Otra forma narrativa que parece competir en un tono menor con la novela es la literatura autobiográfica. En efecto, de un tiempo a esta parte circulan por las librerías diversas modalidades de diarios, dietarios, memorias y confesiones que en la mayoría de los casos lo son de personajes ya conocidos por sus vínculos con la política, la jet-set o la misma literatura.
En algunos casos se trata de verdaderas piezas maestras que rememoran con acierto clásicos como las Confesiones de Rousseau, Las memorias de ultra-tumba de Chateaubriand, o, más recientemente, y en otro tono, los diarios de Anaïs Nin o los del escritor portugués Miguel Torga.
En su conjunto, la literatura autobiográfica gira, como su propio nombre indica, en torno a la vida que la sustenta, si bien sus diversas formalizaciones marcan un acento diferente. Así, el diario, en la medida en que es un diario íntimo, rescata los altibajos psico-sociales de quien lo escribe, siendo precisamente su constitución como sujeto la línea de articulación predominante (Béatrice Didier, Le journal intime. Ed. P.U.F. París, 1976) Tal es el caso de los diarios de Franz Kafka o de Virginia Woolf. El dietario, por su parte, pretende alcanzar cierta objetividad, anotando con precisión anécdotas y reflexiones sin renunciar a incluir muy de vez en cuando algún matiz de carácter personal. El modelo más definido y próximo de dietario es quizá el del catalán Josep Pla, que se desarrolló a lo largo de un ingente número de páginas desde El cuadern gris.
Las memorias y las confesiones constituyen ya un relato ordenado de los avatares vitales de un sujeto, distinguiéndose fundamentalmente por insistir más las primeras en algunos acontecimientos relevantes que vivió, mientras que las segundas se centran en el devenir personal de su autor. Buenos ejemplos de ambas dos son las ya citadas de Chateaubriand y Rousseau. En cualquier caso se puede deducir rápidamente que estas dos últimas formalizaciones autobiográficas operan en la práctica como novelas, y que sus semejanzas estructurales con las “novelas de formación” pueden en algunos casos suscitar muchas confusiones.
Para intentar evitar tales confusiones, algunos críticos literarios han elaborado una teoría sobre la literatura autodiegética (o sea, la que discurre sobre quien la escribe). Entre ellos destaca por su perseverancia Philippe Lejeune, quien afirma que, por oposición a todas las formas de la ficción, la biografía y la autobiografía son textos referenciales, como el discurso científico o histórico, ya que, por medio de un pacto autobiográfico implícito entre el escritor y sus lectores, pretenden aportar una información sobre una realidad exterior al texto y someterse, por consiguiente, a la prueba de la verificación. Su objetivo no es, por lo tanto, la mera verosimilitud, sino la semejanza a lo verdadero. No el efecto de lo real, sino la imagen de lo real.