Arrojada de Carmen Camacho, Cangrejo Pistolero Ediciones, Sevilla, 2007
Épica irreverente, en primera persona, descarnada, en estado puro, Arrojada es un libro que hay que leer de pie; principalmente, aquellos que aún andan creyendo que la lírica no tiene historia. Historia y prehistoria gritan los poemas de Arrojada, atándose en los vórtices una narración de las que suenan en las plazas y en los caminos y en las alambradas. Dividido en tres partes que pueden entenderse como tres libros, el poemario de Carmen Camacho nos lleva sin pudor ni recato a conocer los mapas arteriales del yo con apellido que vaga por los mundos.
La primera parte, titulada “Eva Underground”, configura a la poeta como una Eva preurbana, bíblica y orgiástica, irreverente, ecológica y anticonceptiva en su empeño de no contaminar el mundo, “entre juncos y sin biquini”, ofuscada aún por la mirada de Nada, que era el nombre de su compañero antes de que le pusieran el nombre al revés. Es la Eva que sale del siglo y accede a la gran revelación:
(A estas alturas ya todo el mundo sabe:
lo de Caín, lo de la costilla,
el diluvio, las plagas, en fin, todo eso
del Antiguo Testamento
es una sarta de estrategias de marketing
para promocionar la segunda parte)
(“Eva Underground”, pág. 30)
La Eva de los manantiales de su paraíso natal (Alcaudete, Jaén, España: no busquen en los glosarios de la Biblia porque los nombres son falsos). Providencial homenaje a los ancestros y a la tierra removida que pone en su sitio al tirano, como evidencia “Posdata”, el poema despedida de esta primera parte:
No me puedo despedir de ti sin antes darte las gracias por el anillo de pedida.
Era caro y premonitorio,
desde el primer momento esa argolla de oro me cortó la sangre y me hizo un callo. (“Posdata”, pág. 56)
Psicópata de los dioses, mujer al fin, que despiadada y animosa inicia el despegue mientras el dios de los otros se niega a perder a sus hijAs:
Al fondo del Paraíso
retumba la voz de un dios
nihilista y machacón
MIND THE GAP
MIND THE GAP. (“Eva underground”, pág. 20)
La segunda parte del poemario se titula “La casa en armas”. Es quizá la más dura, la más indigesta. Visceralidad incontenida. Casa-cuerpo-en-armas desdiciendo, respetuosamente, a Newton y sus secuaces. Peculiar teoría del movimiento la de Carmen Camacho, experta en dinámica, en el problema de los dos-cuerpos, en el caos. Agradecida a los poetas viejos, sabe que “todo pasa y todo queda”, pero sobre todo sabe que “lo nuestro es pasar”, tal como reafirma en su autorretrato:
La cosa es pasar (…)
Entiende con esto, al menos, por qué soy tan arisca con las teleoperadoras, genéticamente tímida, tan aprensiva con el insoportable olor a madre de las mesitas de noche, tan triste cuando diviso las olas, las banderas, los bailes, cualquier cosa que se mueva
y no pase. (“Carmen”, pág. 65)
En la negación de lo unívoco encuentra la poeta la naturaleza de la cosa significada. Relación especular, metonímica, que desborda la verdad hacia otros suelos, como el amor, molécula siempre en movimiento:
El amor es siempre sinónimo.
de otra cosa,
pero
siempre
sinónimo. (pág. 79)
“La casa en armas” culmina en la más bella forma de la espera: la desesperanza. No esperar es estar. Instalarse en la quietud, integrar la eternidad con artificios o trucos de mago que ayudan a resistir:
Por eso. No espero más.
Fuera.
Colgar farolillos en las verbenas
es ya mi única manera
de tomar la sombra en serio.
(“Si la poesía te sorprende siempre limpiando la nevera”, pág. 88)
La tercera parte del libro se titula “De ti en adelante” y muestra un yo preparado para recibir. Rotundo, magistral es el poema “Hoy no es hoy”, eje, a mi entender, de todo el poemario. Poema sincero y confesional que grita con voz sin absenta: “No es pose: / ODIO LOS TACONES”. A partir de esta verdad absoluta y destiempada, la nueva Eva se rasga la piel para mostrarse desnuda desde dentro. Esto es que lo hay, lo que traigo. A los que miran todavía desde atrás, cuidado con los versos lapidarios:
No me busques.
No me busques porque hoy estoy.
(“Hoy no es hoy”, pág. 97)
Guerrera y sentenciosa, matrona sin vientre, Carmen Camacho apela al principio líquido y a la memoria:
Y si llama él
di que Alfonsina está. (pág. 97)
Para terminar riéndose. Fatal, en juicio sumarísimo. Renacida y trágica. Reconociendo la materia de la que nacen los objetos y los hombres:
Amor con amor se paga: interesante ajuste de cuentas.