No es errado asimilar la escritura de Antonio Tello (Villa Dolores, 1945) a la poesía. Si bien ha escrito numerosos ensayos, cuentos y novelas, la poesía define el modo básico en que se vincula con la lengua. En más de una ocasión, Tello ha señalado que, desde que comenzara a escribir, su meta última (y tal vez inalcanzable) ha sido la palabra descarnada y fundadora. La que traza combinaciones sintácticas impensadas. La que rehúye las significaciones preestablecidas y esquiva las determinaciones retóricas, para cotejarse a sí misma con sonoridades e imágenes insólitas. La que inaugura mundos plurales llevando el lenguaje mismo al borde de la disolución.
En "Sílabas de arena" (2004), su primer libro de poemas publicado, Tello practica a fondo esa tentativa utópica, y excava en la lengua, sondea sus sustratos últimos y, rozando el vacío del silencio, se asoma al reverso de las palabras, a esa zona indeterminada donde acontece lo indecible, lo inaudible. "Creación", el extenso poema que abarca casi la mitad del poemario, se puede leer como una metáfora del acto creativo que implica una suerte de implosión lingüística: el texto se desperdiga, la puntuación desaparece, las frases se entrecortan, la palabra se desarma y descompone en sílabas hasta alcanzar los estadios de la pura grafía y la pura sonoridad: un trazo fluctuante, un silabeo y un latido que desbordan el lenguaje y se confunden con la sustancia primordial de la vida: "Ese alfabeto no humano que anida en el origen".
Esta poetización de lo originario, del caos que precede a la conformación de lo existente, que rebasa las articulaciones discursivas, se continúa en Naturaleza viva (2006). Publicada en Italia, la plaqueta reúne una selección de siete poemas de "O las estaciones", libro que todavía permanece inédito. Más que de una representación mimética de los ciclos naturales, en estos poemas la mención al bosque, al río o a la nieve funciona como un procedimiento de corte simbolista; son figuras construidas por el autor para revelar las correspondencias (ese fronda de símbolos de la que hablaba Baudelaire) que constituyen al mundo como una unidad a la que sólo el decir poético es capaz de nombrar por la vía oblicua y sugerente de la metáfora.
Conjeturas acerca del tiempo, el amor y otras apariencias se titula el poemario de Antonio Tello que ediciones Cartografías publica en Río Cuarto en 2010. Escritos con anterioridad a los que integran Sílabas de arena, estos poemas están atravesados por el tiempo del terror, el desamparo y el desarraigo, y participan de esa inestabilidad que confiere el exilio y del esfuerzo por no caer en el abismo.[ver más]
Tratados como apariencias, el amor y el tiempo (pero también el destierro, la muerte y la propia identidad) constituyen un polo de atracción para que la memoria y el sueño proyecten una retícula de hipótesis, la trama de un juego de posibilidades donde la presunción, la sospecha y el atisbo se tornan instrumentos indispensables para que una conciencia se indague, continua y vorazmente. Ésa es la materia que Tello modela en Conjeturas… Un plexo de entidades y/o situaciones escurridizas y enigmáticas. Así, lo autobiográfico, antes que un cúmulo de experiencias efectivamente vividas, una retahíla de testimonios concretos y verificables, deviene un campo conjetural, el territorio habitado por veladuras y misteriosos aconteceres, que la escritura recorre con delicada y puntillosa paciencia, internándose, sin lamentaciones ni estruendos, en el vértigo de un abismo que disuelve las certezas y los dogmas. Lo que Tello imagina y escribe en estos poemas es prioritariamente mental. Un mundo densamente subjetivo que, sin embargo, o tal vez por eso mismo, nos recuerda que la historia es barbarie y miseria, y que la poesía es ese resplandor que alumbra las ruinas del pasado, captura las irradiaciones repentinas del presente y avizora los rastros esquivos del porvenir.
En Realidad interna y Función de la Poesía, un ensayo que data de 1952, Edgar Bayley anotaba: "Pero hay un lenguaje específicamente poético. Todo poeta se expresa de manera inhabitual. Este hecho, aunque no implique la definición más cabal de la poesía, constituye una de sus características o fatalidades más persistentes. El poeta no puede eludirla. Y por mucho que se acerque en el estilo de su producción al lenguaje cotidiano, algo marcará la diferencia con éste, algo tornará extrañas para nosotros sus líneas de palabras. Sin embargo, para que este lenguaje sea válido desde el punto de vista poético, es preciso que se muestre, aunque diferente del lenguaje habitual, como otra capacidad del hombre, útil para su comunicación. De este modo, esas formas expresivas, inicialmente extrañas para nosotros, se integrarán en nuestra vida íntima y servirán a nuestra expresión cotidiana".
Sin duda, las reflexiones de Bayley comprenden a la poesía de Tello: el apartamiento, sistemático y meditado, de los usos instrumentales del lenguaje no sólo deviene en una forma de expresión extraordinaria. Funciona, también, como un modo de conocimiento provisorio, errático e intenso del mundo y de nosotros mismos. Nos enfrenta a la finitud y el desamparo, a la maravilla y la dicha del vivir. Interrogándose nos interroga, sacude e ilumina.
El número 3 de la revista Cartografías. Mapas de un territorio imaginario, está íntegramente dedicado a la obra del autor [ver aquí]. También cabe destacar el trabajo de Víctor Escudero "Todos los hombres el hombre. Lectura de los cuentos reunidos de Antonio Tello", en Antonio Tello: El mal de Q. (Candaya, Barcelona, 2009, pp. 5 a 19).
Título: Conjeturas acerca del tiempo, el amor y otras apariencias
Autor: Antonio Tello
Editorial: Cartografías
Año: 2010