Luke

Luke nº 105 - Abril 2009
ISSN: 1578-8644
José Manuel Botana

De nuevo

Cuando me desperté los peces habían muerto, me enfundo el traje negro, fuerzo los pies a entrar en mis zapatos nuevos y salgo a la calle algo desorientado, tanteo el sonido de las campanas y estiro el cuello hacia la derecha abriendo mucho los ojos para escuchar mejor, juraría que la iglesia se encuentra a unos trescientos metros, por mucho que los edificios altos me quieran engañar el repique de las campanas me sirve de guía. Allí están los invitados, como plantas amarillas en maceta sin regar, camino lo más rápido y erguido que puedo para no parecerme a ellos, hay un pobre en la escalinata de la iglesia que me dice algo que no entiendo, es entonces cuando el párroco se acerca a mí, pero en el último momento se escora hacia la izquierda y se dirige al indigente invitándole a que se largue, sobre el portón de la iglesia se erige en la cruz el suicida de siempre y en el interior, más cadáveres desangrados, como para no temblar; busco a la novia sin éxito, no ha llegado todavía o tal vez no venga nunca. Algunas personas que no conozco de nada me dan palmaditas en la espalda y me felicitan apretándose contra mí, entre tanto público aparece una mujer vestida de negro, con guantes hasta los codos y maquillado su rostro con un blanco intenso.

–¿Te acuerdas de mí?

Mentiría si dijera que no la recuerdo, como recuerdo el piercing de su ombligo coqueteando con el frío y su voz angelical que tintinea en mi cabeza, me afloja la corbata, y la chaqueta comienza a resbalar, extendiéndose hacia el camino de la luz, escucho al padre de la novia preguntar quién es esa payasa que se toma tantas confianzas con el novio, nadie contesta, nadie lo sabe. Comienzan a entrar los invitados y miro hacia atrás, quisiera atreverme a huir de allí, regresar a casa para intentar resucitar a los peces pero mi novia surge de la oscuridad vestida de blanco y subo los tres escalones que me separan del altar con el corazón encogido por la falta de aire, por intentar respirar en dos sitios a la vez, mi novia pregunta qué tal he pasado la noche y yo le cuento lo de los peces restando importancia al fatal desenlace que han sufrido, se agarra a mi brazo, el cura nos sonríe. “Te quiero”, le digo, ella sonríe detrás del velo y busca con la mirada a su padre que con piel de cordero y mandíbulas de lobo está esperando para entregarme algo, el párroco habla sin parar con un libro en la mano, un latigazo recorre mi espina dorsal cuando describe con todo lujo de detalles el sacrificio de los animales, pronuncia mi nombre y hace la pregunta, yo miro hacia atrás buscando la cara blanca intensa, la mujer de los guantes negros que ahora sonríe y me habla pausada; en sus carnosos labios rojos leo un…

–Di que sí, no es el fin del mundo.

De nuevo

Obra: De nuevo
Técnica: Composición fotográfica
Artista: Malena de Botana

José Manuel Botana
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