Luke

Luke nº 109 - Septiembre 2009
ISSN: 1578-8644
Vicente Huici

Mirando hacia otra parte: Loved and broken Menorca

Con este tajante verso cierra el poeta de Alaior Ponç Pons su poema Man of islands. Amada Menorca, sí, y no sólo por sus calas exultantes de belleza primigenia, sino también por sus caminos interiores, retorcidos y estrechos entre paredes secas de innúmeras piedras. Pero también Menorca rota, rota por playas demasiado urbanizadas, por apartamentos insolentes, por hoteles que, como el de Son Bou, nunca debieron construirse. Pero, sobre todo, rota por quienes quieren sacar pingües y rápidos beneficios.

Puerto de Ciutadella, una mañana de agosto: un café, una horchata y un zumo de melocotón. Un total de siete euros con cincuenta, esto es, a dos cincuenta la bebida, o sea ¡a 416 de las antiguas pesetas cada uno! Es Grau, un medio día de agosto: una dorada de piscifactoría (eso sí, con un par de hojas de lechuga), 16,50 euros más un IVA del siete por cien, es decir, ¡algo menos de tres mil de las famosas antiguas pesetas! Puerto de Maó: en la factura de la cena aparece un agua de más, a 2,5 euros –o sea, unas cuatrocientas cincuenta pesetas–. Tras la oportuna reclamación y corrección, una visita inoportuna al servicio del restaurante permite oír la siguiente conversación: “Paco, te has pasao. Ya te dije que eso sólo se puede hacer con las mesas grandes, porque en las pequeñas se nota”.

Las guías más populares se hacen eco de una supuesta costumbre de dejar una propina del 6 por cien, pero, al parecer, algunos –no todos, por supuesto– deciden cobrársela por su cuenta. En cualquier caso, la sensación para el viajero es la peor de todas, la de sentirse engañado y, además, a posta.

Y así no se puede mantener la confianza –ni, por supuesto, salir de ninguna crisis–, y menos cuando los jueces andan por islas muy próximas a la caza de políticos ladripodridos. Así dan ganas de irse y de no volver.

De irse y no volver antes de que ocurra aquello que profetiza el mismo Pons en su Terra d´adeus: “Prest serem souvenirs mohicans i estrangers”.

Y, sin embargo, volveremos. Volveremos para pasear por las viejas calles de Ciutadella, para tomar un excelente helado de La Menorquina, para comer en el Aurora –y también en el siempre bien surtido y organizado Sa Paissa–, para merendar una ensaimada en Alaior y degustar el queso de Es Mercadal. Y, por supuesto, volveremos para bañarnos entre pinos en las aguas turquesas que rodean la isla.

Loved and broken Menorca!

Aperitivo