“A partir del momento en que Máximo desabotonó las blusas de ambas en el sofá, y juntó los pechos de una con la otra y, ya en la cama, Maica se encontró convertida en su cómplice, ora asatando con él a Bea, ora siendo asaltada por ellos, hasta aquel tumultuoso final, con su cabeza como apresada entre los agitados muslos de Bea y los embates de Máximo a la espalda, envueltos los tres en un enmarañado tejido de jadeos y gemidos” – Goytisolo
Es un hecho de sobra conocido cómo, en las parejas de largo recorrido, el tórrido sexo y los orgasmos múltiples se van convirtiendo en mero sexo de supervivencia, difuminándose el otro, hasta el punto de que deja de percibirse como objeto sexual. Esto se produce de un modo mucho más acusado en las mujeres, quienes pasamos a entregarnos, más con ánimo de mantener la estabilidad de pareja, que por afán de nuestras hormonas. En su caso es distinto; en el período que nosotras liberamos un óvulo, ellos aportan más de 480 millones de espermatozoides. Son normales los desajustes que tan desproporcionada estadística genera.
“Es curioso –dijo Wanda- que te haya desvirgado con mi clítoris y que yo sea aún virgen” – Apollinaire
Para intentar contrarrestar esos efectos hay quienes recurren a la pornografía; la que esté libre de culpa, que tire la primera piedra. El problema es que los videos de ese tipo tienen un efecto puntual, directo, más en consonancia con la psiquis masculina que la femenina y, de hecho, ellos han sido tradicionalmente el mercado objetivo de las productoras de esa clase de productos. Para las actuaciones de disfraces, hay que tener un carácter poco proclive a la risa y la vergüenza, pues la primera suele bajar los ánimos del objeto de la carcajada y la segunda impide que el estímulo actúe. Los juguetes y artilugios son una opción que va ganando puntos con las mejoras de materiales y tecnologías, pero su utilidad es mayor para los raptos onanistas que para mantener la tenue llama de la pasión.
“Al separarle otra vez las piernas, vio la sangre de su inocencia sobre la tela y, riéndose tranquilamente para sus adentros, volvió a entrar en ella con suma suavidad” – Rice
Mención aparte merecen los artículos sadomasoquistas; si la pareja comparte dichas aficiones, tiene una herramienta magnífica para mantener el interés lujurioso aunque con un tinte algo extravagante. Y se tiene con ello una afición común, y eso es un tesoro. Adicionalmente, su agudización progresiva, permite ir durante bastante tiempo “más allá”, aunque eso puede acabar significando ir “demasiado allá”. Con los libros, en contadas ocasiones, se produce otro efecto, que es el que me interesa comentar, pues el pausado ritmo de la lectura y la representación mental que hacemos de lo narrado, se adecua mucho mejor a nosotras. Hay novelas o relatos cuyo contenido erótico o sexual nos despierta ciertas neuronas abotargadas y, durante un período –a veces días, a veces semanas-, la libido nos da un revolcón mental en el que volvemos a ser unas fieras adolescentes, anhelantes e insaciables.
“Conmigo puedes pisar a fondo, me dijo al oído” - Houellebecq
En mi caso, recuerdo con una libidinosa sonrisa, el efecto producido por Plataforma de Houllebecq y, sobre todo, con Placer licuante, de Luis Goytisolo. Lo de menos es quién te recomienda el libro, o a dónde y con quién viaja tu imaginación cuando te lanzas salvaje durante esos días o semanas sobre tu pareja, manteniendo los párpados cerrados para sentirte allí donde deseas; esos detalles quedan en el cajón de los secretos mejor guardados. El negro sobre blanco de un autor o autora logra con sus descripciones de caracteres y situaciones que la voluptuosidad vuelva a desbordar tu interior y que tu piel exude feromonas como en aquellos lúbricos años adolescentes; que, en vez de pensar en que habría que cambiar la pintura del techo, tus sentidos vibren concentrados en la exhalación del último grito, como sucede los dos primeros meses con un amante. Desde aquí mi homenaje a esos autores que han logrado que mi compañero, de cuando en cuando, vuelva a ser feliz y yo reviva aquellos lapsos en los que el cielo estaba en la tierra y la tierra en el cielo. Desde un punto de vista recíproco, también tienen a su nombre una habitación en mi “casa de los momentos especiales”: aquella escena del tren de Las once mil vergas de Apollinaire, la morbosa estancia de Justine en el convento de Las desventuras de la virtud del divino marqués, el comienzo de El rapto de la bella durmiente de Anne Rice y la versión en cómic de la Historia d’O de Guido Crepax.
El Golem os desea placenteras lecturas para este nuevo año.
El negro sobre blanco de un autor o autora logra con sus descripciones de caracteres y situaciones que la voluptuosidad vuelva a desbordar tu interior y que tu piel exude feromonas como en aquellos lúbricos años adolescentes; que, en vez de pensar en que habría que cambiar la pintura del techo, tus sentidos vibren concentrados en la exhalación del último grito, como sucede los dos primeros meses con un amante.