Luke nº95 Abril 2008

COMIC: Sandías cuadradas

El ser humano, un día, se adaptó al medio, y después, lo hizo pasar por el agujero de su aguja. Una sandía puede ser cuadrada, pero no por gusto de la madre Naturaleza. El homo sapiens las ha moldeado para su propia comodidad. ¿Pero, qué hace realmente: les da forma o las deforma? ¿Se saborea igual una fruta cuadrada que otra redonda? ¿Moldeamos o nos moldean?

En los cómics, el formato siempre ha condicionado el tipo de historietas que contenían. Los cómics de principios del siglo XX se dibujaban en “tiras” para adaptarse a las secciones de los periódicos, desarrollando en ese breve espacio un chiste (de aquí el nombre de comic-strip) o el episodio de una aventura de intriga más extensa capaz de enganchar a los lectores. Más tarde, con su emancipación, se empezaron a publicar en comic-books, revistas de historietas de unos 17x24 centímetros que lastraban el adjetivo de su predecesor a pesar de tener tramas principalmente de acción y de terror. El álbum europeo permitiría una mayor libertad artística con el doble de páginas y un tamaño de 21x29 (actualmente, ampliado a 23x31) aunque argumentalmente se centraría en el humor y la fantasía heroica. La longevidad de las tramas del manga o cómic japonés hizo necesaria su recopilación en gruesos tomos de 11x17 donde se puede encontrar desde batallas cósmicas entre robots hasta un paseo por el parque. La novela gráfica, en su sueño por ser un libro de literatura, se edita en volúmenes de tapa dura y habla de temas más adultos como el diario personal y la crónica costumbrista, sin darse cuenta de que sus medidas no distan demasiado de las de un inmaduro comic-book.

Casi un siglo después de las primeras tiras en los diarios estadounidenses, las historietas toman internet. A diferencia de sus predecesoras, no están determinadas por un formato específico ya que sus “páginas” son virtualmente infinitas. Esta falta de límites conlleva bastantes problemas a la hora de publicarlos, de la misma manera que las obras en papel que migran al ciberespacio deben ser adaptadas por tal de obtener una buena resolución en la pantalla para no forzar la vista o evitar tener que utilizar cada dos por tres la engorrosa barra de desplazamiento. Un ejemplo claro de las metamorfosis que exigen estos viajes sería el webcómic del norteamericano Jordan Crane, The clouds above. Originalmente, fue colgado en la red en largas tiras verticales de grandes viñetas cuadradas e idénticas, y eso era un inconveniente. Para resolverlo, la editorial estadounidense de Fantagraphics decidió crear una especie de libro-cubo donde cada viñeta ocupaba una página entera de 16x17 (doscientas dieciséis en total), respetándose así la uniformidad y tamaño original de los cuadros aunque no se conservara el orden en cascada. Por el contrario, la traducción española de Bang ediciones, Por encima de las nubes, decidió reorganizar el material de tal manera que, a través de reducciones, ampliaciones y redistribución de las viñetas, consiguió convertirlo en un álbum de rigurosas cuarenta y ocho páginas.

Pero no sólo se hace papiroflexia para ir o venir del mundo binario. El manga ha sido exitoso en Occidente tanto por su característico estilo de dibujo y su narración dinámica como por su reducido formato, el cual ha llevado a crear nuevas ediciones más manejables y baratas de otros cómics no japoneses. En este fenómeno, que no es nuevo, también ha influido el auge del término “novela gráfica” y su intento de fingir ser un libro literario. El nombre, que lleva más tiempo campando por el mundo anglosajón y que ha acabado por sustituir la palabra “comic-book” en las librerías, obliga a reinterpretar obras como L’Ascension du haut mal. David B. publicó su trabajo en seis álbumes a lo largo de siete años. La editorial norteamericana Pantheon optó por reunirlos en un único volumen con el formato y el subtítulo de “graphic novel”. A pesar de las ventajas de precio y tamaño que ofrece, surgen inconvenientes al obviar la separación entre las seis divisiones originales y al reducir el dibujo tan recargado del autor, desaciertos que la convierten en una obra todavía más densa y costosa de leer. Ocurre, no obstante, también la tendencia contraria. Ante grandes eventos cinematográficos basados en tebeos, las editoriales, sabiendo del mayor poder adquisitivo de los que fueran adeptos adolescentes y la bonanza que favorece al medio, sacan al mercado ediciones de lujo gigantes. En tamaño álbum y grosor manga (“tamaño dinosaurio”, han descrito algunos acertadamente), comic-books como Watchmen o Dark knight returns (Planeta DeAgostini) son victimas de unas modificaciones tan pretenciosas como innecesarias.

Las compañías saben que aquello que no se ve nunca se vende. Mucha gente que antes despreciaba un buen tebeo por su cubierta en rústica se asoma ahora a él con interés renovado ante una llamativa edición de lujo avalada por una película mala de narices. Pero no es menos cierto que la lustrosa sandía cúbica puede venir podrida o resultar más incómoda de cortar que la redonda de toda la vida cuando ha costado el doble o el triple. Esto no es un alegato a favor del tradicionalismo, sino porque las cosas se hagan bien y valgan el dinero que valen, que no nos vendan más la cuadratura del círculo y dejen de tomarnos por sandias y melones.

Otros

Ricardo Triviño

sandias Cuadradas

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