Luke

Luke nº 101 - Diciembre 2008
ISSN: 1578-8644
José Manuel Botana

4.0 a.m.

Estiro los brazos hacia las cuatro esquinas plateadas, los estiro sin saber si lo hago en directo o en diferido, estiro los brazos para alcanzar la salida, para arrancarme de aquí, para coger aire y ensayar gritos que se acobardan en mi garganta, para paliar las ansias que me provoca el silencio, los estiro en las entrañas del otoño rojo, escapando de los inoportunos temblores producidos por la inquietante sensación de incertidumbre que todas las noches me somete a la misma pregunta, ¿estoy soñando o ésta es la realidad de mi existencia? Me bastaría la voz de Andréu Muntaner (lobo) cantándome:

"Y es que la soledad
a fuerza de codazos nos va
pidiendo paso
sembrando el corazón
de un cierto desvarío".

Sí, bastaría su voz diciéndome que no ocurre nada, me bastaría poner el CD y escucharlo para tranquilizarme, pero no lo tengo y me acuerdo en las madrugadas, exactamente a las 4.0 a.m. Podría salir a la calle esta noche suspendida, envolverme en el tiempo frío, húmedo y esplendoroso, empaparme en los miedos que me atan a los sobresaltos ahogándome siempre a esta misma hora, enredándose en mis adentros, hundiendo su lengua en las heridas, aflojando los grifos para que goteen incesantemente; esos bellos miedos son los que dibujan las sonrisas en los labios de los atardeceres iluminados con luces negras, pagados con diamantes robados, con metales que no sirven para comprar trigo; podría abandonarlos sólo con un pensamiento, pero son tan luminosos que prefiero echar de menos la voz de alguien que no conozco, cada madrugada, a las 4.0 a.m.

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