Todo un reto el de resumir por escrito cuarenta y cinco años de carrera en la cumbre, aún más tratándose de un icono viviente de la cultura popular. Sin embargo Bob Dylan sale más que airoso del empeño en su primer volumen de memorias –el proyecto tomará la forma de una trilogía-, publicado en nuestro país con el título de “Crónicas”.
En él, Dylan prescinde de un relato lineal de su carrera en favor de un enfoque calidoscópico que desafía la cronología de los hechos y que a la postre resulta más entretenido para el lector a la par que revelador a la hora de acercarse a su controvertida figura.
Durante todo un invierno pateamos la escena folk del Greenwich Village neoyorquino de la mano de un Dylan recién llegado de Minnessota con un doble objetivo: abrirse camino en el circuito de los cantautores y afianzarse en la creación de un estilo musical propio.
Asistimos a la grabación de uno de sus discos con la ayuda del productor Daniel Lanois, una larga serie de agotadoras sesiones de resultado incierto, con la ciudad de Nueva Orleans como telón de fondo, que saca a relucir todas las dudas y miedos del mito, un artista consagrado bajo el que se esconde un músico de carne y hueso obligado a revalidar su talento con cada nueva entrega.
La narración está también trufada de anécdotas, breves episodios que contribuyen a situar su figura en una escala humana. Así, por ejemplo, somos testigos, junto al músico David Crosby, de la perplejidad que le produce la recepción de un doctorado honoris causa en una prestigiosa universidad de la costa este norteamericana.
Recorremos con él los escenarios de su infancia en el poblado minero de Duluth, Minnessota, donde se fraguan sus inquietudes musicales, y seguimos sus pasos por la capital del estado, Minneapolis-St. Paul, donde adquieren un significado hasta entonces insospechado a raíz del descubrimiento de la obra de Woody Guthrie.
En sus “Crónicas” Dylan brinda al lector la oportunidad de desmitificar a la figura artística, su talento no es sino el producto de una determinación plena, una curiosidad insaciable, una capacidad innata para identificar y asimilar el talento de otras figuras, así como un impulso constante por reinventarse. La creación de un estilo propio llamado a perdurar es el producto de una búsqueda consciente por parte del artista, pero los hallazgos más determinantes para alcanzar su objetivo llegan a menudo en los instantes más inesperados bajo la apariencia de frutos caprichosos del azar.
Dada su amplísima trayectoria y su inquietud y curiosidad inagotables, el libro de Dylan permite también ser abordado como una especie de exhaustivo “¿Quién es quien?” de la cultura popular norteamericana de la segunda mitad del siglo veinte.
Pero ante todo, “Crónicas” es la obra de un escritor dotado y capaz que durante el tiempo que lleva su lectura logra eclipsar al músico, precisamente hablando de él. La narración no estimulará en el lector necesariamente el deseo de profundizar en el conocimiento de su música pero sí potenciará su interés por el personaje y por su escritura.
En sus “Crónicas” Dylan brinda al lector la oportunidad de desmitificar a la figura artística, su talento no es sino el producto de una determinación plena, una curiosidad insaciable, una capacidad innata para identificar y asimilar el talento de otras figuras, así como un impulso constante por reinventarse. La creación de un estilo propio llamado a perdurar es el producto de una búsqueda consciente por parte del artista, pero los hallazgos más determinantes para alcanzar su objetivo llegan a menudo en los instantes más inesperados bajo la apariencia de frutos caprichosos del azar (...)