Sí, todo lo que dices, incluso lo que no dices, me parece interesante. Lo que dices sobre los hombres de hoy y nuestra incapacidad para el compromiso. Lo que no dices respecto a las razones por las que las mujeres de hoy dais tanta importancia al compromiso. Me parece magnífico tu razonamiento, el modo en que mides las distancias, los centímetros precisos de piel que me dejas ver para transmitir, exactamente y al mismo tiempo, dos discursos que parecen contradictorios: 1) no te necesito, no necesito a los hombres ni estoy necesitada de sexo, pero 2) no te vayas. 1) No eres imprescindible, pero 2) me atraes. 1) Puedo vivir sin sexo, pero 2) quiero seducir y sentirme seducida. Y a todo esto, súmale el resto de tópicos que dices y que no dices: trabajo mucho, no tengo tiempo para el romanticismo, pero puedes decir algo bonito si sabes cómo hacerlo (lo dijiste antes), ya no tengo edad para aventuras (lo has sugerido, en tu respuesta a un comentario mío), sin embargo en mi vida falta compromiso o, mejor, falta proyecto (no lo has dicho), falta sentido (estás intentando decirlo desde hace un rato, pero eres tú la que no quiere oírlo, la que no quiere oírtelo), no me planteo tener niños (lo has dejado caer), no me planteo la vida sin haber tenido, alguna vez, hijos o marido (no lo has dicho, te lo dirás: dentro de veinte años, cuando tengas 50), estoy sola en mi casa, por qué no nos vamos y que esta noche, al menos, sea diferente (no lo has dicho, todavía no lo has dicho), y por eso, por todos esos discursos pronunciados o escondidos, ocultos o no, te propongo lo siguiente –y aun sabiendo que quizá entre nosotros pudiera haber algo serio, o precisamente porque puede haberlo–: ¿por qué no pasamos directamente al después, por qué no damos como pasado ya el primer beso, el primer roce, el primer polvo, la primera llamada inesperada del día siguiente, la segunda cita, la ilusión, los estremecimientos del y si esta vez sí, las semanas de sexo hasta el primer te quiero, los meses de te quiero hasta el primer te vienes a vivir conmigo, los años de vivir contigo hasta el primer me voy? ¿Por qué no cruzamos de un salto toda esa negociación interminable, esa desesperante cadena de sinsentidos, esa fuerza centrífuga, ese ardor estomacal, esa demolición, y nos vamos al después, al momento en que dos antiguos novios o amantes se encuentran, por casualidad, en una noche como ésta y en un bar como éste y se echan las cosas a la cara, y se culpan de lo malo, pero sus cuerpos se acuerdan, instintivamente, de lo bueno y, sin dejar de reprocharse con la voz se muerden los labios y se van a follar a casa como fieras, entre insultos? ¿Por qué no vamos, directamente, ahí?
¿por qué no pasamos directamente al después, por qué no damos como pasado ya el primer beso, el primer roce, el primer polvo, la primera llamada inesperada del día siguiente, la segunda cita, la ilusión, los estremecimientos del y si esta vez sí, las semanas de sexo hasta el primer te quiero, los meses de te quiero hasta el primer te vienes a vivir conmigo, los años de vivir contigo hasta el primer me voy?