No ha habido en la poesía española contemporánea un poeta que haya bebido tan intensamente de la poesía extremo oriental como José Corredor-Matheos. En su caso no podemos hablar de una influencia superficial, meramente esteticista o exótica, sino de una influencia profunda, vivida y aceptada como propia para expresar la relación del ser humano con el mundo que le rodea. La publicación de Carta a Li-Po, en 1975, significó el inicio de una poesía esencialista marcada por el acercamiento a la poesía y la mística extremo-orientales, de las que José Corredor-Matheos no se ha separado hasta nuestros días. Ejemplo de ello lo tenemos en sus dos últimos libros publicados, El don de la ignorancia (2004) y Un pez que va por el jardín (2007). La poesía clásica china y japonesa, el taoísmo y el budismo, especialmente el budismo zen, forman parte de esa tradición estética y espiritual en la que el poeta manchego ha consolidado su trayectoria poética durante los últimos treinta años. Podríamos hablar no sólo de un poeta occidental que ha buscado en lejanos mundos una veta literaria para afianzar su quehacer poético, sino también de un poeta occidental que ha encontrado en los saberes del Lejano Oriente esa esencia universal para enfrentarse a la realidad del día a día y explicar el misterio de vivir a través del despojamiento del lenguaje en el poema, donde sentimiento y pensamiento se abrazan con total naturalidad, en constante equilibrio. De ahí la grandeza de la poesía de Corredor-Matheos, la de la universalidad, imposible de enmarcar en una tradición determinada y en un tiempo preciso.
En Carta a Li-Po, José Corredor-Matheos inició su etapa poética de madurez. En el propio título del libro se nos hace referencia a uno de los grandes poetas clásicos chinos, Li Bai (más conocido en Occidente con la transcripción fonética de Li-Po o Li Tai-pei), que junto a Du Fu, Wang Wei o Bai Juyi ha sido considerado como una de las cimas poéticas de la poesía de la dinastía Tang (618-907), la Edad de Oro de la poesía en la historia de la literatura clásica china. La elección de Li-Po en el título del poemario no va a ser en balde: estos poemas se insertan perfectamente en esa aureola poética tan evocadora que hemos leído en los grandes maestros chinos. Iniciar un diálogo con un poeta como Li-Po es iniciar un diálogo con una tradición poética en la que la voz que poetiza siempre se ha caracterizado por la disolución del “yo” del individuo en el paisaje que lo envuelve, en la fusión del individuo y el universo, en definitiva, en la plenitud del vacío. De ahí que un poeta como Li-Po, que vivió hace más de mil doscientos años, no sea tan lejano y extraño a la reflexión poética de José Corredor-Matheos. La poesía que tiende hacia lo universal siempre ha superado las barreras del espacio y el tiempo, las lenguas y las tradiciones culturales. Las mismas preguntas y dudas que mostraron los poetas clásicos del Lejano Oriente se manifiestan con la misma clarividencia en la poesía del poeta manchego muchos siglos después.
Acaba de publicarse en la editorial Calambur el libro Estudios sobre la poesía de José Corredor-Matheos, editado por Jesús Barrajón Muñoz y María Rubio Martín, y donde se recoge una serie de ensayos sobre la obra de Corredor-Matheos, que hasta la concesión del Premio Nacional de Poesía, en 2005, a sus setenta y cinco años de edad, no había tenido la repercusión pública que su poesía merecía. Este libro llena un gran vacío en los estudios de poesía de nuestro país y hace justicia a una de las voces poéticas más relevantes de las letras españolas contemporáneas. Sin duda es una celebración para la poesía que la obra de un gran poeta como José Corredor-Matheos se haya convertido en centro de reflexión y estudio, y que cada día sean más los jóvenes poetas que descubran en su universo literario la voz de un Maestro.