Desde que tengo uso de razón, letra e imagen se han ido filtrando en mi cabeza juntas e indisolublemente unidas: desde aquellos nostágicos manuales de Senda con los que aprendí a leer en la guardería, pasando por Tintín, Asterix y Obelix, Joyas Literarias Juveniles, El Jabato y El Capitán Trueno, El llanero solitario, los Hermanos Grimm, los superhéroes de la Marvel o El inspector Dan, hasta las novelas gráficas más sofisticadas de nuestros días... Texto e imagen, imagen y texto como dos caras de la misma moneda, alimentándose recíprocamente y fascinándome ( con ese arrebato que nos enseño Iván Zulueta ) al mismo tiempo.
Me recuerdo, por ejemplo, devorando aterrado los comics de Vampus, Creppy o Rufus ( versiones españolas de Tales from the crypt y The Vault of horror ) bajo las sábanas protectoras de mi cama, sonriendo maliciosamente con Makoki y Robert Crumb en los recreos del colegio, viajando a tierras extrañas de la mano de Richard Corben e iniciándome en las complejas pasiones de Will Eisner y Hugo Prat... O escrutando los grabados monocromos de Gustave Doré para El paraíso perdido de Milton y las inquietantes ilustraciones de los cuentos de Hoffmann, Poe, Lovecraft y demás escritores góticos...
No es de extrañar, por tanto, que cuando finalmente, después de todo ese bagaje de lecturas gráficas, comencé yo mismo a escribir, sobre los quince años, mi idea de lo que debía ser un relato o una novela se inspirara de algún modo en todos aquellos modelos que habían marcado mi infancia y mi juventud. Y no es de extrañar, en consecuencia, que a partir de ese momento gran parte de mi obra editada haya aparecido acompañada de todo tipo de imágenes: Monstruos y prodigios, ilustrado por Joaquín Herrero Goas, El tiempo de los asesinos, por Silvia D. Chica, Los que vienen detrás, por Miguel Ángel Martín, o los más recientes El merodeador, por Toño Benavides, y Marginales, por Mik Baro... Cada uno de estos libros fue, ha sido un acercamiento de mi escritura al mundo de la ilustración y el comic, y un arrebatado intento de aunar fluídamente en la medida de lo posible ambas doctri nas. Y lo mismo puedo decir respecto a mi labor como editor independiente, partiendo del proyecto Vinalia ( donde llevamos hasta las últimas consecuencias dicha fusión ) y continuando por antologías como La indiferencia de los chinos, Golpes. Ficciones de la crueldad social,Tripulantes. Nuevas aventuras de Vinalia Trippers o Resaca: Hank over ( que pronto verá la luz ), en todos los cuales, en mayor o menor medida, la ilustración ha jugado un papel casi tan importante como el propio texto.
León, además de tierra pródiga en poetas, narradores y pintores, ha aportado también algunos de los mejores ilustradores y dibujantes españoles de las últimas décadas, como Tino Gatagán, Cusco Vinalia, Miguel Ángel Martín, Toño Benavides o Mik Baro, por citar sólo algunos nombres. Con muchos de ellos, especialmente con los tres últimos, he tenido el honor de trabajar codo con codo estos últimos años, poniendo a su disposición mis textos y adentrándome más y más en su peculiar visión del mundo. Miguel Angel Martín, por ejemplo, ilustró, como ya dije, mi libro de relatos Los que vienen detrás ( DVD ediciones 2002 ), que reflejaba la estética cruda e hiperrealista del zine Vinalia Trippers ( donde tiempo atrás habíamos coincidido ), dando luz a un híbrido heredero del espíritu pulp y el realismo sucio norteamericano, del que ambos nos consideramos deudores. Toño Benavides, p or su parte, hizo lo propio con mi novela breve El merodeador ( Baile del sol, 2007 ), animando con turbadoras y brumosas imágenes la prosa bernhardiana y obsesiva que caracteriza a ese libro.Y Mik Baro, más recientemente, se ha encargado de animar Marginales ( en prensa ), fiel al espíritu neogótico y decadente que destilan sus cuentos... Cada uno en su línea, adaptándose a la propuesta y estilo de cada libro en concreto, ha aportado cuerpo e imagen a mis personajes de ficción ( inspirados, por supuesto, en los del mundo real ), creando así un universo poblado de rostros, paisajes y escorzos, que ha enriquecido muy ostensiblemente al del propio texto aislado.
Analizando retrospectivamente el desarrollo de mi obra y bibliografía, llego por tanto a la conclusión de que considero en el fondo ambas disciplinas, escritura e ilustración, elementos imbricados de un mismo lenguaje y vías de expresión compatibles y naturalmente permeables.
Si algo está caracterizando la evolución del arte estos últimos años, pintura, escultura, música, teatro, poesía, ilustración o prosa, es el mestizaje y la fusión de estilos y géneros, de doctrinas creativas, en la búsqueda de nuevas visiones y formas de entender e interpretar la realidad y el mundo en que vivimos.
Es esa hibridación necesaria y cambiante, desde mi punto de vista, la que nos provoca en última instancia el arrebato.
Me recuerdo, por ejemplo, devorando aterrado los comics de Vampus, Creppy o Rufus ( versiones españolas de Tales from the crypt y The Vault of horror ) bajo las sábanas protectoras de mi cama, sonriendo maliciosamente con Makoki y Robert Crumb en los recreos del colegio, viajando a tierras extrañas de la mano de Richard Corben e iniciándome en las complejas pasiones de Will Eisner y Hugo Prat...