Título del libro: Pura chatarra
Autor: Fernando Palazuelos
Editorial: Lengua de Trapo
Páginas: 156
Género: novela
Año: 2007
La modernidad en el arte se aprecia cuando uno sale a la calle y, mirando las aceras o los hombres, recuerda la última novela que ha leído. Si ese libro es capaz de colocarse entre el hombre y su realidad para que pueda pensar despacio sobre ella, la obra de arte ha cumplido su selectiva misión.
Digo esto pensando en Pura chatarra, la última novela de Fernando Palazuelos (1965), donde se narra la historia de Andrés, el empleado de una chatarrería que, un buen día, se pone al frente de ésta tras recibirla de manos de su patrón, súbitamente fallecido. A pesar de la boyantía del negocio, el viejo currante de Zorrotzaurre rehúsa continuar con la empresa, y prefiere iniciar un proyecto secreto con el que, a su modo, rendirá homenaje a una ciudad a la que el ritmo de los tiempos está haciendo olvidar su historia.
Merece la pena leer Pura chatarra por varias razones. En primer lugar, y no siendo un género fácil, esta novela corta está maravillosamente bien construida. Palazuelos controla el ritmo de cada capítulo y cada frase, entrelazando los hilos argumentales (el proyecto de Andrés, su relación con Maite, el grafiti en el muro y la vida de sus hijos) de forma natural, consiguiendo que la novela avance regularmente con, además, la aparición de personajes secundarios que la realzan donde es necesario.
Además, Palazuelos ha elegido un escenario y un momento particulares para plantear un tema universal. La acción se sitúa en el Zorrotzaurre bilbaíno, justo cuando esa zona tan atrayente para todos está en plena fase de transformación urbanística. Y como sabemos, un plan urbanístico supone deglutir el pasado, arrumbar la historia, mutilar los recuerdos. Sobre el pabellón de Andrés y la casa donde vive se cierne la amenaza del derribo y el olvido, ante los cuales se rebela el chatarrero con terca paciencia de artesano.
Palazuelos, asimismo, nos hace pensar sobre la vida –y el arte– de la gente sencilla. El adusto padre incapaz de decir un te quiero a sus hijos que viven lejos fue, sin embargo, un gran lector de Julio Verne y de Salgari, y siente la llamada de la creación cuando advierte que su presente será en breve un pasado del que nadie tendrá noticia. El prensador de metal quiere ser escultor para que el tiempo y los hombres, travestidos de progreso, no entierren el paisaje que más ama.
Así discurre Pura chatarra. La voz de Andrés nos da cuenta de sus reflexiones y temores, de sus paseos con su amigo de siempre por la orilla del río, de la ternura con que acaricia la quijada de Laika, su vieja perra fiel, de la piedad que le inspira toda la chatarra acumulada en el almacén, obra de hombres que, como él, un día trabajaron con ilusión en las cosas.
Por todo esto, la última entrega de Palazuelos es una gran novela corta. Con su estilo exigente y sólido, sin concesiones a las palabras vacías o a los efectos baratos, Pura chatarra nos hace pensar en las cosas de siempre poniendo delante de nuestros ojos el dilema que vivimos cuando miramos al paisaje. Lo nuevo frente a lo viejo, la ciudad en mudanza y, al final, el mito del progreso más en duda que nunca. Como el rascacielos imposible de Simon Rodia en Los Ángeles, Andrés construye algo con que salvar la vida de la ruina. Y Palazuelos, eludiendo la tentación del soez freakismo actual que todo invade, toma el camino de la dignidad para contar de manera sencilla una historia honrada que colma al lector cuando cierra las páginas del libro.
Fernando Palazuelos (Bilbao, 1965) ha publicado una quincena de relatos en prensa, suplementos y antologías. Su obra está compuesta por las novelas La trastienda azul, Papeles de penumbra y Las manos del ángel, todas ellas premiadas y editadas por Lengua de Trapo. También ha publicado la también galardonada obra teatral Billete a Vidanueva.