Luke nº93 Febrero 2008

MINGO (cuando llevó su voz de amante furtivo a los Desencuentros).

Dice que lleva 25 años enroscado a las maquiavélicas trampas de una guitarra. Pero leyéndole (y también escuchándole), se percibe que lleva siglos mirando a la gente. Con ese currículo ni siquiera seis cuerdas le pueden engañar. Mingo, Enrique Mingo, es una de esas personas –creadores, artistas, cantautores...– que no ha tenido que esperar al descalabro de la industria discográfica para creer en la autogestión, así lleva muchos años trabajando sus fines y sus medios. Desde abajo, desde la calle.

“Desencuentros” es su nueva grabación. Demasiadas novedades se incuban en el decálogo. Textos que ejercen de relatos, estribillos como claves para entender el desamor, y melodías gratificadas por nuevas “texturas”. Aunque siga pesando el alma del rockanroll en su diario, ha tenido tiempo para un epistolario de autor.

J.L. -Es inevitable descubrir una historia ( o más) detrás de cada una de tus letras. ¿Necesitas contarlas?, ¿necesitas cantarlas?

M -Creo que sí tengo necesidad de hacer canciones, no exactamente de escribir o de hablar de algo concreto, pero sí de hacer canciones. La mayoría de las veces es la necesidad de coger una guitarra y componer una melodía, tararear algo nuevo... El tema de las letras para mí suele ser complicado porque tengo una especie de pudor con lo que escribo y con cómo lo escribo. Me es muy complicado separar mi persona de lo que cuento, creo que tengo una postura excesivamente crítica a la hora de escribir. Pero no puedo remediar sentir cierto rechazo a la hora de cantar algunas letras, no puedo hacerme dueño de una letra o una historia con la que no me identifico.

J.L. -La fatalidad, el azar, el desamor con mayúsculas, no concuerdan con el Mingo interprete que nos divierte en sus directos ¿Hay un mundo-mingo imaginario (y a la vez real) en las canciones?

M -Bueno, eso que me comentas es parte de lo que te digo en la anterior cuestión. A mí me gusta colgarme una guitarra y ponerme delante de un micrófono y cantar, y botar en el escenario y romperme la voz gritando alguna frase con la que me siento totalmente identificado. Esa es la parte visual divertida, muy vital y en la que descargo todo. Pero también sucede que las historias en las que una pareja se va a la mierda, o un pobre hombre se muere de frío durmiendo en la calle, o un tío se va de putas por no enfrentarse a un hijo déspota y una mujer con la que ya no tiene nada… todas esas son historias a las que les pega una melodía arrastrada, en tonos oscuros con los que mi voz se identifica más. No creo que sea un mundo imaginario, ni siquiera creo que se trate de escribir sobre temas sociales, simplemente creo que de alguna manera la textura del fracaso es estéticamente más bonita que la del éxito.

J.L. -Repasando el libreto sin música, uno a veces piensa que hay mujeres que entran y salen de las canciones. Como una antología de “desencuentros”...

M -Sí tienes razón. La idea del disco me surgió cuando tenía ante mí cuatro de las canciones. Me di cuenta que en todas ellas el tema del desamor, del desencuentro era el eje… con lo cual trate de crear otras seis canciones que, de alguna manera, pudieran unirse a estas otras cuatro haciendo una especie de relatos interconectados. Así hay canciones que son la misma historia contada desde dos ángulos, o hay historias que pueden entenderse como consecuencia de otra… Al final lo que quería era mostrar ese sentimiento de desamor desde diferentes ángulos pero con una historia que hiciese de hilo conductor.

J.L. -Sublime en los finales, “detrás de tu emoción mi estúpida razón”, “el tiempo en las historias de amor siempre es cruel”, “mientras te advertía que aquello sólo era un juego me arrimaba a tu piel (que era de jodido fuego)”, “duerme tu corazón frente al abismo”..., la visualidad de las escenas ....hay guiños cinematográficos?

M -Sí. Es una de mis limitaciones a la hora de escribir: tener que visualizar la historia. Me gusta imaginar a los amantes que se sientes espiados por el espejo y a esa mujer loca de desamor rompiendo ese espejo que ha sido el voyeur de su amor. De alguna manera creo que una reacción física, un acto, demuestra la carga afectiva de una persona.

J.L. -Tus anteriores discos se mueven en la geografía del rockanroll, del pop más entregado, quizÁ debido a una herencia de tus escuchas, de influencias… Pero en “Desencuentros” empiezas de cero, y el resultado es un planetario de melodías abiertas, sin estilos identificables. ¿Se siente el autor más desprotegido por no cubrirse de esas presuntas influencias o plenamente satisfecho de haber encontrado una nueva órbita musical?

M -Bueno, es cierto que después de 25 años con una guitarra es relativamente fácil decir –cosa que hace más de una estrella del pop local –“cómo me gusta Lou Reed y, hacer algo parecido a Walk on the wild side”, pero también es cierto que lo bueno que tiene no vivir de esto de la música es que no tienes que caer en el patetismo del engaño. Efectivamente las influencias están ahí y jamás dejarán de estar porque es parte de la evolución humana aprender de lo que han dejado otros, y en mi caso ese “otros” es muy amplio y magnífico, pero cuando cojo una guitarra jamás me he planteado hacer “esa canción que hizo no sé quien”, simplemente me interesa encontrar una melodía tan magnética para mí que me obligase a la ardua tarea de ponerme a encontrarle una letra, o viceversa, tener esas frases que me invitasen a una melodía…. Pero no creo que Desencuentros sea una nueva órbita musical, en el fondo ahí siguen estando todas esas influencias que pueden verse en los otros discos, quizá lo que sí es cierto es que las letras me han llevado a otra voz, a otras texturas musicales.

J.L. -¿Tienes en la cabeza, entre tus proyectos, una segunda entrega de “Desencuentros”? Porque la escucha parece que lo exige, ¿quizá otro guiño cinematográfico?

M -De entrada no. Además en este momento mi cuerpo me pide volver a la banda, a algo que suene con vatios y con una batería rompiendo las canciones en cada break. Pero no puedo decir que no volveré a buscarle otra vuelta puesto que esos personajes están vivos tratando de tropezar de nuevo en piedras invisibles.

Música

Juankar landa

Mingo

Bueno, es cierto que después de 25 años con una guitarra es relativamente fácil decir –cosa que hace más de una estrella del pop local –“cómo me gusta Lou Reed y, hacer algo parecido a Walk on the wild side”, pero también es cierto que lo bueno que tiene no vivir de esto de la música es que no tienes que caer en el patetismo del engaño (...)