Hace poco encontré, en la estantería de casa de una amiga, la novela No hay problema, de Edmundo Desnoes, en un viejo ejemplar de ediciones R (erre de revolución). En ella se adivina el talento y la valentía del autor de Memorias del subdesarrollo. Este cubano que pronto se mudó en Nueva York ha disgustado por igual a castristas y anticastristas. Hace poco ha vuelto a ser invitado a Cuba, tras años de ostracismo. Ni siquiera obtuvo el reconocimiento que merece tras el éxito de la adaptación al cine de su novela más emblemática. La película, del ya fallecido Tomás Gutiérrez Alea, ha sido elegida este febrero la mejor cinta de la historia del cine iberoamericano, por delante de otras obras de Buñuel, Walter Salles o Almodóvar. Fuera de Cuba tampoco tuvo gran suerte: tanto Reinaldo Arenas como Cabrera Infante, opositores en el exilio, le criticaron abiertamente.
El protagonista de la novela, Sebastián, es un intelectual de clase media. Está enamorado de una mujer negra, pobre y analfabeta, y no entiende que gente como ella no apoye la revolución que viene a salvarla de la desigualdad. La chica está enamorada de otro: un patético militar batistiano de bajo rango. Sebastián es torturado por la policía a causa sus escritos, en los que flirtea con los barbudos. La novela empieza con un recuerdo de infancia de Sebastián: un niño le pidió que le dejara dar una vuelta en su bicicleta. Era un limpiabotas. Él se la prestó y el otro decidió no devolverla. Entonces Sebastián fue a casa, cogió una escopeta de aire comprimido y salió a buscar al ladrón. Cuando lo encontró le disparó cuatro balines en las piernas, y el chico salió corriendo llamándole criminal. Sebastián nunca volvería a usar su bicicleta. Esta anécdota encierra de modo admirablemente compacto muchas cosas; qué es eso llamado propiedad privada; la desigualdad racial y la vida de los oprimidos; la rabia de los ricos por su propia ingenuidad, que funciona como motor contrarrevolucionario; el duro golpe de conocer la distancia que nos separa.
Contra Desnoes se pusieron a funcionar las máquinas del olvido: tanto la de la dictadura cubana como la de la quebradiza democracia norteamericana -y europea. Tal vez Desnoes sea la tercera Cuba como Unamuno o Besteiro fueron la tercera España. Pagó caro su no alineamiento. Ahora lo han publicado en España, en Mono azul Editora. Tendremos que leerlo para pensar mejor a Cuba. Saldremos de la lectura sin tantas seguridades. Sin tanta calentura ideológica, con más conocimiento de nuestra pequeñez.