La masa
Paralelamente a su investigación sobre las hermanas Alba, Pilares mantiene una búsqueda interior, esta vez con espíritu de minero, buscando su veta de escritor. Para ello cuenta principalmente con tres amigos, que junto con Pilares conforman una versión literaria de los tres mosqueteros, todos distintos, todos unidos. Los tres son personajes reales, al menos en apariencia:
Pilares se compara con ellos y con otros autores, asume las reflexiones de otros creadores sobre el proceso de creación (la influencia de la inspiración, del trabajo, de la suerte) y extrae sus propias conclusiones (página 36: amante ingrata que le pide más de lo que puede dar, pero de la que sigue enamorado como la mariposa de la luz).
Al mismo tiempo, disecciona el panorama literario bilbaíno (editores, libreros, escritores) con pluma ácida, pero no amarga, con humor y un atisbo de esperanza. Nos habla de intereses económicos vestidos de compromiso cultural, de la asimetría de los idiomas en la edición vasca, de la arrogancia de las instituciones, de las influencias en los premios literarios y, en definitiva, de la soledad del creador como patera en medio del Estrecho.
Lo mismo que en la investigación que después quiere ficcionar, la de las hermanas Alba, en su búsqueda interior Pilares también lucha con la bravura del toro en la plaza. La búsqueda es autoficción para el autor, real para Pilares y ficción para nosotros como lectores, todo mezclado.
En el fondo, Pilares quiere demostrarse a sí mismo, y a los demás, que es capaz de concebir y contar una historia como los demás escritores a los que conoce y, en algunos casos, admira.
El ingrediente
Aparece en la novela un personaje, también real, Seve Calleja, también escritor, que actúa un poco como el Pepito Grillo de este Pinocho fabulador que se sienta a mi derecha. Un día le dice a Pilares: “Escribes bien, pero a tus novelas les falta alma”. Si esto te lo dice un amigo, una de dos: le das un abrazo o dos ostias, pero nada intermedio.
A Pilares esta crítica le espolea y le lleva a decir a un amigo que trata de fundar una editorial para publicar escritores vascos en castellano (página 38): “Me gustaría construir una especie de obra global que tenga a las hermanas como mera excusa”.
La obra total. Si leer es viajar, desde luego escribir es soñar. Escribir la obra total es el sueño inalcanzable de muchos autores, nuestro Santo Grial. Sueño de quijotes, también sueño artúrico, pero que mientras exista no faltará quien escriba, a pesar del esfuerzo cotidiano, de los desprecios de las editoriales, de los torpes malabarismos de los suplementos culturales o de la decepción de ver publicada una obra y no verla en las librerías por una deficiente distribución.
Y escribirla desde Bilbao, que, por cerrar la metáfora de la croqueta, es el aceite caliente en el que nadamos y nos freímos, una ciudad que literariamente aún no ha matado al padre, que aún no ha enterrado a sus mitos, para que fertilicen la tierra sobre la que pueda brotar libremente la energía creativa que atesora. Una ciudad, como apunta Pilares, que algunos prefieren que siga siendo, literariamente, una cómoda charca para que no lleguen demasiadas ranas a quitarles el sitio, en lugar de río que fluya conformando su cauce.
Lo que ha construido Alex Oviedo con Las hermanas Alba no es el sueño imposible de Pilares, pero al mezclar como ingrediente el alma, la autenticidad, consigue una valiosa verosimilitud que trasciende a la historia de las hermanas y hasta a la de Pilares.
Y es que en la construcción de la novela, Pilares observa a las Alba desde una posición donde cree que está quieto, pero Alex Oviedo como autor sabe que no es cierto, que su lugar de observación también se mueve. Me imagino que a algunos esto os recordará los fundamentos de la teoría de la relatividad. Quizá lo inquietante de esta novela se derive de que los lectores, por lo menos yo, vislumbremos que el punto de observación del autor también se mueve, que ya no podemos fiarnos de la fijeza no ya de la posición del narrador, sino ni siquiera de la del autor, y eso nos desconcierta, pero también nos atrae porque no nos permite quedarnos al margen.
Esto es para mí Las hermanas Alba. Una novela que os propongo que degustéis porque lo merece... y mucho.
Alex Oviedo