Entrevista a Inma Luna tras la reciente publicación de su libro de relatos "Las mujeres no tienen que machacar con ajos su corazón en el mortero", de la editorial Baile del Sol (Tenerife).
"Es algo que tiene un ciclo perfecto e implacable; algo que empieza y termina satisfactoriamente como la esfera en que ninguna molécula puede estar fuera de sus límites precisos" es una de las descripciones que el maestro del cuento, Julio Cortázar, hace de esta forma de narrar, de contar la realidad en pocas líneas, con pinceladas que forman un todo en sí mismas y que podemos aplicar a cada uno de los 17 relatos que conforman “Las mujeres no tienen que machacar con ajos su corazón en el mortero”, el nuevo libro de la periodista y escritora Inma Luna que ya nos sorprendió con dos extraordinarios libros de poesía: “Nada para cenar” y “El círculo de Newton”. 17 microcosmos con la mujer como protagonista, pero no un único modelo de mujer: encontramos mujeres cuyo corazón sufre extraordinarias metamorfosis, mujeres a las que el alma se les va (o se les viene) por las papilas gustativas, mujeres del desierto cuyo aroma sigue flotando sobre la arena incluso después de muertas, mujeres almohadas, mujeres voladoras, mitad mujer, mitad mariposa, mujeres atrapadas en su propio ombligo, mujeres que se encuentran donde los límites del mar y del cielo se difuminan, mujeres que hallan la ternura en una mano llena de sabiduría... Y todo ello narrado de la manera en que sólo los verdaderos contadores saben hacerlo. Un libro que atrapa entre sus páginas desde el primer relato, el que le da título; un placer para los sentidos.
Katia Gijón
Tus éxitos como periodista y poeta son sobradamente conocidos, pero éste es el primer trabajo narrativo que llega al gran público. ¿En qué momento decidiste dar el paso del poema al cuento?
En realidad no hay un proceso cronológico. Siempre he escrito poesía y prosa, además de algunos textos que se quedarían con un pie en cada género. Ya había publicado algunos relatos en libros colectivos antes de mi primer libro de poemas. También tenía un par de poemarios inéditos, poemarios que, desde luego no se merecían ser publicados porque eran bochornosos, no sé por qué extraños espíritus líricopatéticos estaba poseída cuando los escribí. Luego llegó Nada para cenar y ahí sí escuché mi propia voz hablando clarito. Pensé que había llegado el momento de publicar. Después apareció enseguida El Círculo de Newton, con Baile del Sol, un libro que me vació en cierto modo o me transformó, quizá; el caso es que me dijo mucho de mí que yo no sabía. Tenía entonces algunos relatos escritos y surgieron varios nuevos en un periodo de tiempo bastante corto así que se convirtieron en este nuevo libro. Era un buen momento para contar cosas que me alejasen un poco de mí, que me diesen un respiro.
Tanto tus poemarios como tus cuentos dan una visión muy particular del mundo de la mujer; son historias marcadamente feministas, pero también son cálidas y amables, hermosas estampas hogareñas de las que a menudo te vales para denunciar un conflicto oculto. ¿Qué es lo que te atrae tanto de ese mundo de pucheros y sensibilidades a flor de piel?
Le doy muchas vueltas al tema del feminismo. Quisiera alejarme del dogmatismo en este terreno pero creo que hay que mantenerse alerta ante las trampas que la sociedad nos pone a las mujeres y, de diferente modo, también a los hombres. Las situaciones de desigualdad son, a veces, tan evidentes, que es imposible percibirlas. Por otra parte, creo que hay actitudes supuestamente feministas que echan tierra sobre nuestro propio tejado, me refiero a que se reivindican cosas que nos perjudican a todos, que no suponen verdaderos avances. En los cuentos aparecen algunas “amas de casa”, un oficio inventado, una de esas trampas a las que hacía referencia. Un hogar es un punto de encuentro donde convive gente que se supone que se quiere, es un espacio del que todo el mundo debería ocuparse hasta el punto de convertirlo en algo confortable. Sólo eso, que ya es mucho. Si se ha hecho creer a las mujeres que su tarea es conseguir que la casa esté limpia, la comida y la ropa lista para el resto de la familia, es porque este modelo ha sido conveniente para una sociedad marcadamente patriarcal, esos modelos no son naturales, son impuestos. No se trata de buscar culpables, sólo digo que cuando alguien se despierta y siente que no es feliz en el papel que está desempeñando tiene que buscar alternativas. Algunos de mis personajes son capaces de hacer eso. Respecto a los pucheros, nací entre ellos. Mis padres tenían un restaurante y el olor de mi madre al abrazarme -un aroma a especias, a ajo, a guiso- permanece en mi memoria. Además, me encanta cocinar y creo que en torno a la cocina y al alimento nacen y se cuentan muchas historias.
