Luke nº94 Marzo 2008

Entrevista a Ángel Olgoso

Conozco a Ángel Olgoso desde que en 1998 se alzara con el Premio Caja España de libros de cuentos con Cuentos de otro mundo, un volumen de relatos sorprendente dentro del panorama literario de la época que ya anticipaba que nos encontrábamos ante un autor de raza, diferente, que bebía de Poe, Kafka y Conan Doyle, de los patafísicos franceses y cómo no, de los geniales Borges y Cortázar. Ya entonces, cuando el relato hiperbreve, minificción o relato cuántico como ahora algunos escritores pretenden rebautizarlo, no estaba de moda, (vamos aceptar que hoy en día es una moda que lentamente se ha convertido en género independiente), Ángel Olgoso presentaba lo que podría haber sido el relato más corto de la literatura universal con permiso de Augusto Monterroso, o la novela más corta, que tanto monta, monta tanto. Me refiero al cuento Cuando el Obispo de Fano, sifilítico, sodomizó al hijo del papa, que decía: “Eran otros tiempos. ¿Eran otros tiempos?”. Un ejemplo de concisión que aún hoy en día parece difícil de superar. Pero pasaron los años, y Ángel Olgoso reaparecería (de nuevo literariamente) con el volumen de relatos Los demonios del lugar, (Editorial Almuzara) con el que habría de ganar el I Premio Internacional de Terror Villa de Maracena. Conviene aquí hacer un inciso y contemplar la literatura española de los últimos años con perspectiva: ésta no se ha caracterizado precisamente por cultivar este género, el terror, lo eufemísticamente llamado gótico...., y mucho menos desde el relato corto. De ahí el doble interés por un escritor como Ángel Olgoso. No creo que estemos ante un escritor oculto, aunque lo parezca, y sólo el tiempo nos dirá si se habrá de convertir en un autor de culto. Los demonios del lugar lo componen 49 relatos breves o muy breves para leer y releer, hojear y degustar, unidos por una temática común que raya lo fantástico y que incluso llega a rozar las leyes de la verosimilitud aristotélicas. No podría ser de otra forma, ya que nos resultaría en caso contrario difícil el imaginarnos a unos jugadores de bolos utilizando una calavera, por ejemplo, en el relato Cleveland (pag. 144) a mi juicio uno de los mejores y de los que mejor definen toda su concepción de la literatura. ¿Tiene pues magia en las manos el autor? Es posible, ya que es difícil encontrar tanto romanticismo y poesía en sus relatos y a la vez a un escritor que se atreva a recordarnos al Allan Poe de El pozo y el péndulo. El descaro de Olgoso resulta casi insultante. Su capacidad y facilidad para jugar con las palabras y los sentimientos, inquietante.

Luís García
Ángel Olgoso, escritor oculto... de culto. ¿Estaría de acuerdo con esa apreciación?

Ángel Olgoso
Creo que la invisibilidad es elegante. Durante treinta años me he dedicado exclusivamente a cultivar mi pequeño jardín de relatos con una pasión tranquila y solitaria, no por pretensiones de pureza artística -o no sólo- sino porque, en mi ingenuidad, pensaba que un escritor debía limitarse simplemente a escribir y no a perder el tiempo en ruidosas actividades sociales o de promoción: se sobreentiende que los frutos del arte y de la imaginación deben madurar en la penumbra del silencio, de la calma y de la soledad.

Su apreciación sobre mi escasa proyección pública es comprensible si tenemos en cuenta mi temperamento reservado, la precaria distribución de mis primeros libros y las premisas comerciales de las grandes editoriales. O puede ser que mis relatos concentrados, depurados, extraños y versátiles requieran un lector exigente. Es cierto que durante décadas he formado parte de ese cauce paralelo y desconocido por el público mayoritario -donde todavía hay obras inusuales y autores audaces-, pero la situación parece estar cambiando con la buena acogida y la modesta repercusión de mis dos últimas colecciones de relatos, “Astrolabio” y, sobre todo, “Los demonios del lugar”, finalista del Premio Andalucía de la Crítica. A decir verdad, ni sé ni deseo escribir de otra manera, cada uno tiene su propia caligrafía, y continuaré impertérrito mi camino aunque eso signifique que mis libros sigan siendo cofrecillos de rarezas.

