Emilia Lanzas. El libro comienza con Séneca. Su estoicismo supone una declaración de tu propio estado para enfocar el texto: "(…) cuanto más se hincha el alma o más cree que pueda ella, más iluso se torna el hombre o más nada se hace, más Sujeto. La pasión es una falta de tono en el alma, una sinrazón o locura, un furor". ¿Desde la templaza y la racionalidad desprovista de sentimiento está la mejor manera de afrontar el tema del holocausto? ¿La Stoa en la Shoah?
Raúl Fernández Vítores. Séneca es el moralista que termina escribiendo una física, un filósofo que pasa del debes al es, del consejo y la prescripción a la mera descripción; y lo hace convencido de que la Física no desdice la Moral.
Todas las citas del libro atribuibles a Séneca están sacadas de sus Cuestiones Naturales, esto es, de la física que el filósofo cordobés escribe casi al final de su vida. Por otra parte, el concepto de Sujeto (con mayúscula) barajado en el libro se acerca mucho al concepto sartreano de Nada.
Utilizo la figura de Séneca como paradigma del filósofo estoico, que es aquel que postula que el mundo está hecho, en última instancia, para el hombre. Pues bien, es precisamente esta fe antropocéntrica que los antiguos estoicos llamaban prónoia lo que el Holocausto cancela.
E.L. ¿Coincides también con Séneca en su afirmación (Sobre la felicidad) de que toda ferocidad procede de la debilidad?
R.F.V. Debilidad se dice de un poder respecto a otro que lo supera; pero la verdad es que todo poder, por pequeño que sea, se ejerce plenamente. No existe un poder que no sea en acto, que no se ejerza. Para el estoico, el arte de vivir está íntimamente ligado a una filosofía de la naturaleza. «Obra conforme a la naturaleza» es su receta. El hombre, en la medida en que ignora las causas que determinan los hechos y se limita a querer los fines que le marca el deseo, es un loco. Lo es inevitablemente cuando nace, y no son muchos los que dejan de serlo a lo largo de sus vidas, por dilatadas que sean. El secreto para alcanzar la cordura es lograr disolver la pasión en el juicio. Acción y comprensión marchan entonces a la par, pero nada cambia respecto al poder y su ejercicio.
E.L. Declaras en el libro que Auschwitz es nuestro peccatum originale, nuestra culpa heredada, el horror que inaugura la época posmoderna: el acontecimiento que hace incompatibles humanismo y razón. ¿Es imposible la catarsis? ¿No existe algún medio para liberarse de esa culpa "patrimonio" de la humanidad entera? ¿Nunca más se podrá nombrar lo humano sin vergüenza?
R.F.V. Parafraseando al filósofo francés Michel Foucault, podemos decir que «lo humano» mismo es un invento del capitalismo. Tal es la esencia de la mentada culpa. Quizá sea más exacto afirmar que el modo de explotación capitalista demandó hombres al principio y luego, a partir de un cierto momento histórico, potenció que algunos desaparecieran. La Modernidad nace cantando la loa del hombre y Auschwitz es una fábrica de matar hombres. Después de Auschwitz, efectivamente, humanismo y razón ya no van más de la mano; después de Auschwitz ya nadie puede creerse que el quinto mandamiento sea un precepto de la razón; después de Auschwitz, el programa ilustrado (que confiaba la realización de la justicia en la tierra al pleno desarrollo de la autonomía racional) pierde definitivamente suelo; las grandes palabras de la Revolución francesa quedan absolutamente en el aire después de Auschwitz.
E.L. La máquina reemplaza al hombre. El capital ha optado rotundamente por ella. El hombre residuo irá aumentado hasta alcanzar una masa de proletarios totalmente innecesaria. Así lo definías en Teoría del residuo: "El residuo es lo que queda del pletórico cuerpo del trabajo una vez que éste deja de ser el protagonista absoluto de la producción, es el hombre que pasa del centro al margen del universo capitalista". Los excedentes que el plusvalor ya no necesita… ¿Auguras futuros exterminios?
R.F.V. Bueno, suele decirse que todos llevamos un nazi dentro, ¿no es verdad? Pues bien, mi libro postula que no sólo lo llevamos dentro. Lo verdaderamente escalofriante del nacionalsocialismo es que, lejos de ser una monstruosa anomalía puntual, tiende a convertirse en la normalidad. Progresar a costa de lo que sea, mirando hacia otro lado si es preciso, es lo que comúnmente hacemos. No es fácil reconocer que la extinción de casi seis millones de judíos europeos, alrededor de un cuarto de millón de gitanos, miles de enfermos y prisioneros, es la otra cara del welfare. Confianza ciega en el Estado de bienestar, crisis económica y demagogia política constituyen un caldo de cultivo perfecto para que lo peor se produzca.
Continúa en el próximo número
Acaba de salir Séneca en Auschwitz. La escritura culpable, en la editorial Páginas de Espuma, consecuencia y compendio de la trayectoria de pensamiento del filósofo y profesor Raúl Fernández Vítores, iniciada con De la alienación a la explotación (Ediciones Libertarias, 1991) y continuada por Teoría del Residuo (Endymion, 1991), Sólo control (2002) y Los espacios bárbaros (2007), ambas también publicadas en Páginas de Espuma.
El capitalismo continúa despojando al individuo de su condición de ciudadano, prescinde de su fuerza de trabajo, controla su vida y, si es necesario, lo aísla. En esta última vuelta de tuerca, puede que sea aniquilado si así lo aconseja "el estado de las cosas". Para el autor, Auschwitz y el holocausto en general no suponen una ruptura en el Estado moderno, sino que esta planificación de exterminio perfectamente calculada está dentro de la misma lógica del capital. La democracia burguesa permite, en ciertas circunstancias, esa deriva ideológica.