ha publicado en diversos medios argentinos y extranjeros y, a partir de 1999, empezó a publicar en el diario La Nación. Es, asimismo, autor de tres poemarios (Parroquiano en tu ombligo, El destino, esa sombra y El libro de la noche) y de dos cortometrajes (El ángel de Dorotea y Abismos). Es el letrista e ilustrador de varios discos de tango y tiene en proyecto un largometraje que llevará por título Cenizas. En España ha publicado Planeta Tute (Grupo 33) y Batu (Mamut Cómics), y colabora en la revista online de El Estafador.
¿Por qué tu nombre artístico es Tute?
Tute viene de Matías. Matías, Matute, Tute. Me lo pusieron en la primaria. Me lo llevaban diciendo toda la vida y, cuando tuve que buscar una firma como dibujante, le eché mano.
–Poeta, letrista, guionista, cineasta, dibujante, humorista,... ¿cómo se compagina todo esto?
Todo obedece a una misma razón, que es la inquietud que tengo, que me va depositando en distintos lugares. Algunos más esperables para un humorista gráfico, otros menos. Lo tomo todo como distintos soportes para decir más o menos las mismas cosas. Yo no cambio, soy siempre el mismo. Lo que cambia es el formato. Me gusta eso de visitar mundos novedosos para mí, abrir puertas nuevas.
–Tu profesión principal es la de humorista gráfico para La Nación. ¿Existe diferencia entre el humor gráfico y la historieta?
Aunque a grandes rasgos el humor gráfico es parte de la historieta, sí siento que hay una diferencia entre el trabajo de un historietista y el del humorista gráfico. Son dos cosas bien distintas a las que une el dibujo. Yo me considero historietista, por decirlo más genéricamente; y más específicamente, humorista gráfico.
–Tu humor no busca el chiste. Como Liniers, perfilas una comicidad más reflexiva y poética. ¿Crees que este tipo de humor podría haberse dado en la época de tu padre Caloi, de Fontanarrosa y de Quino?
Probablemente fue necesaria la participación de mi padre, Quino y muchos más para que este humor que estamos haciendo hoy no sea demasiado violento para el gusto general. De todas formas, lo que hago lo aprendí de ellos. Al primer tipo que vi cruzar la poesía con el humor gráfico fue a mi padre. Él tiene páginas de la década de los años setenta en las que ilustraba canciones de Serrat y poemas de Macedonio Fernández, Machado o Miguel Hernández. No me gustaría arrogarme la novedad de hacer un humor poético. Habría otros tantísimos dibujantes.
Me formé leyendo un libro español en el que estaba un joven Chumy Chúmez. Para mí es uno de los grandes y lo considero una especie de filósofo del humor gráfico. Recuerdo una entrevista en la que le preguntaban por qué no hacía humor sobre la actualidad, un humor político. Él respondía: "¿Acaso usted no se siente solo? Yo hago humor sobre esto: sobre la soledad". ¿Qué cosa más actual hay que sentirse solo? Me siento muy identificado con ese humor atemporal y universal, que puede entenderse en cualquier lugar y en cualquier momento.
–Para las páginas de la revista dominical de La Nación dibujas directamente, sin pasos intermedios. Dices que de otra manera se pierde algo. ¿Qué se pierde?
Se pierde esa frescura, esa búsqueda; el camino se pierde. Es como entregar algo empaquetado, cerrado. Tampoco es que esté en contra. Simplemente, me encontré con que lo que quedaba en mi mesa al costado, que veía solamente yo, me gustaba mucho más que la versión final de la idea. Entonces, un día se me ocurrió escanear ese papelito mugriento, lleno de tachaduras, de búsquedas y de caminos, algunos inconclusos, ponerle un poco de color y mandarlo. La verdad es que esperaba que me mandaran un mail diciéndome: "A ver, ¿qué pasó? Hacelo bien y mandalo de nuevo". Pero no, al contrario. La gente, incluso, creo que llegó a identificarse más con un dibujo más despojado pero, desde mi punto de mi vista, mucho más poderoso, más gestual.
–Realizas Batu desde 2007, pero antes hubo muchos años de intentos. ¿Cuándo supiste que habías dado con lo que buscabas?
Creo que fue con el encuentro con Tútum, el perrito que acompaña a Batu. Cuando lo dibujé, sentí que ahí tenía algo. Fue el final de una larguísima búsqueda. Desde muy chiquito, mi sueño era hacer una tira cómica con personajes fijos, tanto que con diez o doce años dibujaba personajes y se los mostraba a mi padre. Él me decía: "Bueno, ahora hay que ponerlos a trabajar, se tienen que mover, tienen que hablar". Encontrar el diseño del personaje es prácticamente nada. Diferente es desarrollar una tira. No es sólo lo que uno proyecta. Una vez que empieza la publicación y la tira se encuentra con la gente, empieza una nueva etapa de crecimiento y de modificaciones: personajes que cobran mayor relevancia de la que uno había calculado y viceversa, la aparición de nuevos personajes, nuevas ideas, nuevos rumbos...
–Tres tiras clásicas con protagonistas infantiles: Calvin y Hobbes, Carlitos y Snoopy y Mafalda. ¿Con cuál o cuáles relacionarías Batu?
Por supuesto, Mafalda es una referencia obligada. Aprendí a leer con ella y conozco sus tiras de memoria: sus diez libros, las inéditas y más. No sucede así con Calvin y Hobbes ni con Charlie Brown porque son tiras que, si bien conozco y me gustan, he leído poco y no siento que me hayan influenciado directamente.
–La afición de Boris, el amigo de Batu, por los ordenadores parece ser la fuente de su soledad y aislamiento. ¿No se un planteamiento algo tecnófobo?