Luís García
Porque lo cierto es que usted no se prodiga en saraos literarios, en justas poéticas.... ni siquiera en actos como la Semana Negra de Gijón, en la que perfectamente podría ser un invitado de lujo.... ¿A qué cree que es debido?

Ángel Olgoso
Bueno, eso resulta bastante lógico si se sabe que vivo en un pequeño pueblo de Granada, que padezco un individualismo un tanto indómito que me convierte poco menos que un ermitaño, que cuando me veo obligado a relacionarme con los demás me embargan sentimientos que van del pánico cerval a la pereza más absoluta, que tampoco me gustaría ser zarandeado de un lado a otro, y que mi cupo de sociabilidad está ya más que cubierto con mis funciones de fundador y Rector del Institutum Pataphysicum Granatensis. Francamente, mi único deseo es encontrar tiempo para leer y escribir, y no sé si esos lugares que usted cita son los más apropiados para la búsqueda de la excelencia literaria.

Luís García
Decía al comienzo que le conozco desde que en 1998 se alzara con el Premio Caja España de libros de cuentos con Cuentos de otro mundo, ¿qué queda de aquel joven escritor que pretendía abrirse camino en un mundo, el literario, que entonces rechazaba o al menos no entendía el género hiperbreve? (Salvando, claro, a los maestros Monterroso, Arreola....)

Ángel Olgoso
Escribí “Cuentos de otro mundo” en 1996, fue el cuarto libro de relatos tras “Nubes de piedra”, “Los días subterráneos” y “La hélice entre los sargazos”; aunque una de las tres secciones que componían el libro, la titulada “Cuentos alrededor de una mesita de té en el vientre de una ballena”, reunía un grupo de microrrelatos escritos a comienzos de los ochenta. Recuerdo que mi primer relato -brevísimo también, de 1978 y tras cinco años escribiendo poemas- consistió en una variación del ahora célebre “Sola y su alma” de Thomas Bailey Aldrich.
Tiene usted razón, en aquella época no era muy frecuente en nuestro país un género tan novedoso y arriesgado; pero más que un pionero, me veo como un puente entre los autores que de forma valiente y magistral aunque esporádica lo cultivaron hasta los años setenta (Gómez de la Serna, Max Aub, A. F. Molina, Alfonso Sastre, Pere Calders o Ferrer Lerín) y la legión que ha venido después. Aquellos primeros cuatro libros eran recopilaciones de numerosos cuentos breves y muy breves, agrupados según la extensión o la radicalidad de sus propuestas. Me gustaba pensar en ellos como cargas de profundidad más o menos inocentes o corrosivas que debían estallar al encuentro con los lectores, remover su interior y situarlos, literalmente, fuera de lo común.
Durante las décadas siguientes, no he hecho más que intentar explorar todas las formas de lo breve y pulsar todas las cuerdas de lo fantástico, crear un cuento que se acerque lo más posible a la perfección, unas cuatrocientas tentativas ya. Y ahí sigo, lleno de dudas, en su búsqueda gozosa y dolorosa al mismo tiempo, levantando una y otra vez esas pequeñas construcciones imaginativas.

Luís García
¿Y qué le hizo decantarse por el mismo? Hoy en día está de moda, vamos a decir, pero entonces....

