Al igual que en la vida real sucede en el trato con alguien que se encuentra convaleciente, toda novela que gira en torno a la enfermedad suele exigir un esfuerzo suplementario por parte del lector. Y eso es precisamente La fragilidad de la porcelana, la última novela del escritor bilbaíno Enrique Mochales, publicada este mismo año por la editorial Alberdania: una obra sobre la enfermedad, la esquizofrenia que aqueja a su protagonista.
Nos hallamos, sin embargo, ante una lectura amena –más allá de su brevedad–, entretenida. Una paradoja que parece descansar sobre un pacto entre autor y lector. Mientras aquél recurre a la anécdota ingeniosa, al malentendido, incluso a la jocosidad, a fin de procurarse la complicidad del lector –es el filo por el que discurre su novela: hacer el drama más digestible a riesgo de aligerar y quitar hierro a los efectos de la enfermedad padecida por su protagonista–, éste ha de evitar hacer una lectura superficial, resistir la tentación de exaltar los abundantes hallazgos humorísticos derivados de situaciones chocantes, la posibilidad de trivializar una realidad dura y cruda y, aún más, esforzarse por imaginar qué se esconde en el escenario de sombras que la novela apenas deja entrever. Porque tras el humor se oculta el drama, el sufrimiento: la no aceptación, por citar un ejemplo, de la enfermedad del hijo por parte del padre. En este sentido,La fragilidad de la porcelanaapela a la inteligencia del lector
La estructura de la novela es una especie de collage tragicómico con tintes surrealistas donde parece caber cualquier situación u ocurrencia una vez que ha sido filtrada por el enfoque minimalista aplicado por su autor: intimismo, experimentación, denuncia, farsa, delirio, drama, absurdo. Una vez más, al lector le corresponde llenar huecos y completar silencios. El tejido de la narración es el microrrelato, género en el que el autor se mueve como pez en el agua, y nos deja un número suficiente de perlas como para justificar por sí solas su lectura.
Para evitar el peligro de caer en la dispersión, Mochales recurre a ciertos personajes y a tenues hilos argumentales, entre los que destaca su particular creación del Club de los Corazones Solitarios. Se trata de una estratagema ideada por su protagonista para suplir con las penalidades ajenas lo anodino de su vida y su falta de imaginación. Mientras tanto, el lector se pregunta qué es lo que pasará por su cabeza durante sus interminables horas y días de encierro en un siquiátrico, cuando cae presa de irresistibles ataques de euforia, o incluso cuál es su registro al hallarse profundamente medicado. Se echa también en falta disponer de una perspectiva acerca de la vida y condición del protagonista antes de serle diagnosticada la enfermedad, de modo que se pueda contrastar un antes y un después.
La conclusión es que, al igual que la propia novela, el enfermo debe aprender a vivir en un precario equilibrio, a sobrellevar la incomprensión, las limitaciones –particularmente lacerante la ausencia de excitación sexual– y servidumbres que le impone su enfermedad. Algo que no está muy lejos de ser una muestra, un reflejo a escala, de la propia condición humana. Tras leerLa fragilidad de la porcelanaentendemos –parafraseando libremente a Tolstoi– que todos los enfermos de esquizofrenia padecen un mismo mal, pero que cada enfermo lo es a su manera.
Ficha de la obra:
Título: La fragilidad de la porcelana
Autor: Enrique Mochales
Editorial: Alberdania
Año: 2010