A la orilla del mar, buscando las palabras,
estar vivo es creer lo que dice la piel,
ardemos como viejas antorchas sentenciadas
y tememos al viento que llega acariciando.
La voz interminable, un corazón resuena,
observamos absortos los celajes que escapan,
y tras hiel de palabras, presentimos oscuro
un único existente que repite la historia.
Hay ley en el delirio, sus mutaciones toscas
aturden nuestros días, desvelan nuestras noches,
pero en el rostro amigo que devuelve el espejo
sólo el mar nos contempla, profundo y poderoso.