Ángel Olgoso
Desde siempre he estado abocado a la brevedad: por carácter, por afición, por convicción y también por una elemental cortesía hacia el lector (prefiero ahorrarle los tiempos muertos, las genealogías, los lugares comunes, los detalles intrascendentes). Incluso mi único libro de poemas, del año 1992, es una colección de haikus. Mi opinión es que basta o suficiente. Unas pocas páginas, o unas líneas, pueden mostrar la esencia de algo; ya lo amplificará después el lector en su mente. Además, reconozco que me fascina el relato como miniatura, como mecanismo de precisión, como piedra pulida, como botellita que encierra un mundo, como armazón geométrico que esconde imágenes fulgurantes; me apasiona esa maravilla de lograr algo en lo que no sobra ni falta nada, esa contención del lenguaje que requiere lo breve, esa tensión narrativa, el vértigo de su historia, de su composición o de su sentido último, esa autonomía radical en definitiva.
Recuerdo a propósito un aforismo de Lichtenberg: “Para romper ventanas, siempre uso monedas de dos centavos”. Tal vez lo que ocurre es que la brevedad es el molde más apropiado para mi estilo de cincel y escoplo; para mi método de trabajo, deudor de la artesanal taracea granadina, tesela a tesela, palabra a palabra; y quizá, también, lo fantástico precise de recipientes pequeños para que el veneno de esos bebedizos sea efectivo. De hecho, cada libro mío contiene de veinte a cien piezas distintas; para unos esto será sin duda un desperdicio de historias, para otros un claro suicidio. No me importa, siempre seguiré buscando el tesoro entre la brevedad: dicen que un buen cuento es como un pequeño lingote de oro de copela, el más puro según los alquimistas.

Luís García
Unos relatos que además combinaban con lo onírico, lo oculto... lo borgiano podríamos decir... que para muchos lectores era el referente fantástico más cercano…

Ángel Olgoso
Siempre he trabajado en torno al extrañamiento, a lo fantástico, ya sea cotidiano, razonado, extremo o conjetural. Aunque debo aclararle que no lo cultivo por mero capricho, lo hago irremediablemente porque responde a mi percepción de la realidad: mi visión de las cosas es extraña y la realidad lo es aún más. De ahí surge lo fantástico en mis relatos, mi interés en crear mundos alternativos donde lo excepcional, lo inesperado y lo inquietante tienen tanta vida propia como lo supuestamente real. Creo que la razón no agota las respuestas posibles y que lo fantástico no sólo no es un género menor (“enmiendas a los planes de la Creación”, lo llamaba Arreola), sino que amplía el foco y permite acercarse a las cosas de otra manera, con mayor complejidad, con perspectivas insólitas, para llegar así a los rincones más increíbles de la mente, de la materia, de las probabilidades. Tampoco es un plan de evasión, no es huida (y si lo fuera, sería huida de los lugares comunes), sino en todo caso de iluminación.

Luís García
Aunque me consta que continuaba escribiendo, no supe de usted hasta el reciente volumen de relatos Los demonios del lugar, (Editorial Almuzara) con el que habría de ganar el I Premio Internacional de Terror Villa de Maracena. Y también me consta que las críticas recibidas han sido más que excelentes. ¿Sorprendido por ello?

Ángel Olgoso
Entre “Cuentos de otro mundo” y “Los demonios del lugar” publiqué una especie de antología de mis primeros veinte años de relatos. Su título original era “Los líquenes del sueño”, aunque por imperativos de edición apareció como “Granada, año 2039 y otros relatos”. Antes de responder a su pregunta, debo comentarle que “Los demonios del lugar” fue rechazado por numerosas editoriales (la mayoría de las cuales se presentaban como cauces genuinos para la innovación y la calidad literarias), y si he logrado publicarlo ha sido gracias a un premio menor y de género que, lógicamente, ha servido también para etiquetar el libro de forma errónea. Sí, desde luego, la generosa recepción de “Los demonios” ha sido toda una sorpresa, no esperaba recoger fruto alguno puesto que, durante años, creía estar sembrando en arena y no en tierra fértil. Ya sé que la medida del tiempo en estos casos es irrelevante, pero me estoy tomando el asunto como un pequeño reconocimiento a tres décadas de trabajo. En cualquier caso, me alegra saber que cada vez hay más lectores que se sorprenden, se inquietan, pierden pie en la realidad con mis pequeños destilados literarios.

Luís García
Parece que el género breve comienza a salir de su ostracismo, hoy en día lo cultivan afamados escritores, ¿estamos ante una moda pasajera?

