La obra poética y plástica del arquitecto Emilio Varela Froján (San Sebastián, 1965) responde a un monolítico proyecto constructivo que, bajo el título LA MÁSCARA Y EL CANTO, además de agrupar las pinturas y dibujos del artista y de referirse al conjunto de sus trabajos de filosofía del arte y estética, recoge junto a Las fuentes de arena cuatro libros inéditos: El libro de las desapariciones y de las ausencias, Las soledades reunidas del amor y de la muerte, Las máscaras del vacío y los cantos de la nada y Los paisajes de la inmovilidad y las oraciones del silencio.
En 2002 recibió el premio Iparragirre Saria por su libro de poemas Las fuentes de arena (Bermingham Editorial, 2003). Ha escrito artículos sobre arte y poesía en revistas y prensa especializadas. Interesado por el discurso estético, ha publicado sus reflexiones en la revista de literatura y artes El invisible anillo. Colaboró en el suplemento literario Pérgola de la Cultura del periódico Bilbao. Su obra ha sido estudiada por Jon Obeso, Rafael Morales y Félix Maraña.
En 2007 presentó su primera exposición individual en las Salas Kutxa Boulevard de San Sebastián bajo el título LA MÁSCARA Y EL CANTO, donde mostraba sus pinturas, dibujos y textos. Un año después lo haría en el catálogo y la exposición colectiva “Colección Dinámica/Bilduma Dinamikoa, Últimas Incorporaciones (2005-2007) al Patrimonio Artístico Kutxa”. Ha participado en diferentes congresos para aportar su visión sobre la figura de Jorge Oteiza.
Poemas
1
A veces el lenguaje
no es más que
una voz cansada,
una palabra que
se ha quedado
en silencio.
(San Sebastián, 23 de junio de 2007)
2
Con las palabras de todos
he intentado un lenguaje
para decir el mundo.
Tengo ya los nombres
y canto para compartir.
Pero cuanto silencio sólo mío.
(San Sebastián, 21 de diciembre de 2007)
3
En el principio de las cosas
el nombre y el rostro,
lenguaje y gesto que
hacían inseparables
la duración y la distancia,
estaban juntos
en los umbrales del mundo
antes del canto y de la máscara.
Con las primeras voces,
las luces primeras,
se despertaron naturaleza
y realidad,
y tras respirar del silencio,
de contemplar lo inmóvil,
se crearon el paisaje y la palabra.
De los límites y términos
que rodeaban el mundo
surgió la conciencia,
lo que todavía existe
aun desaparecido o ausente.
(San Sebastián. Día del Carmen, 16 de julio de 2008)
4
Me detengo en los paisajes donde compruebo
la inmovilidad de los muertos.
(San Sebastián, 26 de agosto de 2008)
5
Nocturnos. Tres despertares antes del amanecer
(San Sebastián, 24 de octubre de 2009)
I
En la boca oscura de la noche,
un pájaro de luz canta:
es el anuncio del día
para el que duerme en el abismo.
II
La noche tiene el sonido
de los trenes vacíos, de la lluvia
en las cañerías, del silencio
de los vecinos. La noche tiene la
luz de las desapariciones y de las
ausencias, y el pensamiento, que no
puede soñar, la lucidez de las sombras.
y III
Escucho el ruido negro de los neumáticos
en los charcos, las descargas de la cisterna
y gotear al corazón. En la oscuridad de la
ciudad, de la casa y del cuerpo, no
hay imágenes ni sueños. Sólo, en el centro
de la noche, la lucidez de unas lágrimas
que brillan.
Escucho la velocidad
de las primeras ambulancias,
la mecánica de sus sirenas,
y el temblor repetido de las campanas.
Así, en su realidad, me recibe la vida:
anunciándome las enfermedades
y la muerte de los otros.
6
La muerte es el laberinto de la inmovilidad.
(San Sebastián, 29 de noviembre de 2009)
Mi vida
A mí me pusieron al nacer el nombre de un familiar muerto. Una palabra, mi nombre, que llamaba a aquella ausencia. Yo era otro en la memoria de ellos, una idea suya que les nació muerta. Y fueron a engendrarme en el olvido, y en el consuelo de una lápida, a despertarme en un cadáver concreto. Entonces, en aquella primera inexistencia, me registraron en el mundo con el nombre de mi futura desaparición.
Al principio, sin embargo, desconocía yo que mi vida toda fuera el eco de aquel silencio, que su reflejo primero se repitiese en la forma exacta de mi cuerpo, como la imagen suya inscrita en letras negras de la tumba donde me enterraron junto a él. Así fue como ellos, con el mismo nombre que anunciara la pérdida y la nueva luz, despertaban, cada vez, a mi cuerpo, y llamaban, realmente, a su conciencia. Pues mi existencia ha sido en un cuerpo desalmado que contiene una ausencia real y los restos de una conciencia que no me pertenece. Lo que me convirtió en un ser de ninguna parte, con una lengua desconocida con el sabor de las desapariciones, con un lenguaje terminal para los muertos, para los Nombres Absolutos.
(San Sebastián, 11 de marzo de 2007)
Mi obra
Si los propios términos y límites de mi obra no coinciden con los paisajes de la inmovilidad y las oraciones del silencio, tendré al fin que sostener toda ella para que no sea sino una máscara en los espejos de la nada y un canto sin eco en los abismos del vacío. Pues cada latido de mi corazón contuvo la luz de los nombres, la transparencia de infinitos silencios ante los rostros y las voces de la naturaleza y, en su intimidad, todo mi cuerpo, detenido en el amor, asustado por la lucidez y la belleza, fue como un deseo sin pasiones, un sueño sin despertar, la negación de lo absoluto en sí mismo, la limitación de lo real y la terminación del mundo.
Mi obra, que consistió en el arte de crear del pensamiento una conciencia.
(San Sebastián, 17 de marzo de 2009)