En realidad, como la tira se apoya mucho en mis recuerdos de infancia, le sumé a Boris esta afición por la tecnología para actualizarla un poco, para que no fuera una cosa nostálgica. Decidí conectar a Boris a la tecnología porque era el pibe con menos calle. Igualmente, su problema no es tanto el ordenador como la incomunicación que tiene con sus padres. La computadora es más bien un síntoma.
–Desde sus comienzos hasta la actualidad, ha habido cambios en el estilo y en el método de realizar Batu. Parece que antes lo dibujabas todo y que ahora clonas informáticamente las viñetas. ¿Tienes problemas de tiempo? ¿Preferirías otro ritmo?
Al principio no repetía nunca los cuadros. Tampoco sabía que se podía hacer y que podía quedar bien. Se me hacía que tenía que volver a dibujarlo todo de nuevo, algo que es muy poco práctico. En general, la tira fue tomando un carácter más moroso que sí me gusta. No quiero que la tira sea explosiva, sino que sea más reflexiva y verosímil. La infancia no es todo juego ni diversión. Si bien me gusta capturar la capacidad de inventiva de la infancia, de poder armar un mundo fantástico con dos sillas y una sábana, también me gusta mostrar que los pibes se aburren, que tienen que hacer caso a los grandes, todo eso.
–En España y Francia estás empezando a ser conocido ahora. Curiosamente, Caloi y tú hicisteis una exposición conjunta en Alcalá de Henares en 2009 organizada por el Departamento de Humor Gráfico de la Fundación General de la Universidad de Alcalá. ¿Cómo fue eso?
Ésa fue una linda experiencia porque era un viejo proyecto que tenía con mi padre. Hace muchos años me propuso hacer una exposición juntos que finalmente no se dio; felizmente, porque en aquella época yo estaba todavía muy influido por él y hubiera sido, quizá, contraproducente. En cambio, en 2009, cuando nos invitaron a España a hacer esta exposición conjunta, fue lindísimo. Fue ver que trabajábamos sobre los mismos soportes, sobre el cuadro de humor, sobre la página dominical y la tira, y estábamos en caminos bien distintos.
–¿Fue en este mismo viaje cuando te pusiste en contacto con Bang Ediciones, que luego publicarían Batu?
No. En 2007 hice un viaje a España y visité varias revistas, diarios y editores, entre ellos a los de Bang. Recién estaba bocetando lo que iba a ser Batu y se lo mostré. Me dijeron que, cuando empezara a publicar en Argentina, contactara de nuevo con ellos porque les interesaba.
–¿Entraste también en contacto con Grupo 33, que ha publicado una antología de cuadros y páginas tuyas titulada Planeta Tute?
Eso fue en 2010. Me llamaron ellos y me invitaron a publicar un libro. Fue mi primer libro en España y, además, es uno de los que más me gustan.
–En 2009 empezaste a colaborar en la revista online El Estafador. ¿Cómo te involucraste en el proyecto?
En el último viaje que hice a España, conocí a Javier Royo. Nos conocimos una tarde, acabamos cenando en su casa, hablando de dibujos, de dibujantes, y ahí quedó una buena relación con él. Después me invitó a participar en El Estafador y le dije que sí. Aunque no tenía la posibilidad de hacer humor especialmente para la revista, le dije que contara con todo mi material para las publicaciones.
–Bang ediciones está publicando Batu dentro de la colección de cómic infantil Mamut. ¿Qué piensas acerca de que tu tira se publique como un cómic enfocado a niños?
Es una decisión editorial que me trasciende. A mí me preguntaron y me pareció que estaba bien. Pero si se me pregunta si hago la tira pensando en chicos, la verdad es que nunca pensé en un público infantil. Aunque sé que el solo hecho de que el protagonismo lo tengan un grupo de chicos puede resultar atractivo para los niños.
–¿Es cierto que desde Mamut te pidieron "españolizar" el lenguaje de la tira?
Mi idea era no cambiar nada, como hizo Quino con Mafalda. Su obra nunca se modificó y fue bien comprendida en España. Sin embargo, desde Mamut me dijeron que había algunas palabras que provocaban que no se entendiera bien. En casos en los que corre peligro la comprensión del chiste, no tengo problemas en modificarlo. Ahora bien, cuando es innecesario, por supuesto que no.
–¿Cómo se siente uno cuando, siendo tan joven, su trabajo es tan elogiado y premiado?
Halagado. Es lindo tener el reconocimiento de los colegas. Tengo la sensación de que, quizá porque ya hace varios años que estoy en esto, no lo busco como al principio. Antes me acuerdo de que sacaba algo y te juro que me interesaba más lo que iba a decir el negro Dolina que nada. Cuando recién empezaba, recuerdo sentir la presencia fantasmal de Quino por arriba de mi hombro revisando lo que hacía. Hoy no me pasa eso. Lo hago con más tranquilidad y creo que tiene que ver con eso que hablábamos antes: lo que llaman estilo, lo que uno hace finalmente, es haber encontrado de alguna manera la propia identidad, quién es uno. Desde este lugar, hay una cierta tranquilidad distinta a la de cuando uno comienza.
–Para terminar, citando a Fontanarrosa: "¿Hasta dónde piensa llegar este miserable?".
Ojalá siga abriendo puertas nuevas. Por lo pronto, en noviembre salió el segundo de Batu en España y, en diciembre, el tercero en Argentina. Además, empiezo un nuevo desafío para la televisión. A partir de este mes, comenzarán a realizarse unos micrometrajes de cuarenta segundos con las historias de Batu. Ya empiezo a ver a los personajes caminando y me entra una emoción tremenda.
Muchas gracias por tu tiempo y por la entrevista.