Soy yema de tu mundo,
semilla de carne
concebida en secreto.
Te cuento innumerable:
Una, dos, crees, parto,
brinco, veis, vierte, lodo,
mueve y diez.
Y me llevo una,
y no la pago.
Siempre extravío al paréntesis,
resbaladizo en mis ecuaciones.
Y mis incógnitas son bestezuelas
con libre albedrío.
Salvajes en la jungla azafranada
del papel distante.
Me golpeo estúpidamente
en tu cristal invisible.
La sangre inventa cauces
en mi rostro sorprendido.
Y regreso a ti,
hogar de mi cuerpo,
ebrio de miedo añejo,
empapado del amargo sudor
que la bruma de la soledad
dejó apoyada en mi hombro.
Y te nombro de nuevo:
Una, dos, pies, harto,
circo, améis, siente, corcho,
muere y diez.