Leyendo La Cárcel de Papel, de Alfons Moliné, descubro que, de dos menciones que hay del último tebeo de Clowes, nacen dos ristras de comentarios que se centran en la decisión de La Cúpula de publicarlo en catalán y nada más. Y es un tema que, por lo visto, escuece y levanta pasiones.
El “problema” radica no sólo en que La Cúpula lo haya traducido al catalán, sino en que su edición ha salido antes que la de Random House en castellano, esperada para noviembre. Pero no tiene nada de extraño. El mercado de la historieta en catalán es reducidísimo, comparado con la viñeta en castellano. Si La Cúpula quiere vender, tiene que dar un valor añadido a su edición, y éste son dos meses de ventaja para que la gente la conozca y piense en adquirirla antes.
¿Será un fracaso? Lo que está claro es que, si buscas un negocio, primero tienes que crear o encontrar un público que demande lo que vendes. Hay que hacer inversiones que tal vez no recuperes al momento, pero sí en un futuro. Está Glénat, que lleva tiempo invirtiendo esfuerzo en sacar a flote el negocio del cómic en catalán, no sin problemas. No se trata tan sólo de dificultades económicas, sino también de oposición a sus decisiones comerciales.
Con Naruto, al haber primero tanteado el terreno con la edición en castellano y editar la catalana seis números por detrás, decidió ponerla a un precio tres euros inferior, aproximadamente. ¿Respuestas? De todo menos bonito, y el precio se equiparó finalmente a la española. Con Musculman (Kinnikuman) eligió editarlo únicamente en catalán, porque la serie de dibujos animados había sido sólo transmitida por las autonómicas de Valencia y Cataluña y en el resto de España no es demasiado conocida. De nuevo, quejas.
Por otro lado, Planeta deAgostini decidió que el manga Dr. Slump, emitido en catalán y en gallego, saliera a la venta sólo en castellano. Hubo quejas del público catalán, que lo veía injusto, y algunos internautas los acusaron de ser egoístas. Al tener el referente de la serie, el fan tiende a preferir el idioma con el que la conoció originalmente. Pero la decisión de Planeta se apoya en que, pese a ser una obra menos conocida, la fama de su autor Akira Toriyama la precede y puede vender bien en todo el país.
Glénat, en cambio, trabajando con Yude Tamago (Kinnikuman) y una obra que sólo había sido retransmitida en catalán, debió de ver difícil la rentabilidad de su edición en castellano, y de ahí, tal vez, su decisión. Es como editar cómics de Marvel o DC en catalán. El fan de aquí ha conocido toda la vida a estos superhéroes, personajes ya icónicos en la cultura, en castellano. Intentar venderlos ahora como Ciclop, Capità América, Llanterna Verda o Detectiu Marcià es muy complicado.
La novela gráfica, al no pesarle este lastre de la continuidad de las seriación ni de la versión animada en televisión, se encuentra más liberada a la hora de que un público bilingüe la acepte en un idioma o en otro, sin obviar la tradición mayoritariamente en castellano del medio. Personalmente, a la hora de coger una edición u otra me he centrado en la calidad de la traducción o en el diseño de la edición y no en la lengua utilizada.
De las dos ediciones de Blankets, de Craig Thompson, la catalana contiene una traducción tan mala que me llevé, sin dudarlo, la española. En cambio, de las dos de Maus, elegí la traducción en catalán porque no me gustaba la adaptación al castellano de la forma de hablar del padre del protagonista. Con las dos de Fun Home fui más estético: la portada naranja fosforito de la española me produce conjuntivitis y compré la catalana. Con Persépolis funcioné al contrario, y me resultó más atractiva la portada roja de la edición en español que la verde sosainas de la catalana.
La reflexión sobre las traducciones y las lenguas, sobre su contexto social y su situación, es interesantísima y necesaria. Sin embargo, fastidia que estos temas siempre aparezcan más agudizados cuando la publicación en catalán tiene o un precio mejor o es publicada antes que el cómic en español, y no al revés; además de ser sacados a colación como discusiones (y no diálogos) de las que se saca mucha acritud y ningún provecho.
¿Qué acaba resultando? Pues que en un post sobre la última obra de Clowes se enzarcen los contertulios en una disputa con más de ideológico que de artístico y que se obvie el trabajo del autor, como acaba de pasar en esta reseña donde la crítica a un gran cómic como Wilson ha desaparecido.