Juan Oliver “Maneu” Galeria d’Art
Palma de Mallorca
Abril de 2008
La pintura de Jorge Azri (Hasake, Siria, 1961) se caracteriza por el logro de efectos de complejidad y profundidad sin el recurso a la perspectiva clásica y por la consecución de atmósferas a través del color y la luz. Azri no busca tanto representar la realidad como alambicar con destreza los componentes subjetivos de la mirada del espectador con el pretexto de motivos y mundos más o menos reales. Los elementos que componen esos mundos son lo de menos; están al servicio del conjunto, puesto que conjunto es todo aquello que percibimos cuando miramos, y el trabajo de Jorge Azri es fundamentalmente el de reproducir los mecanismos afectivos de la percepción a fin de crear, más que realidades, miradas.
Menos preocupado por el trazo que por las texturas, Azri trabaja las técnicas mixtas: óleo, fotocopias, cola, cartón, fotografía, recorte de periódico, barniz, acrílicos, pigmentos y casi cualquier tecnología o material de los que forman parte de nuestra vida cotidiana convierten los cuadros de Azri en pequeños compendios de actualidad, testimonios o archivo del tiempo presente y su complejidad.
En los últimos años, Azri cultiva preferentemente el tema urbano, entendido como conjunto semiabstracto. El pintor refleja la ciudad con sus espacios abiertos al tráfico y a la climatología, a veces desde un punto de vista muy próximo al suelo y otras mediante vistas aéreas; la perspectiva que pretende reflejar no tiene que ver con las líneas (sólo toma éstas como pretexto), sino con la profundidad de campo que genera esa actitud suya de reproducir la mirada. La renuncia a una paleta amplia, la reducción a los grises, las manchas sepias dotan a sus cuadros de una pátina temporal muy acusada; y las aguadas y los chorreos, que imprimen en la tabla la huella de la provisionalidad y de la intemperie, permiten evocar la visión empañada que obtenemos al mirar a través de un vidrio en invierno, con el componente subjetivo que ello encierra y las connotaciones de melancolía, distanciamiento con respecto a lo observado, cierto desamparo existencial y, desde luego, un realismo que poco tiene que ver con la figuración, sino más bien con los sentimientos.
Característico de Jorge Azri es, por tanto, el juego de las transparencias. Emparentadas con la niebla, con la cortina de lluvia o con la calima, las atmósferas azrianas tienen una calidad climatológica que sujeta el objeto de sus cuadros a leyes que aparentan ser las de la naturaleza, pero que surgen de una dinámica propia del trabajo creativo. En un continuo ir y venir entre la abstracción y la figuración, entre la imagen dada y la manipulación de los materiales, Azri transforma las manchas en figuras y las figuras en manchas y culmina sus composiciones mediante el empleo inteligente y complementario de unas y otras. Suele haber un gesto determinante en sus obras, en las que se da la hermosa contradicción de que una acción densamente material proporciona resultados de un contenido espiritual muy elevado. La dinámica de cada cuadro, pues, va tirando de la obra hasta iluminar una composición única de texturas y transparencias; las imágenes aisladas que, fruto del collage, afloran a la superficie insisten en la condición suavemente visionaria de la obra de Azri.
El desamparo humano que suele sugerir (la soledad, la incomunicación, la indefinición, la subordinación del hombre a la infraestructura urbana) se suaviza, no obstante, en esta ocasión. Azri, que ha solido pintar una ciudad indefinida, ha optado hoy por aplicar su mirada sobre la ciudad de Palma, ofreciéndonos una original versión del paisaje capitalino. La ciudad azriana, que habitualmente no tiene unos rasgos definidos y podría ser cualquier sitio, apela esta vez al sentimiento del espectador mallorquín y lo obliga a mirar el lugar que habita con ojos distintos. La Palma que recogieron los pinceles de tantos paisajistas pasa a adquirir así, con Azri, un deje melancólico y, en buena medida, un componente crítico que no puede dejarnos indiferentes.
el pintor refleja la ciudad con sus espacios abiertos al tráfico y a la climatología, a veces desde un punto de vista muy próximo al suelo y otras mediante vistas aéreas; la perspectiva que pretende reflejar no tiene que ver con las líneas (sólo toma éstas como pretexto), sino con la profundidad de campo que genera esa actitud suya de reproducir la mirada (...)