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Marta Ballbè
(...) bisognache un luogodiventi un paesaggio interiore, perché l’immaginazione prenda ad abitarequelluogo, a farneilsuo teatro(…)
Eremita a Parigi, Italo Calvino
A menudo me he preguntado qué extraña fuerza hace que ciertos lugares traspasen determinados peajes y barreras personales y pasen a formar parte de eso que nombramos un paisajeinterior, mientras que otros nos han rodeado con sus calles, sus edificios, sus avenidas, sus plazas, sus bosques, sus prados, sus montes, sus malecones… pero simplemente se comportan como barrocos y superfluos decorados de estúpidas escenas de nuestras vidas.
Paisajes urbanos, paisajes austeros, paisajes rurales, paisajes marinos, paisajes humildes, paisajes dulzones, paisajes amargos, paisajes suaves, paisajes boreales, paisajes casi infantiles, paisajes de hormigón. Paisajes industriales, paisajes corrosivos, paisajes desolados, paisajes tentadores, paisajes viscerales, paisajes melancólicos, paisajes de plenitud.
Paisajes lunares.
Lunares que dibujanpaisajes en nuestra epidermis.
Paisajes que nos alteran profundamente y pasan a formar parte de aquello que aprendimos a llamar nosotros, impregnando cada una de las membranas celulares que habitan en nuestro cuerpo, simbiosis casi perfecta. Sincretismo recóndito.