Ángel Olgoso
Por algún extraño motivo (inercia, presión editorial y mediática, pereza a cambiar de historia cada pocas páginas), los lectores prefieren ser acunados por historias interminables. Aunque se percibe un mayor interés hacia los relatos -talleres, concursos, congresos-, aunque parece existir un cierto aparato crítico, una mayor cantidad de medios efímeros donde publicarlos y una verdadera marea de cultivadores, es difícil aún acceder a las escasas editoriales especializadas, que están colapsadas. Yo creo que sigue siendo un género menospreciado, y eso que hablamos de la matriz misma y del más idóneo para estos tiempos. Personalmente tengo la sensación de haber salido de la clandestinidad, de haber pasado -casi sin solución de continuidad- de un zulo a un espacio abierto y cegador. Pero, pese a esa efervescencia actual del género, me da la impresión de que comienzan a condensarse algunas sombras: la saturación, su engañosa facilidad de composición, el hecho de que lo confundan con un cajón de sastre, esos autores consagrados que lo venden como retales. No se trata de una actitud elitista, únicamente me gustaría que no se llegara antes a la banalización que a la normalización. Haría falta una consistente red de revistas especializadas -y pagadoras- y, por supuesto, un cambio muy considerable en la percepción que tienen de la narrativa breve los editores y los lectores.

Luís García
Porque los hay que incluso se empeñan en renombrarlo, en buscar una nueva definición a algo que ya existía, minificción, hiperbreve,...

Ángel Olgoso
El género breve siempre ha escapado a las clasificaciones como agua entre los dedos. Es una cuestión absurda y sin importancia. ¿Quién decide las medidas de un texto? A algunos, por ejemplo, nada nos parece lo bastante corto. Yo me limito a escribir relatos, independientemente de la extensión, cada uno nace con su propia estatura, envergadura, color y brillo: unas veces ocupan treinta y tres páginas y otras una línea. Siempre me pongo totalmente en manos de la historia, me adapto a las exigencias de cada relato, voz, estilo, distancia, tempo, lugar o época. Eso sí, intento la expresividad máxima con el mínimo de palabras, que cada una de ellas tenga peso específico, que todo lo que se cuente sea significativo. Son estocadas fulgurantes pero con sustancia narrativa, son disparos a bocajarro al lector, más o menos amables, dirigidos a su corazón, a su inteligencia o a sus certezas.

Luís García
Cuéntenos cuánto tiempo le ha costado escribir Los demonios del lugar, un libro de relatos breves, pero unitario, es decir, marcado por un nexo común...

Ángel Olgoso
“Los demonios del lugar” ha sido mi único libro escrito a tiempo completo, aprovechando una baja prequirúrgica: casi un año intenso de escritura y un lustro previo de notas e ideas. De él se puede decir eso de que me volqué en cuerpo y alma y que puse toda la carne en el asador. No ha sido en absoluto un libro gratuito, ni escrito por capricho, sino la respuesta a una serie de experiencias vitales negativas. Más aún, ha constituido un auténtico descenso a los abismos, a una especie de infierno concéntrico. Y es que quizá más que relatos, sean visiones, y más que historias extrañas y sorprendentes, revelaciones que lleven al lector a cuestionarse las bases de la realidad o de su propia conciencia.
No creo que tengan ese nexo común, al menos de forma voluntaria. Mi pauta es escribir relato a relato, sin pensar que después van a conformar un libro, pulo, esculpo cada pieza como algo único, autónomo, sin importarme lo más mínimo ese tópico, ese dogma de los mimbres comunes. Los relatos no necesitan ir encadenados unos con otros como una cuerda de presos; de hecho, el que un libro de relatos tenga unidad no garantiza una mayor calidad y viceversa. A veces, a posteriori, es posible hallar un hilo que los mantiene ligeramente unidos, o que les presta un aire de familia. En el caso de “Los demonios del lugar” le habrá parecido que ese hilo podría ser la atmósfera oscura y angustiosa en la que flotan la mayoría de las narraciones; atmósfera que fue la respuesta inconsciente a esas experiencias que le comentaba antes, y donde subyace la idea de lo sombría que puede llegar a ser la vida humana -en gran parte gracias al prójimo-, una vida abocada primero a la muerte y luego al olvido, por mucho que entretengamos la espera con fruslerías, en ocasiones deliciosas, pero siempre superficiales.

Luís García
...y cuántos relatos se ha dejado en el tintero, posiblemente para un nuevo libro...

