Luke nº 119 - Julio/Agosto 2010 (ISSN: 1578-8644)

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Diario del hombre pálido, por Juan Gracia Armendáriz
... Su libro nos invita a examinarnos como personas, como profesionales. Nos hace pensar que quizá mañana nosotros seamos ese hombre pálido y pasemos al otro lado de la vida: la vida como enfermos ...

María Jesús Silva García

Este diario abarca ciento sesenta y nueve días de la vida de un hombre con una enfermedad crónica terminal, como es la insuficiencia renal. Sometido a tratamiento periódico de hemodiálisis, tres días a la semana durante cuatro horas. Un riñón artificial le limpia la sangre de sustancias tóxicas que su riñón enfermo ya no es capaz de filtrar. Conectado a la máquina, mediante un catéter yugular, la sangre sale del cuerpo a cuatrocientos mililitros por minuto y vuelve limpia, dejando adherido a los capilares artificiales de una membrana todo lo que no vale: las sustancias de desecho. La enfermedad viene de atrás, este hombre pálido ya la conoce, enfermó a los dieciocho años y, al cabo de un tiempo, la suerte quiso que el trasplante llegara para él. Un riñón hipotecado, que alguien donó y que a él le sirvió para recuperar una “vida sana”, desconectándose así del riñón artificial. Más de veinte años duró el préstamo y hoy nos habla del regreso a la unidad de diálisis, de los olores asépticos, del dolor que paraliza y no fortalece, de lo difícil que resulta seguir la dieta, la medicación, las enfermedades asociadas a la insuficiencia renal que van apareciendo, la restricción de líquidos, todos los líquidos, esa sed perpetua desde la que sueña con beberse cataratas de agua transparente y fría. Nos habla de sus compañeros en la sala de hemodiálisis, Isabel, Gregoria, Iñaki, Ramón, Manuel… Gente como él que tienen otra vida fuera de la unidad, del dolor que allí parece haberse establecido y con el que se convive a diario, de las agujas penetrando en la piel, del vómito, de la hipotensión severa que lleva a perder el conocimiento, de los ojos en blanco y alejados de toda realidad, de los ojos fijos en un sueño. Nos cuenta su impresión hacia los médicos, es una alerta que deja silbando en el colectivo sanitario, esa falta de calor, ese distanciamiento desde el que imparten sus tratamientos, la falta de afecto: “Hay algunos médicos que deberían realizar un cursillo de inteligencia emocional”, “Algo está fallando cuando un veterinario trata mejor a un gato que un médico a sus pacientes”.

Juan Gracia Armendáriz trató el tema de la enfermedad renal en su novela La Línea Plimsoll (Premio Tiflos, 2008). El argumento narrativo de la novela también se sujeta en datos autobiográficos. La excelente prosa hace una reflexión literaria donde la sombra de las dudas sobre nuestra realidad nos lleva a preguntarnos lo que nunca tiene respuesta, o no la encontramos, lo que no dejamos de buscar. La voz narrativa es pausada, sin tiempo definido se adentra en la conciencia de las sensaciones y de las emociones, del miedo, del dolor, del tiempo que pasa y se pierde sin poder recuperar. El estilo narrativo de Armendáriz magnifica así lo cotidiano en sublime.

Diario del hombre pálido es una lista de referencias literarias. Citas, libros y escritores van saltando a lo largo de todo el libro, y así nos hacemos una idea de las fuentes de donde bebe Juan Gracia Armendáriz, Hemingway, Herzog, Ian McEwan, Rilke, Jaime Gil de Biedma, Bolaño, Thomas Mann, Francisco Umbral, una lista extensa que se une a las referencias del cine y la música.

En estos ciento sesenta y nueve días vamos descubriendo a un hombre que, aunque está pálido, está lleno de fuerza y con ganas de luchar. Mira en positivo, es optimista, tiene sueños, uno por encima de todo. No es un hombre enclaustrado en la enfermedad, sigue un “programa de puesta en marcha” que incluye sudar en el gimnasio como si eso sacara de su cuerpo las dosis de veneno que habitan dentro de él. El humor es otro aliado: “Reírse de uno mismo a veces salva”. Nos muestra su refugio: el afecto de su hija, Alejandra, y de su pareja, Silvina, los grandes pilares de su existencia, los que le obligan a reconstruirse una vez más y una más. Descubrimos también a un hombre que anhela tener “libertad de movimientos”; de alguna forma le gustaría asomarse a escenas rutinarias que los demás practicamos renegando y a veces incluso aborreciendo: ir a buscar a su hija a la salida de clase, merendar un chocolate con churros, viajar sin importar el día y la hora, bañarse en el mar una vez y otra vez, hacer el amor. Pequeñas cosas que practicamos sin darnos cuenta, sin darle importancia y olvidando que quizá otro día no podremos hacerlas: “Qué poco necesitamos”, “el paraíso es un café y un cigarro”.

Su libro nos invita a examinarnos como personas, como profesionales. Nos hace pensar que quizá mañana nosotros seamos ese hombre pálido y pasemos al otro lado de la vida: la vida como enfermos. Nos ayuda a conocer el otro lado al que pocas veces nos acercamos, las horas que se pasan en un hospital como enfermo son duras, con más o menos dolor, pero duras. Horas en espera de un diagnóstico, de un tratamiento, de una recuperación o esperando que la vida se acabe. El libro de Juan Gracia Armendáriz nos coloca del lado de los sentimientos, de las sensaciones que los enfermos sufren y que la mayoría de las veces los no enfermos parecemos ignorar. Vidas en la horizontalidad de una cama que sabe de quejidos solitarios, vidas en la verticalidad de los pasillos arrastrando palos de suero, vidas que observan el mundo desde una habitación, vidas que sueñan con ponerse bien, vidas que podrían ser la nuestra, ¿por qué nosotros no? Es también un canto para disfrutar de todo lo que podamos vivir y compartir, suministrar amor y amistad en la alegría y en la queja. Un libro que nos invita a ser mejores, a dar, a dar un poco más.

“Día ciento veintinueve

(...) La soledad del escritor y la soledad del enfermo forman un pleonasmo. El enfermo y el escritor son hombres invisibles que pelean sin tregua, el combate de Jacob contra el ángel. Las palabras, como los límites del cuerpo, son pruebas de una carencia fundamental, pero en días como hoy me sumerjo en la tarea de escribir sin melancolía ni angustia, y al mismo tiempo troceo el medicamento dulzón y lo espolvoreo sobre la cena”. (p. 197)

Diario del hombre pálido

Ficha de la obra:

Título: Diario del hombre pálido
Autora: Juan Gracia Armendáriz
Editorial: Demipage
Año: 2010