Luke nº92 Enero 2008

Las mujeres de Juan Bautista Nieto

No, no se trata de una fotografía, aunque es fácil, dada la perfección con que se reproducen los detalles, caer en la trampa. Porque el hiperrealismo de Nieto va mucho más allá de la pincelada minuciosa, de la imagen en el espejo, del trampantojo con el que le gusta sorprendernos en el punto áureo. Rozando la ambigüedad, cuestionando siempre qué es la visión y por dónde respira vida una imagen, así pinta este artista sevillano. Largo ha sido el debate teórico sobre la “modernidad” en la pintura, sobre la muerte o el sinsentido de la figuración tras el boom, primero técnico y luego comercial, de la fotografía. Y yo digo, ¡allá cada cual con sus preferencias!. Personalmente, son las emociones las que me mueven, las que me acercan a una obra, me dejan indiferente o me producen rechazo. Bien sea pintura, fotografía o escultura, hay obras que me seducen y otras que no me dicen nada. Y también hay obras que parecen tocarme, disparando un resorte oculto conectado al subconsciente. He escogido unas cuantas para colgarlas en este espacio: quien quiera verlas todas que se acerque a su web [+] y abra la caja de Pandora...

Allí encontraréis mujeres cocinadas a fuego lento, ensimismadas, en cuarto creciente, pilladas en su intimidad, recortadas por un silencio espeso. Mujeres que son una joya mal guardada, expuestas, sin rostro ni necesidad de la concreción pagana de una boca. Niñas que son una y a la vez son todas, pero, eso sí, sin color ni mirada. Cuerpos generosos, vestidos con ecos de surrealismo, ofrecidos en poses que son meditación sobre el acto mismo de pintar. Cuerpos carnales que gustan y reclaman manos. Cuerpos para el pecado, la curiosidad y la gula: curvas resucitadoras. Cuerpos que, de tan luminosos, no necesitan espíritu que los anime. Y el espejo, como dijo Roque Dalton, para los vampiros.

Arte

Inés Matute


[ampliar]Preludio de un beso


[ampliar]Cuatro Rosas


[ampliar]Manos

mujeres cocinadas a fuego lento, ensimismadas, en cuarto creciente, pilladas en su intimidad, recortadas por un silencio espeso (...)