Zarzalejo Blues: Filosofía del decrecimiento
Sergio Sánchez-Pando
Desde hace unos años –a raíz de la caída del Muro de Berlín y la revolución conservadora apadrinada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher– un discurso único se ha adueñado del imaginario colectivo: no existe una alternativa viable al sistema capitalista y éste constituye la única vía que ofrece garantías de progreso a la humanidad.
La actual crisis ha puesto en tela de juicio tales certezas, pero para entonces la izquierda política ya se había plegado y hecho suyas –aunque edulcoradas– las premisas de raíz liberal-conservadora promulgadas durante los últimos veinte años, de ahí la crisis de identidad que hoy padece. La santificación del mercado como valor absoluto ha perdido buena parte del lustre que se le había atribuido.
La ausencia de discursos alternativos, sin embargo, confirma la dificultad de cambiar de rumbo pese a la constatación del desastre colectivo sin paliativos en el que nos vemos inmersos. Este vacío es precisamente el que viene a llenar la denominada “filosofía del decrecimiento”.
Originada en Francia, dicha filosofía aboga por desplazar al economicismo del centro de todas las decisiones en favor de un reforzamiento de los valores humanistas de modo que éstos constituyan los criterios fundamentales de progreso.
Hemos construido una sociedad en la que todo gira en torno al crecimiento económico, el cual –además de hacer más ricos a los ricos– permite aliviar la suerte de los más desfavorecidos sin tocar las rentas de los más privilegiados y sin enfrentarse a su reacción política. Pero ¿es posible un crecimiento material sostenido e ilimitado en un planeta cuyos recursos son finitos? Una pregunta pertinente, hoy ya acuciante, cuando los denominados “países emergentes”, que hasta ahora habían ocupado posiciones marginales, se incorporan con ímpetu al reparto de la riqueza, por no hablar de las alarmas ante el creciente deterioro del planeta.
Muchas esperanzas están puestas en la tecnología –aunque se tambaleen de cuando en cuando como ahora a raíz de la crisis nuclear en Fukushima–, pero ésta a menudo se limita a solventar sus propias consecuencias en lugar de actuar sobre el origen del problema: la desmesura y el debilitamiento de los valores humanistas en cada uno de nosotros.
Lo que el decrecimiento propugna es un cambio de paradigma: desacostumbrarnos a nuestra adicción al crecimiento, descolonizar nuestro imaginario de esta ideología productivista desconectada del progreso humano y social. Parafraseando a Gandhi, se trataría de “vivir todos de manera simple, para que todos podamos simplemente vivir”. No se trata ya de repartir de otro modo el pastel, sino de cambiar la receta.
La filosofía del decrecimiento está sintetizada en un interesante libro escrito por Nicolas Ridoux: Menos es más. Introducción a la filosofía del decrecimiento, publicado por la editorial Libros del Lince. Originalmente publicado en Francia en 2007 –en España apareció dos años más tarde–, el libro fue concebido antes de que estallara la actual crisis. No es, por tanto, un libro oportunista, sino sincero, además de ameno y divulgativo. Y también consecuente: su lectura, doy fe, no tiene desperdicio.