ARCO'08 ha significado la consolidación del cambio de dirección y rumbo de la feria. Ha sido el segundo año de dirección de Lourdes Fernández; lo del año pasado fue una transición, aun en los antiguos pabellones de Ifema, con la maquinaria en marcha desde antes y las inercias que había adquirido la feria madrileña. Y se ha hablado mucho de ese cambio. Primero, por el ruido que ha provocado la no selección de un buen número de galerías que eran asiduas a la feria. A continuación, sobre que eso implicaba una apuesta por la calidad en la que misma directora y los miembros del comité de selección han insistido de una u otra manera. Los medios, las críticas y los comentarios (salvo los de algunos de los excluidos, evidentemente) parecen haber cerrado filas sobre la necesidad de que ese cambio de orientación o esa mayor precisión se produjese. Por supuesto, con matices y peros. Básicamente: que el pabellón 14.1, el que estaba en el primer piso, tenía un difícil acceso, que se agolpaba la selección de galerías de Brasil con ARCO 40 (una ingeniosa fórmula para galerías que no están dispuestas a pagar los enormes stands de los dos grandes pabellones centrales de la feria), que se indiferenciaban de los Solo Projects (de los que en esta ocasión me ocupé de seleccionar a cuatro), confundidos con los stands de las publicaciones y, finalmente, de haber confinado a la marginalidad a los stand de las instituciones, al fondo del fondo. Así que, finalmente, también se ha hablado mucho de la nueva ubicación, de esos dos grandes pabellones y medio en Ifema. La verdad es que todos íbamos un tanto despistados por los enormes pasillos de los nuevos pabellones 12 y 14: como si lo de arriba, el 14.1, fuese una especie de zoco y los de abajo,el 12 y el 14, la Castellana cruzada por la M-30. Aunque ese despiste también tenía que ver con haber roto los hábitos de todos los arcos: ya sé sabe, el hombre es un animal de costumbres.
Sin duda, de todo ello tomará nota Lourdes Fernández. De entrada, lo más positivo es haber roto esos viejos hábitos de todos los arcos, no ya de circulación, sino que esa circulación se erige como metáfora del cambio que citaba al principio. La cuestión es que en los tiempos que corren, entre Friezze en Londres, Bassel en Basilea y Bassel en Miami, más una pujante Fiac en París, encontrar un hueco, una idiosincrasia propia no es tarea fácil. Yo estaba convencido de que el qué de ARCO era ser un meeting-point invernal. A ello respondieron durante años las invitaciones a casi todo quisqui para participar en los foros de la feria y así asegurarse su presencia. La feria tenía lugar verdaderamente, o al menos para un gran sector, entre las copas del Coc, Chicote o alguna fiesta. Luego estaban las compras institucionales que justificaban todo y el coleccionista español que compraba en ARCO, mientras que el resto del año no aparecía por las galerías (un caso destacado es el del coleccionista catalán que viaja cada año a comprar en Madrid en las mismas galerías catalanas que el resto del año ni pisa).
Pero, no. La opción ha sido otra. Y decir que tiene que ver con la calidad no basta. Calidad (y dinero) hay a raudales en Basilea o Miami. Tiene que ver con una apuesta por la contemporaneidad o la actualidad. Para entendernos, con privilegiar una línea de demarcación que más que subir hasta Picasso, baja hasta lo emergente, lo por descubrir. Esa es la diferencia con Miami. Allí había de todo, las grandes marcas (Damien Hirch o Pierre Huyghe) y las marcas en despegue (Jonathan Messe o Simon Starling). Evidentemente, en ARCO también hay de todo, pero la impresión general es que no vas encontrándote con el continuo de grandes estrellas de la franquicia suiza en Miami. Al contrario, parecía que había que pararse y ver y preguntar quien o qué demonios era eso. Aunque podía significar una tarea ardua, porque la diversidad era enorme, incidiendo aún más en la sensación de pérdida entre las avenidas que cruzaban los stands. Lejos quedan los años en los que en ARCO las galerías decidían apostar con fuerza por proyectos concretos de artistas. En la retina quedarán las ediciones en los que la galería Gebauer presentaba un proyecto por primera vez en España de Francis Alÿs o Aernout Mik, o que Chantal Crousel dedicaba medio stand de la galería a una propuesta de Thomas Hirchhorn. Quizá de manera no intencionada la feria cumplía ese papel de descubrimiento y, dicho sea de paso, de atención a las compras institucionales. Pero los tiempos han cambiado.
