El proyecto "Verano en la ciudad" nació con varios objetivos. El primero de ellos, una deliciosa apuesta por la indiscreción fatigosa en los días de verano. Aquí, mi cámara y yo somos una especie de *flâneur* que ya no busca perderse en los bulevares de París, como relataba Baudelaire, sino hacer una relectura más cruda que sarcástica de espacios destrozados por el urbanismo de mediados del siglo XX, y de los retos y problemas que plantea el urbanismo del siglo XXI. Un mirón menos sofisticado que el de *Las flores del mal*, que a duras penas se pierde por las calles de Lleida, la capital catalana menos conocida, una ciudad de clima severo.
Otro objetivo de la serie consiste en captar la esencia del verano en la ciudad. Es por eso que la mayoría de fotos están tomadas entre las 13h y las 17h, y también entre las 20h y las 21h. Las primeras horas, cuando el sol está tan elevado y es tan fuerte que resulta poco recomendable salir, pero a la vez, produce unos juegos de luces y sombras extraordinarios, que iluminan la ciudad sin piedad; horas en las que apenas hay nadie por la calle, y la ciudad parece un decorado casi vacío... una especie de escenario decrépito para los sueños y las pesadillas de los despistados. Las fotos tomadas entre las 20h y las 21h buscan captar otros momentos. A esas horas el sol es definitivamente más amable, baja la brisa por el río Segre y la gente empieza a salir. La ciudad, poblada, y con una luz más débil, cambia... y la gente se deja llevar por el ritmo cansino del verano, como paseantes sonámbulos.