Escribir un libro de memorias es como desnudarse frente a un espejo en una habitación con las luces apagadas. Es necesario mirar a oscuras hacia el pasado para que la luz de la conrciencia comience a alumbrar y entrever ciertas imágenes en los laberínticos y lúgubres pasillos del olvido. Recobrada la primera claridad de la memoria, la escritura comienza a dar forma con palabras a esos recuerdos soterrados en una negra lejanía que poco a poco se va convirtiendo en cercano horizonte, aunque, a veces, no todos los recuerdos se presentan a la cita o aparecen vestidos con los mismos ropajes de antaño.
A partir de la oscuridad, entrando en un armario lleno de sombra, Antonio Gamoneda ha escrito sus memorias de infancia, un extraordinario testimonio literario de una de las etapas de la historia de España que más literatura ha inspirado en las últimas décadas. Estas memorias contienen los primeros catorce años de la vida de Gamoneda, catorce años de recuerdos, muchos de ellos heredados de otras personas, o robados de la espesa neblina de esos sueños que se repiten intermitentemente a lo largo de la vida, sueños que no son meras elucubraciones nacidas de la fantasía, sino que forman parte de la realidad biográfica del autor, muy lejos de cualquier atisbo de ficción. Son memorias desordenadas en el discurrir del tiempo; los recuerdos van surgiendo en la escritura en forma de instantes, retazos y vivencias de la niñez entresacados del olvido, a veces distanciados entre sí, pero sin perder nunca su estructura narrativa y su pensamiento poético, logrando, así, transportar al lector a un ambiente y a una época que fue de grandes penurias para toda esa generación de españoles a la que tocó vivir la infancia durante la guerra civil y la posguerra.
En Un armario lleno de sombra, título del libro, el frío está siempre presente en las evocaciones de Gamoneda, un frío en una ciudad de provincias de tierras del norte que siempre aparece acompañado por la carestía, la estrechez en el día a día y la incertidumbre por un futuro inmediato un tanto desolador. Y también está muy presente la muerte, primero la del padre, un poeta menor que falleció joven, y después la muerte de tantos hombres durante la guerra civil. Será en los años de la gris posguerra cuando el niño Gamoneda tome conciencia plena de todo lo que observa a su alrededor. Son tiempos de pobreza, de crueldad, de humillación, de miedo, de fanatismo, que marcarán al niño de por vida. Despeluznantes resultan las descripciones de su paso por el colegio de frailes de los agustinos de León, en las que hace hincapié en el autoritarismo y el sadismo que mostraban hacia los alumnos algunos padres agustinos, un sadismo que hoy podríamos definir claramente como abuso de menores. Sin duda son duros estos recuerdos de la infancia, escritos al desnudo, con toda su crudeza, sin obviar las humillaciones personales, como retrato de una época marcada por el hambre y la desesperanza.
Estas memorias de la infancia de Antonio Gamoneda son un testimonio más del tema de la guerra civil y la posguerra españolas, al que tantos escritores, nacidos en las primeras décadas del siglo XX, han recurrido en sus incursiones literarias. En el caso de Gamoneda, la presencia de la poesía, como cabía de esperar, es muy visible en el proceso de la escritura de estas memorias, lo que hace que el valor de este libro se acreciente mucho más de lo que ya en sí contiene como testimonio biográfico.