Todo esto es el análisis común, el que con distintos matices ha circulado antes y después de la feria. Con la distancia, creo que lo más destacado es precisamente lo mucho que se ha hablado de ARCO, lo mucho que se vuelve a hablar de las ferias, del comercio, de las ventas. Y eso creo que tiene que ver con un cambio de paradigma más amplio en arte contemporáneo.
Ese cambio es estructural, porque en términos artísticos las cosas parecen haber cambiado poco: las listas siguen siendo más o menos las mismas. Tan lejos como las apuestas por Aernout Mik, Francis Alÿs o Thomas Hirchhorn quedan el final de los noventa y el 2000 cuando abría el Palais de Tokyo, Harald Szeemann se ocupaba de la Bienal de Lyon y de dos de Venecia y explotaba el Brit-Art acabando con la inauguración la Modern Tate. Desde entonces, los nombres de artistas que circulan suponen una continuidad, parece que no se ha vuelto a producir una eclosión o ruptura semejante. Así que lo que hay que descubrir es bien poco. Para comprobarlo sólo hay que recurrir a las miradas de aburrimiento que han generado este verano los tres grandes eventos (Documenta, Venecia y Munster).
Lo que ha cambiado es la manera de presentarlos, ya no grandes proyectos, trastos, instalaciones o vídeos en alta definición, sino cuadros, fotos, series y acumulación de objetos comprables. Las instituciones, los comisarios, las bienales parecen estar perdiendo la batalla y los nuevos reyes son los coleccionistas. Sólo en una ciudad como Barcelona, además de la Fundación Suñol y Vila-Casas, hay por lo menos dos colecciones privadas más dispuestas a abrir fundación y enseñar sus fondos. Por no insistir sobre el caso Miami y sus visitas a la colección Rubell, un verdadero museo privado. Ese es el cambio de paradigma: si en los noventa el comisario era la estrella del arte, ahora parece que le ha tocado el turno al coleccionista. Lo positivo: el dinero circula, las obras vuelven a ser el centro de atención, quizá nos olvidemos de discusiones absurdas sobre los site-specifics y experimentos como la última Documenta. Lo negativo: ¿habremos aprendido la lección de los ochenta y su resaca?
En definitiva, se vuelve a hablar mucho de ARCO, no sólo por la renovación de su dirección y el nuevo rumbo que imprime, se vuelve a hablar de las ferias. Y no es que ARCO esté en el punto de mira, son las ferias, el dinero, el mercado... Ya lo dijo Bill Clinton (el marido de Hillary): “es la economía, estúpido”. Por cierto, al que no le guste el nuevo estado de las cosas que parece estarse imponiendo, que se pregunte por las responsabilidades y las derivas del comisariado en los últimos años. Y sino, esperemos la visita a la Bienal de Sao Paulo... el vacío.
David G. Torres (Barcelona, 1967)
Crítico de arte y comisario de exposiciones.
Co-director de "A-Desk. Crítica y arte contemporáneo" y responsable del "Butlleti" del CASM. Colaborador en crítica de arte en "El Cultural" y en "Art Press", también ha colaborado en "Lápiz" y ha publicado artículos en "Papers d'Art", "Lateral", "Transversal", "Untitled", "Circa" y en diversos catálogos y monografias. En 2007 ha comisariado los proyectos “No, Future” en Bloomberg Space de Londres y “Attitude!! en Iconoscope en Montpellier. Ambas propuestas continuan una línea de trabajo sobre la recuperación de la radicalidad en arte iniciada en 2006 con el proyecto "David G. Torres presenta: Salir a la calle y disparar al azar", un evento independiente de unas horas en un sótano en Barcelona Ha sido comisario en el CASM entre el 2002 y 2004, de la "Bienal de Pontevedra" en 2004 y ha comisariado exposiciones en el Palais de Tokyo (Paris), Macro (Roma), Reikjavij Museum (Reikjavij), La Capella (Barcelona), Fundació Joan Miró (Barcelona) y el ciclo "Vida Política" en la Sala Montcada de la Fundació La Caixa (1999-2000), donde ha sido asessor de activitades en arte contemporaneo (2001-2003). Es profesor de crítica de arte y director del Master en Arte actual. El coleccionismo de arte contemporáneo: análisis y gestion en IL·3 (universidad de Barcelona). Ha impartido numerosos cursos, conferencias y talleres.
Las instituciones, los comisarios, las bienales parecen estar perdiendo la batalla y los nuevos reyes son los coleccionistas. Sólo en una ciudad como Barcelona, además de la Fundación Suñol y Vila-Casas, hay por lo menos dos colecciones privadas más dispuestas a abrir fundación y enseñar sus fondos (...)