Leer a Adamek es como reencontrarse con un amigo entrañable y un poco loco que siempre nos sorprende con una novedad estimulante. “¿Te imaginas un triángulo amoroso?”, te pregunta un día. Y escribe El señor de los jardines negros. “¿Te imaginas unos saltimbanquis cabreados en el siglo no sé cuantos? Y escribe La fiesta prohibida.
Ahora nos pregunta por bombas atómicas y paisajes desolados y escribe La gran noche.
Punto de partida: tras un holocausto, un puñado de supervivientes se resiste a sucumbir. Malek, el guía turístico de unas cuevas. Méduse, una mujer cuyo vehículo blindado la salva de perecer. Malek huye hacia el norte de Francia, donde se une a un grupo de supervivientes. Méduse halla por el camino a las hermanas Mi y Fa.
En La gran noche vuelve a ver animales entrañables, unas gotas de poesía, toneladas de imaginación y elegancia formal. “La modernidad no debe afectar a la escritura despojando a la lengua de sus elementos más preciados”, dijo en cierta ocasión.
Que siga la fiesta.