...Un paisaje con dos tumbas y un perro asirio aullando la introducción a la muerte, y tú llevando un féretro sobre los hombros por una ciudad que escupe blancura...
Wislawa Szimborska
El gozne de la puerta y la campana de Cracovia tañen noticias para los estudiosos. El calcetín que seca la lumbre del frescor de la nieve, harto de compartir soledad con los mismos versos irónicos, se asoma a la ventana, y bosteza. El otoño que toca a la puerta no es un tiempo para organizar procesiones. ¿A quién debemos estar agradecidos? ¿A nuestras viejas creencias o a la dádiva pagana? Un efímero día... Una vez en la vida... ¡Perdonarme! El poeta llevaba enredando mil inviernos en el misterio y recibe un suspiro de gloria.
Vacíos
Tres renglones vacíos, aguardando la verdad, temerosos de la mancha, y tú, con la pluma del albatros sumergida en el tintero, dibujando palabras de aire sobre las crestas del papel rugoso, deseando que el mar desbarate su soporte y te ofrezca abrigo en el silencio.
En la Ruta de la Seda
Omar Jayyam, harás el camino solo. Marchaba de tu mano buscando la revelación, pero me turbó la mujer del turbante en el lindero del desierto de Sal. Si ella me sonríe, ¿partirá sin mí la caravana? ¿Me salvaré de perecer a manos de los bandoleros que moran en el Monte de los Buitres? ¿Me perdonará el cielo el descuido? ¿Recompensará mis penas el calor del lecho? Recuerda tus palabras... El que no prueba nunca lo sabrá.
Poema en la Gran Manzana
Las balas del pelotón de fusilamiento no rebotaron sobre la tapia de la ejecución, salieron de la soledad de la Universidad de Columbia. Alumbradas por un inmenso letrero luminoso de Times Square, hirieron al rey de Harlem –que gritaba: no hay angustia comparable a tus ojos oprimidos– y a un poeta que atrapaba versos con un cazamariposas por las calles de un antiguo Nueva York.
Un paisaje con dos tumbas y un perro asirio aullando la introducción a la muerte, y tú llevando un féretro sobre los hombros por una ciudad que escupe blancura.
El ombligo y el sur bajándose de su paralelo y el escribiente soplando las cenizas. ¿A quién pertenece lo que conmueve?
La poesía detenida en la frontera como la gallina ante la raya de tiza y el sol más luminoso sobre el azul del país de los apátridas.
Hamelin
Aprenderé el idioma que usa la flauta para hablar con la serpiente. Guardaré en un cesto de mimbre la pesadumbre, y el domingo en la plaza la haré danzar delante del platillo de bronce. Murmuradores y cotillas lo llenarán de monedas. Dirán: le debe su riqueza a la tristeza. ¿Tanto? ¡Pobres envidiosos! Mi tristeza es inmensa.
Muralla China
Junto a la muralla china, en el invernadero de flores secas, Kafka quema algunos papeles mientras tú visitas la taberna y yo, olvidadizo profeta, paso lista de las mujeres que acarician la punta de mis pestañas con el roce de esas nalgas lunares que acompañan los vaivenes del curso del satélite.