Ángel Olgoso
Pocos, porque a continuación escribí los cien microrrelatos de “La máquina de languidecer”, que próximamente publicará Páginas de Espuma, y los cuarenta y tres relatos de “Astrolabio”, que acaba de ver la luz en una exquisita edición de Cuadernos del Vigía. En esta última colección apenas quedan algunos jirones de la delirante oscuridad de “Los demonios del lugar”, es más bien un pequeño caleidoscopio, un libro poliédrico, con registros mucho más lúdicos, y en el que me he permitido zarandear un poco el cuento tradicional, cuestionar sus límites, no por desamor o por pura experimentación, sino para ayudar dentro de mis modestas posibilidades a que no se apague su llama milagrosa y primigenia.

Luís García
¿De dónde le viene esa capacidad y facilidad para jugar con las palabras y los sentimientos?, una capacidad un tanto inquietante...

Ángel Olgoso
Me complace que le parezca fácil aunque para mí no lo es en absoluto. Si unimos mi lentitud de pensamiento y de ejecución, y mi condición de perfeccionista al que le gusta repujar y engarzar las palabras como gemas, el resultado es un esfuerzo ímprobo y endiablado. Sin embargo, el hallazgo de un término exacto o de un adjetivo preciso me causa una gratísima picazón, un goce secreto e intransferible. En mis textos intento aunar la precisión y belleza del lenguaje con la singularidad de la historia, para conmover o inquietar al lector según el relato. Conseguir una prosa quintaesenciada y unos cuentos milimétricos es, pocas veces, fruto de un proceso puramente febril, casi siempre lo es de una tarea disciplinada. Me interesa una prosa hipnótica, envolvente, que quizá exija lectores con calma y en un estado propicio de concentración. Por otro lado, me parece igual de importante lo que se cuenta y cómo se cuenta: más allá del desafío formal, trato de ver lo que no es obvio, lo que se oculta bajo la fina película de la realidad, asumir la dolorosa conciencia del prójimo, agotar las posibilidades, explorar todas las dimensiones. En ese sentido, Thoreau decía que la necesidad que tenemos de misterio es mayor que la necesidad de una explicación. Me gustaría que los lectores se internasen en mis relatos como en una sombra misteriosa, perturbadora y bella, que sintieran abolidos el espacio y el tiempo, y que esos relatos los acompañasen hasta mucho después de la lectura, como un ascua que aún quemara sus mentes o como un rescoldo que aún calentara sus corazones.

Luís García
¿Para cuándo un texto largo, una novela, por ejemplo?

Ángel Olgoso
Nunca se le habían pedido tan claramente peras al olmo. Me temo que soy un velocista -no un corredor de maratón- condenado a ideas cuya formulación es adecuada para un relato pero no para una novela. No sólo eso: podríamos decir que mi método de trabajo y mi concepción del mismo son incompatibles con las formas novelescas. Y si nos adentramos en gustos personales, me apetecen en ocasiones como lector, pero como escritor prefiero el asalto rápido y limpio al asedio eterno.

Luís García
¿Y cuáles son los referentes literarios de Ángel Olgoso?

Ángel Olgoso
Hay docenas. Siento devoción por los cuentos de los fantásticos victorianos (Wells, Conan Doyle, Kipling, Machen, M. R. James), los fantásticos italianos (Buzzati, Landolfi, Manganelli), los fantásticos suramericanos (Borges, Bioy, Cortázar, Arreola, Wilcock, Piñera, Denevi), y Poe, Chéjov, Maupassant, Mrozeck… Aunque también reconozco mi debilidad por la prosa de Chandler, Flaubert, Chesterton, Saki, Cunqueiro, Pla, Aldecoa o García Pavón. A Kafka no es preciso mencionarlo, de igual modo que no pensamos en el aire cada vez que respiramos.
Pero también hay referentes no literarios: las “Wunderkammern”, esos gabinetes de maravillas de siglos pasados que atesoraban rarezas y curiosidades; los grutescos, unas pinturas fantásticas cuyo encanto radicaba en lo extraño y lo variado; los Disparates de Goya; la obra gráfica de artistas como Félicien Rops, Escher y, especialmente, Alfred Kubin.

Literatura

Luís García

Angel Olgoso