Con traducción de Julio Cortázar –que aún continúa considerándose la mejor realizada en castellano– y con comentarios introductorios de escritores para cada uno de los cuentos, la edición que ha realizado Páginas de Espuma supone un estupendo homenaje a los doscientos años de existencia de Poe.
Lo primero que impresiona al leer este libro es la enorme vastedad y complejidad de la obra de Poe. Diversos, profundos y perfilados, ningún cuento es igual que el anterior, cada uno posee su propia fuerza y un espacio original perfectamente delimitado. Fantasía, metafísica, romanticismo, intriga, terror, misterio, necrofilia, reflexión, sadismo: son numerosas las perspectivas que se pueden utilizar para enfocarlos.
Es cierto que los más conocidos –tal vez por lograr permanecer en nosotros de una forma casi sobrenatural– son aquellos relatos que crean una atmósfera única, aquellos que dejan un poso espiritual, terrible y cercano; una sensación de desamparo y conocimiento. En estos cuentos (entre los que se encuentran La caída de la Casa Usher, El pozo y el péndulo, El gato negro o La esfinge), autor y lector acaban unidos por esa difícil y terrible exploración del “trasfondo subconsciente”. Como dijo Rafael Llopis, “deseo y horror son aquí uno, lo que está de acuerdo con Freud, para quien lo insólito es lo que algún día fue sólito, y lo terrorífico, lo que algún día fue deseado”.
¿Dónde termina la fantasía y dónde comienza la realidad? ¿Dónde acaba la vida y se inicia la muerte? Los narradores nos anticipan que sus mentes les juegan malas pasadas, que tal vez cierta locura… La duda. La falsedad de las certezas. La ambigüedad de los axiomas. Las introspecciones constantes del hombre que estudia al hombre. El amor que inevitablemente acaba. Los presentimientos. La muerte. Y sobre todo el miedo. El miedo que impide la paz, el disfrute. El miedo a no se sabe qué. A algo que se percibe fuera, pero que habita en nosotros. Esa inmensidad que el hombre desconoce y que camina cada día con él. Como indica Carlos Fuentes en el prólogo, Poe se separa no sólo de una época histórica, sino también “de la historia en cuanto devenir lineal, mensurable, para instalarse en el tiempo original del miedo, los asaltos salvajes a la integridad moral y física, la dolorosa formación de las conciencias: el tiempo antes del tiempo”.
No obstante, también Poe es humor (Conversación con una momia o El hombre que se gastó), y el estadounidense fue profundamente analítico y científico, irónico y, por supuesto, crítico. Son numerosos los cuentos en los que vapulea la conducta burguesa y el espacio estrecho y retorcido del orden. Y también, sin duda, Poe tuvo un amplio sentido poético. No sólo en la forma y en el lenguaje, sino también en la percepción. Poe deja la impronta de lo que él siempre se consideró: un poeta. Un poeta desmesurado, perdido, huérfano. “Mi vida ha sido capricho, impulso, pasión, anhelo de la soledad, mofa de las cosas de este mundo”.