Hace poco se estrenó en los cines españoles Peligro, deseo, la última película del director chino afincado en Estados Unidos Ang Lee. Esta película está basada en la novela de la escritora shanghainesa Zhang Ailing, que tuvo un gran éxito editorial en los años cuarenta del siglo pasado, cuando apenas tenía veintipocos años, y que tras la fundación de la República Popular de China en 1949 quedó postergada en el olvido. Fue un tiempo en el que toda literatura que no se ajustara al dogmatismo de la literatura política, dirigida por las directrices del Partido Comunista, desapareció del mapa literario. Esto supuso que los grandes escritores chinos que escribieron su obra durante la primera mitad del siglo XX fueran quedándose paulatinamente en silencio, para dar paso a una generación de escritores que fueron forjando un nombre utilizando la literatura como instrumento de propaganda ideológica. Entonces escribir del individuo, de sus sueños y sus pasiones, o simplemente de los sentimientos personales, podría costarle a un escritor pasar el resto de su vida en un Campo de Reeducación. El erotismo, por supuesto, ni mencionarlo. Y no fueron pocos los escritores y artistas que tuvieron que sufrir este tormento, sobre todo durante la desastrosa década de la Gran Revolución Cultural. Cercenar la imaginación, los sueños y las pasiones más íntimas del ser humano siempre ha sido prioritario para todo “establishment político” en su falaz utopía de consolidar una sociedad de pensamiento uniforme. El erotismo siempre ha sido uno de los peores enemigos de la ortodoxia y por ello se ha perseguido hasta el extremo de eliminar cualquier huella de su posible fatal influencia. En tiempos de fanatismos políticos o religiosos, los libros eróticos siempre han sido de los primeros en arder en la hoguera.
Pero con la muerte de Mao en 1976, China inició un proceso de apertura que hoy día ha convertido al gigante asiático en una de las economías más poderosas del mundo. También, de forma paralela, ha cambiado la sociedad, más abierta y receptiva en todos los aspectos de la vida y con un espíritu más crítico del pasado reciente de China, concretamente la juventud, ya educada fuera de la demagogia de los tiempos de Mao. Cuando estos jóvenes vayan accediendo intermitentemente al poder durante las dos próximas décadas, otro gallo cantará en China. Aquellos escritores que hicieron de la literatura un mero instrumento propagandístico –sin valor artístico alguno- en nuestros días apenas tienen lectores y, en cambio, aquellos escritores postergados al olvido cubren los principales anaqueles de las librerías. Zhang Ailing, por ejemplo, se ha convertido en una de las escritoras más leídas de la actualidad.
China, de momento, sigue sumida en muchas contradicciones. Más que el pueblo –abanderado por la nueva juventud-, son sus dirigentes los que siguen inmersos en un mar de dudas y en una doble moral que se agita según sople el viento que más convenga, porque fueron educados en una época en la que la imaginación del individuo era considerada como una aberración ideológica. Por eso lo oficial y lo extraoficial corren por caminos distintos en este país en constante transformación. La película Peligro, deseo ha tenido que suprimir las escenas más eróticas para poder estrenarse en los cines. Pero en los mercadillos callejeros, donde todo se puede comprar, (y no hablo de esos mercadillos diseñados como telas de araña para sacarle la pasta al turista extranjero), los DVD de esta película –sin corte alguno- se venden a porrillo. Y podría citar miles de ejemplos para demostrar que lo que el gobierno censura oficialmente, en la calle ya no hay ley que lo detenga.
En el campo de la literatura erótica, las contradicciones siguen siendo visibles, y a veces rozan lo ridículo. Cuando algunos escritores chinos de la nueva generación –especialmente las mujeres- describen sin tapujo alguno las relaciones sexuales y la frenética vida de la juventud en las grandes ciudades chinas de la actualidad, hasta hace muy poco los grandes clásicos de la literatura erótica china eran tesoros perdidos e inencontrables en las librerías (y en muchos lugares sigue siéndolo todavía). Pero los nuevos tiempos imponen sus propias reglas. La apertura, por ley natural, trae más apertura y eso es algo imparable. Ir en contra de la corriente del río, sobre todo la que fluye del pueblo, es tirar piedras contra tu propio tejado. Y las autoridades chinas lo saben muy bien.
Desde muy antiguo, en China, el tema del sexo ha sido tratado por numerosos autores. Los taoístas –talentosos alquimistas- fueron los primeros en teorizar sobre el arte de la alcoba; no son pocos los tratados taoístas que nos hablan de la práctica del sexo con el fin de gozar de una buena salud y alcanzar una mayor longevidad. Y cada dinastía tuvo sus manuales, sus textos y sus curiosidades en la concepción de la sexualidad. El sinólogo holandés R. H. Van Gulik escribió un hermoso libro titulado La vida sexual en la antigua China, editado en castellano por Siruela, y ya convertido en un clásico de los estudios sinológicos, y a él me remito para todo lector que quiera adentrarse en los secretos de las costumbres eróticas de una cultura tan refinada y culta como la china.
La literatura tampoco ha obviado el erotismo en su larga historia. Algunas de sus mejores novelas clásicas contienen gran contenido erótico. Entre ellas es necesario citar la célebre novela Jin Ping Mei, escrita en el siglo XVI, considerada como un clásico de la literatura erótica universal. Por desgracia, hoy día es más conocida en el extranjero que en el propio país que se gestó. Otro momento de esplendor de la literatura erótica lo podemos fechar entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, cuando la literatura china entró de lleno en la modernidad y abrió sus alas a otras tradiciones literarias, con gran influencia de la literatura occidental, como la prosa decadentista europea. Y después del gran vacío que dejaron los años más ortodoxos del comunismo, en la actualidad el sexo vuelve a ser un tema frecuente en los escritores jóvenes, pero tratado sin miedo, sin disimulo, al descubierto, como algo normal en la vida diaria de las relaciones personales.
Soplan nuevos aires en la China de principios del siglo XXI. Por muchos cortes que se apliquen a películas como Peligro, deseo, la juventud quiere seguir soñando con forjar su propio destino. La apertura trae más apertura, como mencioné antes, y esto ya no hay quien lo pare, porque cada día son menos los que piensan que la imaginación del individuo –y por relación los desvelos eróticos de todo ser humano- es una aberración ideológica.
En el campo de la literatura erótica, las contradicciones siguen siendo visibles, y a veces rozan lo ridículo. Cuando algunos escritores chinos de la nueva generación –especialmente las mujeres- describen sin tapujo alguno las relaciones sexuales y la frenética vida de la juventud en las grandes ciudades chinas de la actualidad, hasta hace muy poco los grandes clásicos de la literatura erótica china eran tesoros perdidos e inencontrables en las librerías (y en muchos lugares sigue siéndolo todavía).