Aun siendo sus temperamentos artísticos divergentes, y sus obras de entonces tan distintas, coincidieron en algunos asuntos esenciales. En ambos, muy pronto, se dieron juntas la práctica y la reflexión sobre el oficio del artista. Reflexionaron sobre el arte y la creación, al tiempo que hacían sus obras. Entendieron, desde el principio, que todo arte verdadero pasa por crear un nuevo concepto de máscara, y delimitaron con sus obras la relación íntima entre la máscara y el paisaje. Ambos artistas trataron de forma directa y consciente con la muerte, y crearon de sus obras y de su arte distintas protecciones reales, no simbólicas, contra ella, una estética, contraria al ideal de la belleza y a la representación de los espejos, que superaba la imagen y la figura, y que consideraba la máscara y el paisaje como los lugares del vacío y de la inmovilidad, que se dieron, en el caso concreto de Nicolás de Lekuona, como los límites del rostro y de la naturaleza. Efectivamente, basta con fijarse en varias de sus obras, para encontrar en ellas, a pesar de su diferente naturaleza estética, que en Lekuona estaba entonces en un surrealismo subjetivo y en Oteiza mostraba ya signos de lo que sería su inclinación hacia el racionalismo objetivo, claras similitudes estructurales, en cuanto al tratamiento concreto de la figura y del paisaje, del rostro y de la máscara.
Ciertamente, hay cosas sobre la realidad -conciencia de la muerte- y la muerte -realidad suprema- que están en el centro esencial de su obra. Cráneos, rostros y máscaras intercambiando su ser, sus distintas naturalezas por una mayor realidad, las cosas que con su arte alcanzaban el máximo nivel de existencia como criaturas de lo real. Retratos de su rostro, de los de sus familiares y amigos, pintados y fotografiados figurando máscaras, objetos personales con gran capacidad de ensoñación y una metafísica de las cosas inanimadas, y autorretratos de su propia muerte. Compruebo que para Lekuona visualmente un cráneo puede ser: un sombrero hongo, una horma de sombrero, la cabeza de una nadadora cubierta por su gorro de goma... Cosas que convertía con su arte en imágenes metafísicas, en objetos más reales, con tanta gravedad como carga simbólica. Lekuona veía en el rostro dormido dos cosas: el cráneo como realidad y muerte; y la máscara, como la imaginación y el sueño. Una obra plenamente consciente para una persona que murió tan joven. El 11 de junio de 1937, seis meses antes de que cumpliera los veinticuatro años, moría trágicamente en los montes de Frúniz. Oteiza recordaba aquel fatídico día con estos versos de la 2ª parte del poema LEKUONA, 1937 once de junio ha sido: "viaja a su muerte Nikolás de camillero / Nikolás con la muerte en su camilla / mi memoria tengo hoy de luto / yo tu más íntimo amigo" y añade "tantos años después de ti he vivido y me has acompañado / estaré en Frúniz donde caíste / estaré en tu tumba de Ordizia he llorado".
Los límites del rostro: la máscara y el cráneo.
Sobre Fotomontaje de 1937. Nicolás de Lekuona