De las muchas veces que he visitado Mérida y sus monumentos romanos siempre me gustó ver la buena artesanía alejada del souvenir chino seriado, carente de interés y de mal gusto, la antítesis de estas piezas serían las piezas del Maestro de Taller Ortega, bien hechas, bien ejecutadas, realizadas sin prisas y con paciencia. Irremediablemente gracias a dios al paso por Emerita Augusta visité el taller-museo de Ortega, dos veces recuerdo y pude contactar con una persona de buen trato, sencillo y jovial. Sucede que me he enterado con un año de retraso de su perdida... siento mucho el disgusto familiares, sucede que como extremeño me apena mucho porque hemos perdido a toda una institución de la alfarería pero espero que las muchas semillas que a través de la enseñanza se dispersaron den sus frutos. Hablar de Rafael Ortega es hablar de alfarería con letras mayúsculas fue sin duda uno de los alfareros más conocidos de Extremadura. Sus figuras de iconografía costumbrista y popular refejaron mejor que nadie la esencia de una comunidad autónoma serena, apegada a sus tradiciones, sacrificada y trabajadora. El alfarero fue un hombre sencillo, campechano, buena gente sin lugar a dudas y deduzco aunque no me dio clases nunca que fue un magnifico profesor. Ejerció su labor docente en La Escuela Oficial de Cerámica de Madrid y creó el Taller de Cerámica de la Universidad Autónoma de Madrid, en 1986 regresó a su región instalando su Taller-Museo y dando clases en la Escuela de Artes y Oficios de Mérida. Reconocido con galardones como el Premio Nacional de Artesanía en 1982 y la Medalla de Extremadura en 1988, sus piezas de aire ingenuo pero cargadas de simbolismo viajaron por países como Italia, Brasil, Marruecos, etc.
Mi vinculación con la cerámica ocurre de forma fortuita en Extremadura cuando de pequeño mi padre me regaló una hucha de barro de cerámica “colorá” del taller de los hermanos Perez de Salvatierra de los Barros, hace un año justamente recordé esta anécdota en una visita a su lugar de trabajo y pude comprobar el relevo generacional viendo como enseñaban a uno de sus hijos más pequeños a manejar el torno. Extremadura es tierra de barros, una región apegada a su tierra que cuenta con bastantes artesanos alfareros que realizan muy bien su oficio, pero una figura como Ortega es irrepetible y tardará en surgir. Por curiosidad personal sigo muy de cerca las innovaciones en el campo de la cerámica y sigo visitando talleres de artesanos con los que a veces sostengo conversaciones sobre la diferencia entre arte y artesanía. Esta diferencia se basa principalmente en la utilidad de la artesanía frente a la falta de utilidad del arte y es uno de los argumentos que se esgrimen para separar estos dos campos. A mi modo de ver el arte debe tanto a la artesanía como la artesanía al arte, pongamos como ejemplo las vasijas de Picasso ¿acaso no nacieron de la estrecha colaboración del Ceramista Artigas con el genio malagueño?.
Espero que en mi próxima visita a Emerita Augusta pueda visitar un museo para este gran exponente de la cerámica, Rafael Ortega. Pienso que sería estupendo poder enseñar a mis hijos un espacio que albergue estas piezas para de esta forma ponerlos en contacto con un material que considero tan noble como el metal más preciado. De esta forma mis hijos podrán revivir al visitar el museo de Ortega una sensación similar a la que yo tuve en el momento que recibí la hucha de barro de manos de mi padre. Un oficio lleno de gran autenticidad y que está en contacto con los procesos más ancestrales, es un oficio hecho para innovar y para dar rienda suelta a la creatividad. Por ello al hendir las manos en el barro, el material más noble que el hombre puede tocar estoy en contacto con una tradición que proporciona la satisfacción del trabajo bien hecho realizado entro en contacto con la materia más primigenia, la tierra.