En el libro hay dos tipos de relatos: unos se enmarcan dentro de paisajes urbanos cotidianos, y resulta muy sencillo identificarse con sus protagonistas, mujeres y hombres que hacen suyo el día a día con ademanes de animal pequeño. Otros, sin embargo, son una excursión a las afueras, un recorrido por mundos alternativos. En esas historias brilla la imaginación, la sorpresa, lo inesperado. Háblanos de la Inma que hace que los muros de la realidad queden al descubierto; ¿De dónde salen tus argumentos?
Quién sabe de dónde surgen las historias. La imaginación es, en cierto modo, un misterio. A veces aparecen ideas que me resultan sugerentes, entonces me pongo a escribir y se va generando el universo que las envuelve, me sumerjo en él y me dejo llevar. Resulta emocionante y también para mí muchas de las historias que escribo son del todo inesperadas.
Tu forma de utilizar la palabra delata a la poeta que llevas dentro. ¿Cómo trabajas los textos, de forma impulsiva y luego corriges o las imágenes son algo que fuerzas desde el principio, intencionadamente?
Sí podría decir que trabajo de forma impulsiva pero procuro manejar ese impulso. Crear el clima adecuado, que los personajes digan lo que necesitan decir y mediante esas expresiones el lector pueda acercarse a ellos. Algunos relatos son muy visuales parece que todo es evidente, conocido, pero me gusta introducir algún punto de distorsión, algo que no encaje exactamente en la historia. Creo que cada palabra tiene que ser esencial y, si no lo es, mejor ahorrársela.
No me negarás que el título es cuando menos “peculiar”, y tampoco que la imagen escogida, de la fotógrafa portuguesa Margarida Delgado, resulta chocante. ¿Qué reacciones han tenido los paseantes anónimos en la pasada feria del libro?
Tanto el título como la portada son peculiares, sí y espero que también seductores. Son la presentación del libro, la envoltura y, en ese sentido, resultan sustanciales. El título se corresponde con el primer relato del libro, uno de mis favoritos, un cuento extraño y rápido, con un narrador insólito que pronuncia esa frase tan extravagante. Pensé que muchos de los relatos podrían tener como fondo ese pensamiento, la intención de sus personajes de no dejarse machacar. En cuanto a la fotografía de portada, conocí a Margarida, la autora, en una exposición de su obra en Punta Umbría y me pareció una fotógrafa magnífica. Las mujeres de sus retratos –ella misma, en realidad- ofrecen imágenes nada convencionales, una mezcla de rebeldía y lirismo. Desde entonces hemos mantenido el contacto y cuando escribí este libro me parecía que era una oportunidad ideal para pedir su colaboración. Me gustaron muchas de las fotos y varias me parecían adecuadas para la portada, al final escogimos ésta y creo que fue una elección acertada. Se lo agradezco un montón. Además, la editorial Baile del Sol tiene la particularidad de permitir a los autores elegir sus portadas, esto hace los libros aún más personales y no ocurre con otras editoriales. En cuanto a la reacción de la gente en la feria, en general, miraban el libro, continuaban un segundo y volvían a mirar como si no lo hubiesen visto bien, después sonreían, sobre todo leyendo el título, sobre todo las mujeres...
¿Por qué no tienen las mujeres que machacar su corazón con ajos en un mortero?
Creo que nadie debe machacar su corazón, ni con ajos ni sin ellos. Las personas tenemos que intentar ser felices, que el amor no suponga un sacrificio. Las relaciones que condicionan nuestra vida hasta el punto de convertirnos en infelices no tienen nada que ver con el amor sino con las circunstancias, con la dependencia, con la inseguridad…, por eso creo que el corazón propio tiene que estar bien cuidado para poder amar con libertad, para poder vivir del mismo modo.
¿Qué proyectos de futuro tienes?
Son más bien proyectos de presente porque tengo las manos metidas en todos ellos. Me estoy peleando con una novela. Es un género que nunca he abordado, éste será el primer intento. Me está resultando complicado y, al mismo tiempo, muy apasionante. También estoy participando en la preparación de una antología de mujeres poetas que creo que aparecerá en este mismo año y, además, quiero seguir mimando a Las mujeres no tienen que machacar con ajos su corazón en el mortero, llevándolo de paseo por varias ciudades y presentándolo en la FIL de Guadalajara, en México, en el mes de noviembre. Además, estoy escribiendo el guión de un corto basado en uno de los relatos del libro, que se va a rodar muy pronto.
