Sauce ciego, mujer dormida
Autor.- Haruki Murakami
Edita.- Tusquets – Barcelona – 2008
Haruki Murakami no es, aunque las escriba, novelista. Es un poeta, por mucho que se empeñe en ocultarlo, y buena muestra de ello son estos relatos que acaba de publicar en castellano la Editorial Tusquets. Veinticuatro cuentos a menudo fantásticos y oníricos, con múltiples referencias a la melancolía y con una percepción literaria muy oriental. Su sugerente título, Sauce ciego, mujer dormida, nos invita y adelanta, cual haiku, lo que nos vamos a encontrar. Son relatos subyugantes, ese sería el término más adecuado a los mismos y en general a su concepción de la literatura, por cuanto son poderosos en su forma y contenido y porque sus metáforas inundan toda la narración. Dice certeramente Haruki Murakami en el prólogo, con una naturalidad casi insultante que recuerda al mejor Quiroga, que si escribir una novela es plantar un bosque, escribir un cuento es plantar un jardín. Yo añadiría con modestia, que éste sería un jardín de bonsáis. Pero el propio Murakami se considera antes novelista que escritor de cuentos por muchas cualidades, literarias y estéticas, que ve en éste último género. Uno de los placeres de escribirlos (cuentos) es que no se tarda tanto tiempo en terminarlos. Una reflexión que puede parecer pueril, dirán algunos, pero que encierra toda una filosofía de trabajo, de vida, y que nos hace entender el por qué la creación de los relatos, los veinticuatro relatos de Sauce ciego, mujer dormida, se prolongan en el tiempo durante muchos años. (Concretamente entre 1983 y 2005). Ya he dicho que los cuentos de este libro bordean la literatura fantástica, pero también la naturalista e incluso la juvenil. Algunos tienen su concepción en hechos muy concretos y cercanos (La chica del cumpleaños) cuento que se me ha presentado muy cinematográfico, a la vez muy gore. No lo he podido evitar. Otros muy realistas y musicales, Tony Takitani, y los hay también enigmáticos como Nausea, 1979, en el que un teléfono suena una y otra vez de una forma inquietante coincidiendo con los ataques de vómito del protagonista. Otra vez sin quererlo, o si, con fuertes guiños al cine japonés de los noventa. Pero por encima de todos ellos está El mono de Shinagawa, que se puede considerar una autentica obra maestra. Un relato surrealista sobre una mujer que olvida su nombre y acude a una psicóloga en busca de ayuda. Estamos pues ante un escritor diferente para un nuevo milenio. Se entiende su repetida candidatura al Nóbel de Literatura que es fácil consiga algún año.
Dice certeramente Haruki Murakami en el prólogo, con una naturalidad casi insultante que recuerda al mejor Quiroga, que si escribir una novela es plantar un bosque, escribir un cuento es plantar un jardín (...)