Aún no me imagino un futuro sin libros de creación literaria publicados en papel. Me cuesta aceptarlo, aunque la realidad del día a día me dice que ese futuro puede estar más cerca de lo que ahora creemos. Hay razones para pensar que el gran cambio para una nueva época de la edición del libro se está gestando en estos momentos: la venta de los llamados libros electrónicos cobra fuerza mes tras mes y los grandes sellos editoriales ya están pensando en digitalizar una parte de sus catálogos para su comercialización en este nuevo y revolucionario soporte tecnológico. Sin duda alguna que estamos entrando en una nueva Era en la industria editorial. Adaptarse o quedarse fuera de este proceso, como ha ocurrido en otros momentos claves de la cultura de la humanidad, será el gran debate en torno al mundo de la edición durante los próximos años. Los editores tendrán la palabra al respecto, la última decisión, y en sus manos quedará el futuro de los escritores.
En realidad, la transformación en el proceso de la edición ya viene produciéndose desde hace tiempo. La lectura de periódicos y revistas en Internet es algo normal en nuestra vida diaria. Estas palabras, que ahora mismo estás leyendo, lector, están concebidas para su lectura en una pantalla de ordenador. Las monografías y publicaciones científicas y académicas cada vez se editan con mayor regularidad en el formato digital, especialmente en el ámbito universitario, donde ya es costumbre generalizada publicar los trabajos de investigación en formatos sin papel. Pero en todo este proceso de transformación parece que la edición de la creación literaria se está quedando al margen, resistiendo como puede la embestida de este fuerte oleaje tecnológico que azota contra sus costas de papel. ¿Hasta cuándo?
Los escritores de nuestros días buscan en estos nuevos mares infinitos de internet sus pequeñas islas donde escribir sobre la arena digital esas palabras surgidas de los sueños y las soledades, de las tristezas y las alegrías, de la necesidad y la esperanza. La literatura sigue su curso, no importa dónde hallarla, sino dónde sentirla. Pero está claro que vivimos en un tiempo de transición en la edición de la literatura y aún no sabemos con certeza el tiempo que necesitará la edición digital para suplantar la edición tradicional en papel. Este proceso me recuerda aquel cuento de Italo Calvino, titulado “El tío acuático”, recogido en Las Cosmicómicas, cuando el viejo Qfwfq, el protagonista de las historias del libro, nos hablaba de su tío abuelo N’ba N’ba, un pez que se había negado a evolucionar, como el resto de la familia, y convertirse en un reptil, salir de una vez por todas del agua y el lodo viscoso, y vivir en tierra firme como todos los miembros de su especie. Quizás muchos escritores nos sintamos un poco como ese pez llamado N’ba N’ba y aún nos resistimos a los nuevos formatos tecnológicos a la hora de publicar un libro de creación, nos aferramos a no poder palpar la cubierta con nuestras manos, a no poder sentir el paso de las hojas de papel con el tacto de la yema de nuestros dedos. Quizás todos los escritores nacidos antes de la estandarización de internet en el mundo llevamos un tío abuelo N’ba N’ba en el corazón que nos impide salir del agua para caminar como el resto de sus coetáneos por tierra firme. Pero, vuelvo a la misma pregunta, ¿hasta cuándo resistiremos?