Personalmente, ¿Qué libros te gusta leer?
Leo, sobre todo, novela, aunque también me interesa mucho la antropología, los relatos etnográficos, los ensayos sociológicos... Como novelistas me gustan sobre todo los contemporáneos pero soy muy poco fiel a los autores, no tengo escritores de los que me interese todo salvo, tal vez, Clarice Lispector, una escritora que me parece una bestia de la palabra. En cuanto a la poesía, me gusta leer sobre todo a la gente que conozco, hay mujeres poetas fantásticas, honestas y turbadoras y divertidas. Ah, y me gusta también leer blogs, hay gente buenísima contando cosas en internet. Los post son una fórmula estupenda de picotear entre horas, se pueden encontrar verdaderas delicatessen.
Si “Las mujeres...” tuviera un sabor, un color, y un olor, ¿cuáles serían?
Esto me recuerda al programa aquel de Raffaella Carrá. Vamos a ver…, el sabor tendría una importancia fundamental en el libro, los guiños gastronómicos aparecen en muchos relatos, supongo que tendría un sabor bastante especiado, con esa ventaja que ofrecen las especias de proporcionar a la comida ligeros toques dulzones, amargos, picantes, aromáticos…, sublimes si se usan en su justa medida. El color podría ser cualquiera que admitiese matices, ni blanco, ni negro, las historias pueden evolucionar mejor a través de distintas gradaciones. El olor no tendría nada de fresco, ni ligero, sería un perfume de esos evocadores y además variable en función de la acidez de las pieles de los relatos, de su sudor..., sin duda, con notas persistentes de corazón.
Qué te dice la palabra “decepción”.
No me decepciono fácilmente. Me quedo con la parte jugosa de cada situación, de cada persona. De todos modos, si algo o alguien te decepciona soy partidaria de buscar inmediatamente algo o alguien que te emocione. Es un antídoto infalible.
Y la palabra “pasión”.
La pasión aumenta la intensidad con la que se vive. Como escritora me parece que adentrarse en las pasiones humanas y en el efecto que causan sobre la vida de las personas es terreno abonado para encontrar las mejores historias, las más conmovedoras. A veces las pasiones te pillan tan desprevenida que te hacen replantearte los principios que creías más firmes, te descolocan, te ponen en el disparadero, te dicen ¿ahora, qué? Precisamente sobre eso estoy escribiendo ahora.
La palabra “hijo”.
La palabra hijo…, uf. Ésta es más complicada. Fui madre muy joven, con 19 años. Mis dos hijos son ya mayores. He aprendido mucho de ellos, sobre todo porque no son como me los hubiera imaginado. Creo que lo más difícil de aceptar es precisamente eso, que son como son y que van a vivir como ellos decidan. A los hijos hay que darles mucho amor, eso es lo esencial, que ellos sepan que los quieres. De los hijos no te escapas, ellos te conocen, te calan y hay que estar a la altura, hacer lo que puedas.
Por último, ¿estás satisfecha de tus “ hijos literarios”, han salido a madre?
Estoy contenta con ellos, muy contenta. Me han ayudado a conocerme mejor, especialmente los de poesía, a poner en los versos ideas que estaban tan dentro que ni siquiera sabía que existían, me han hecho mucho bien en ese sentido, ya sabes, la conocida terapia literaria. También, gracias a la literatura, he conocido a gente magnífica. Desde que empecé a publicar mi vida ha cambiado a mejor, sin duda. Además, las historias me dan la oportunidad de hablar de las cosas que me interesan, eso es estimulante y también divertido, disfruto mucho escribiendo aunque también padezco, a veces me duelen las manos de escarbar. No sé si han salido a la madre, los parecidos se ven mejor desde fuera, ¿no?, pero, bueno, seguro que algo habrán heredado, he puesto en ellos mis mejores gametos, ahora, que los lectores pongan algo de su parte para que esto termine de germinar.
Le doy muchas vueltas al tema del feminismo. Quisiera alejarme del dogmatismo en este terreno pero creo que hay que mantenerse alerta ante las trampas que la sociedad nos pone a las mujeres y, de diferente modo, también a los hombres. Las situaciones de desigualdad son, a veces, tan evidentes, que es imposible percibirlas. Por otra parte, creo que hay actitudes supuestamente feministas que echan tierra sobre nuestro propio tejado, me refiero a que se reivindican cosas que nos perjudican a todos, que no suponen verdaderos avances (...)