Luke

Luke nº 101 - Diciembre 2008
ISSN: 1578-8644
Lalo Borja

Annie Leibovitz a Photographer’s Life

Con este título, la reconocida fotógrafa americana presenta una extensa retrospectiva en Londres, en la National Portrait Gallery, ese templo del retrato. Como era de esperar, la muestra contiene un gran surtido de celebridades: aquellas que lo son por derecho propio al haber demostrado inigualables dotes histriónicas en la política o el cine y otros, célebres por ser artistas, cantantes y modelos rutilantes. O atletas que han terminado siendo declarados por los medios como celebridades bona fide.

La fotógrafa ha transitado la farándula, aquella que se mueve en las entretelas de la estratosfera  hollywoodense, durante muchos años, y ha terminado, finalmente, siendo declarada ella misma una celebridad. Muchos dirán decir que por asociación. Yo quisiera pensar que por derecho propio gracias a su trabajo artístico.

¿Qué es a lo que quiero ir? Lo más interesante y paradójico de esta exhibición nos muestra a la artista dispuesta a abrir ante el espectador una ventana a su vida privada, a sus pesares y sus alegrías. Mezclados en medio de algunos espectaculares retratos por entre las salas que conforman la galería, han sido colgadas pequeñas fotografías en blanco y negro que contienen los códigos de su intimidad.

Así, somos partícipes del nacimiento de sus tres hijas, de las bodas de oro de sus padres y de numerosas escenas que sólo se ven en los álbumes de familia. Hay decenas de retratos de sus hermanas, su hermano, sus sobrinos, sus cuñados y, en especial, de sus padres a medida que envejecen. Así, hemos visto morir a su padre y a su compañera de muchos años, la escritora Susan Sontag.

Llama la atención el empeño con que se nos han querido mostrar estos hechos. Es una demostración de inmenso coraje; en efecto, se trata de una catarsis llevada a cabo en público que seamos llamados a ser testigos a la fuerza para evidenciar los estragos que el cáncer y la edad hicieron sobre dos de sus seres queridos.

En algún cuento de Borges hay una frase lapidaria que define de manera terrible los muertos y que se aplica a propios y a extraños, al decir acerca de alguien que ha dejado de existir que había adquirido "ese aire de cachivache que tienen los difuntos". Eso es exactamente lo primero que me vino a la mente al ver los retratos funerarios de Susan Sontag. Toda la gloria de su intelecto aparece derrotada por la impostergable. Es un homenaje impensado a aquellos fotógrafos del siglo XIX que se ganaban la vida trabajando imágenes mortuorias.

Hay también un sentido homenaje a Richard Avedon, de quien hizo un retrato menos que satisfactorio, tal vez intimidada ante la presencia del gran retratista. Sobresalen tres piezas maestras: el retrato funerario, esta vez a priori, del escritor William Burroughs; un magnífico retablo clásico del pintor Julian Schnabel; y un extraordinario retrato a color del actor Daniel Day Lewis, poseído por el fantasma de Abraham Lincoln.

En cuanto a los retratos de la reina Isabel de Inglaterra, tan discutidos y controvertidos, pienso que me quedo con aquellos de inigualable elegancia que produjo Cecil Beaton hace ya medio siglo.

ANNIE LEIBOVITZ
National Portrait Gallery, London. Hasta Febrero 1 de 2009
National Portrait Gallery
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