En torno a este concepto, "variaciones en lo limitado", que en su brevedad explica la naturaleza exacta del procedimiento creativo para las Artes y la Arquitectura, la finalidad última de toda creación –que es, además, la fórmula que contiene los términos precisos para calcular los límites de la mirada–, se ha escrito la primera de las variaciones sobre la pintura de Kasimir Malévich Cuadrado negro, de 1915. En este cuadro se trata de los límites de la contemplación, donde los ojos alcanzan la luz de los paisajes de la inmovilidad o, de otra forma, la visibilidad del silencio, lo que supone una breve teoría general de la visión.
Primera variación en lo limitado: el cuadrado negro de Malévich
En 1915, el artista ruso Kasimir Malévich pintó de su mano sobre un cuadrado blanco otro cuadrado negro concéntrico. Ni el cuadrado de soporte ni el soportado ocupan la mirada en ventaja, sino un lugar neutral de lo contemplado, sin mejor en lo blanco que en lo negro. Aunque aparecen solos a la mirada, ninguno puede ser centro, sino tan sólo indicación del centro o guía del ojo que los mira para alcanzar la forma no visible en que ambos están inscritos. En el instante de la visión, sólo ha quedado la forma de la huida. Éstos son los dos movimientos que se engendran en la mirada, de lo blanco a la mitad del negro y de lo negro a los bordes del blanco. Son la veloz quietud del centro y la invasión del límite de la luz que salen de lo oscuro en este equilibrio recto.
Sólo la luz de la inmovilidad, la lucidez última del espacio, tan distinta de la belleza, hace visible la forma del silencio, y no la máscara. Estética y Poética de la negación, no de la imaginación, último nivel de la creación, que lleva a las figuraciones y a las representaciones hasta la inmovilidad del espacio, ante el paisaje de la desaparición, y a los significados y a los sentidos hasta la visibilidad del silencio y del lenguaje de la ausencia; y, finalmente, a las abstracciones del razonamiento y de la imaginación hasta el pensamiento concreto y sintético de una conciencia. Ese pensamiento no analiza ni idealiza las cosas, las mantiene en su ser íntegro, y se concreta estética y poéticamente en los rostros y en los nombres de las cosas absolutas que han alcanzado los límites del paisaje y los términos del lenguaje, es decir, la inmovilidad última y su silencio.
Kasimir Malévich. Cuadrado negro, de 1915